La conocida expresión “salvado por la campana” tiene su origen en la tapefobia (del griego taphos, tumba), es decir, en el miedo a ser enterrado vivo. Durante un tiempo este temor estuvo muy extendido al descubrir en algunas tumbas indicios evidentes de que algunas personas, tras ser dadas por muertas y enterradas, en realidad no lo estaban, y en su angustia por salir arañaban la madera del ataúd.
En la actualidad, los avances tecnológicos hacen casi imposible que una persona sea enterrada sin estar verdaderamente muerta, pero antes no era así, existiendo una enfermedad que puede inducir al error, la catalepsia.
Para evitar estas “desagradables y catastróficas” situaciones se ideó un mecanismo (no muy sofisticado aunque sí eficaz) que consistía en atar un hilo de la mano del difunto conectado a una campanilla que permanecería en el exterior. De esta manera, mientras velaban el cuerpo antes de ser enterrado, si el muerto “resucitaba” podría accionar el mecanismo para hacerla sonar. Fue tal la desconfianza que en alguna ocasión se llegó a construir verdaderos “ataúdes de seguridad” con tapas de vidrio que permitían ver al difunto, tubos de respiración para sobrevivir hasta su rescate e incluso sistemas de alarma.
Catalepsia:
Es una alteración del sistema nervioso que produce una pérdida total repentina y momentánea de los movimientos y de la sensibilidad del cuerpo. Incluso en algunos casos el pulso y la respiración se vuelve tan lentos que pueden llevar a pensar en su ausencia. La persona está en un estado de mínima consciencia y en ocasiones puede ver y oír a la perfección, pudiendo permanecer tres días en esta “muerte aparente”.
Entre las causas que pueden producirla podemos destacar la epilepsia, el mal de Parkinson, la esquizofrenia, los efectos de la cocaína, el tratamiento con antipsicóticos como el haloperidol y un anestésico llamado ketamina.
Personajes ilustres que sufrieron tapefobia:
Este miedo se generalizó de tal forma que incluso George Washington obligó a sus familiares que se comprometieran a no enterrarlo antes de tres días de su fallecimiento.
Otro personaje que sufrió de tapefobia fue Frédéric Chopin que en sus últimos días de vida escribió:
Cumpliéndose su voluntad, se le extrajo el corazón (el cual se encuentra en la Iglesia de la Santa Cruz de Varsovia) permaneciendo su cuerpo en la ciudad de París.
Otro posible origen de esta expresión es la que la asocia al mundo pugilístico cuando suena la campana durante un combate concediendo un descanso al boxeador que está perdiendo.
Una novela:
Vampiro a mi pesar, de Andreu Martin (Madrid, Editorial Anaya, 1992).
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