Curar algunas veces, ayudar con frecuencia, consolar siempre.
Este aforismo sobre la verdadera naturaleza de la acción médica persiste desde hace más de 25 siglos y es tan actual como en aquellos tiempos. A pesar de los grandes avances científicos, la medicina, como arte que es, nunca puede olvidarlo. Pero qué sabio la pronunció, qué personaje de la historia tuvo la visión y la sensibilidad para enunciarla. Este fue sin duda Hipócrates, el padre de la medicina.
La mayor parte de los historiadores acepta que nació en la isla griega de Cos en el año 460 a. C. ejerciendo su profesión durante el llamado «siglo de Pericles». Su influencia en los siglos posteriores ha sido tan importante que incluso en nuestros tiempos esta vigente.
La gran aportación que hizo fue el conocimiento científico de la naturaleza al no considerar a las enfermedades originadas por un castigo divino sino que sus causas se relacionaban con la naturaleza. Esto ayudó a avanzar en la ciencia de la medicina hasta que unos siglos después, en la Edad Media, se volvió a relacionar la enfermedad con el castigo divino.
También, pero no menos importante, fue la aportación que hizo al proporcionar a la medicina de unas normas de comportamiento ético.
¿Todo esto se lo debemos a él?
Pues en realidad no. Poco se sabe de lo que realmente escribió e hizo. Su Corpus Hippocraticum realmente no fue suyo, ni tan siquiera probablemente de sus discípulos más directos sino que se escribió a lo largo de más de dos centurias.
Consta de más de setenta obras médicas y es un resumen de la medicina que practicaban los griegos. Fue tal su importancia que marcó lo que iba a ser la práctica de la medicina posterior y algunos de ellos se escribieron para combatir la medicina mágica -que se practicaba- con la más racional.
¿…y el juramento hipocrático?. Esa promesa que hacen todos los médicos hoy en día al finalizar los estudios universitarios y que deben realizar antes de poder ejercer, ¿fue realmente de Hipócrates?. Pues la respuesta es también negativa y esto es algo que la mayoría de los profesionales de la medicina no saben pero fue escrito posteriormente a su muerte.
Creo que puede resultar curioso leer lo que en él se dice:
Juro por Apolo Médico, por Esculapio, por Higiene y por Panacea, y por todos los dioses y diosas, tomándolos por mis testigos, que cumpliré de acuerdo con mis capacidades y mi juicio este juramento y convenio.
Considerar al que me ha enseñado este arte igual que a mis padres y vivir mi vida en asociación con él, y si se encuentra necesitado de dinero darle una parte del mío, y considerar a sus hijos como mis hermanos varones y enseñarles este arte -si desean aprenderlo- sin costo y sin compromiso; dar una parte de mis preceptos e instrucción oral y otras formas de enseñanza a mis hijos y a los hijos del que me ha instruido y a los alumnos que han firmado el convenio y hecho el juramento de acuerdo con la ley médica, pero a nadie más.
Usaré medidas dietéticas para el beneficio de los enfermos de acuerdo con mi capacidad y juicio; los protegeré del daño y de la injusticia.
No le daré una droga letal a nadie aunque la pida, ni le haré una sugestión de este tipo. De manera semejante, no le proporcionaré un remedio abortivo a ninguna mujer. Guardaré mi arte y mi vida con pureza y santidad.
No usaré el bisturí, ni siquiera en los que sufran de la piedra, sino que me retiraré en favor de aquellos que se dedican a este trabajo.
Cualquiera que sea la casa que visite, lo haré para el beneficio del enfermo, manteniéndome alejado de toda injusticia intencional y de toda mala acción, y en especial de tener relaciones sexuales con hombres o mujeres, sean libres o esclavos.
Lo que yo vea o escuche en el curso del tratamiento, o aun al margen de este, en relación con la vida de los hombres, que de ninguna manera debiera difundirse, lo mantendré en secreto y consideraré vergonzoso hablar de ello.
Si cumplo con este juramento y no lo violo, que pueda gozar de mi vida y de mi arte, honrado por la fama entre todos los hombres por todo el porvenir; pero si lo rompo y he jurado en falso, que lo opuesto sea mi suerte.

Como podéis comprobar alguno de sus párrafos resultan incluso cómicos a los ojos actuales, pero es tal el respeto que existe todavía en el siglo XXI por la figura de Hipócrates que se le sigue rindiendo homenaje cada vez que una persona se quiere dedicar al arte de la medicina.
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