En contra de lo que podríamos pensar la mayoría de nosotros no fue Marco Polo sino un hombre llamado Ibn Battuta. Este musulmán recorrió durante treinta años el mundo conocido en el siglo XIV, desde el Sáhara hasta China y desde Rusia a la India. En total recorrió a pie, en camello o en barco más de 120.000 km.
Abandonó su casa en Marruecos en el año 1325, a los 21 años, con el propósito de peregrinar a La Meca, pero no regresó hasta el año 1349 para partir a al-Andalus y después a Mali en que visitó la mítica ciudad de Tombuctú.
Al finalizar sus aventuras, el poeta Ibn Yuzayy recogió sus travesías en el libro Presente a aquellos que contemplan las cosas asombrosas de las ciudades y las maravillas de los viajes, conocido también como Rihla, El viaje, que pasó a ser un clásico de la literatura árabe aunque menos conocido para nosotros que Los Viajes de Marco Polo. Se sabe poco de su vida privada aunque se casó y se divorció en múltiples ocasiones durante sus aventuras, abandonando incluso a la viuda de un pariente del rey local de la Maldivas en la India a la que dejó embarazada. Solo pisó tierras cristianas en Cerdeña y Constantinopla. Pasó seis años al servicio del rico sultán de Delhi y pudo contemplar el funcionamiento de la burocracia china al igual que el veneciano Polo pocos años antes. Comía y dormía en cualquier parte, a veces en suntuosos palacios y en otras ocasiones en ermitas o albergues, pasando hambre y sed. Además de aprender las culturas de los lugares que visitaba, actuó como un misionero propagando la fe islámica de la que nunca renegó.

En su libro podemos leer cosas asombrosas que fue anotando a lo largo de los años: los jinetes tártaros, considerados los mejores del mundo, que bebían la sangre de sus propios caballos mientras los montaban; la cremación del cadáver de un hombre en la India cuya viuda se arrojó a la pira para la honra de su familia; recorrió la Ruta de la Seda; en el sur de la India disfrutó de los placeres de su comida y de sus mujeres, en las que tuvo cuatro, aparte de las esclavas durante el año y medio que estuvo allí; en la isla de Ceilán los nativos le aseguraron que la huella del pie de Adán se encontraba en un monte del lugar y también allí vio a monos que vivían en grupos con un jefe que llevaba una cinta en la cabeza y un bastón dando discursos y castigos al resto de la manada; en la India vio por primera vez un rinoceronte; fue atacado por rebeldes hindúes; hundieron el barco en el que viajaba en una ocasión para después ser capturado por los piratas; escapó de la Peste Negra en Siria; conoció a los mongoles; padeció el frío riguroso de la Horda de Oro …
A diferencia de otros viajeros de la época, probablemente lo que impulsó a Ibn Battuta para dedicar toda su vida a estos viajes fue su fe. Recorrió tres veces más distancia que Marco Polo y muchos más kilómetros que otros grandes viajeros medievales como el granadino Abu Hamid, el valenciano Ibn Jaldún o el español Ruy González de Clavijo, convirtiéndose su libro en un documento excepcional sobre las culturas de ese tiempo de la historia.
Para saber más:
National Geographic History Número 110
Link foto:
Deja una respuesta