Siguiendo nuestra particular historia del preservativo, continuaremos en ella donde la dejamos. En el siglo XVIII, los científicos franceses Charles de la Condamine y François Frenau fueron los primeros en descubrir que podían obtener látex del árbol de la hevea.
Charles Goodyear (1800-1860) es conocido por los neumáticos que llevan su nombre siendo el descubridor del proceso de vulcanización que se producía al añadir azufre al caucho en presencia de calor. Como todos los grandes inventos, el azar intervino decisivamente. Un día Goodyear estaba realizando uno de sus experimentos favoritos cuando se le volcó, accidentalmente, un envase de azufre y caucho encima de una estufa a alta temperatura. Cuando la mezcla del caucho y el azufre se pusieron en contacto con el calor pudo observar que no sólo se había endurecido sino que se había hecho impermeable. Este proceso lo denominó vulcanización en honor del dios griego Vulcano.
Lástima que la fortuna no le acompañó y su retraso en patentarlo permitió al inglés Thomas Hancock adelantarse en el registro del invento, dos meses antes de que lo hiciera el auténtico descubridor. En la vida el que no corre vuela, ¿verdad?.
Estos primeros preservativos «modernos» estaban garantizados por cinco años debido a su alto precio y a que no eran todavía desechables debiendo comprar una talla más grande para compensar el achicamiento que sufrían tras lavarlos.

Durante la Primera Guerra Mundial, los americanos aprendieron una lección que en su momento dio mucho que hablar: las elevadísimas tasas de enfermedades venéreas que sufrieron sus tropas en contraste con los combatientes de otras nacionalidades debido a que se les tenía prohibido el uso del preservativo por considerarlos inmorales y opuesto a los principios cristianos. Esto representó tal despensa económica que, en la siguiente guerra mundial, se distribuyeron masivamente entre los soldados. Una anécdota: los preservativos eran grandes siendo etiquetados como pequeños para…¡intimidar a los enemigos!
Creo que de momento terminaremos aquí esta particular historia. Cualquier pequeño objeto por cotidiano que sea a nuestros ojos, nos debe hacer preguntar sobre la apasionante historia que encierra en su interior.
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Como siempre la historia nos aporta infinidad de información,pero en este caso cosas muy curiosas y como decimos habitualmente. «Quien no corre vuela». Que ingeniosos llegaban a ser!!! Leer el post!!!
Hola Lourdes,
certifico totalmente todas tus palabras. Si no fuera por el ingenio de los que nos han precedido probablemente ahora no dispondriamos de muchas de las cosas que tenemos en la actualidad.
Un saludo,
Fco. Javier Tostado