A lo largo de treinta siglos se han profanado las tumbas de faraones egipcios en busca de tesoros allí escondidos. Ya en el año 24 a. C. el geógrafo griego Estrabón pudo comprobar en el Valle de los Reyes como se habían saqueado 40 tumbas en las proximidades de Tebas y, era tan habitual, que incluso fue motivo de que en el Libro de los Muertos (2100 a.C.) hubiera un párrafo que decía:
Yo no he robado comida de los muertos ni he tocado las vendas
Durante el Imperio Antiguo todas las pirámides eran saqueadas sin excepción por los ladrones, motivado probablemente por saber donde estaban enterrados los faraones y su más fácil acceso. Más tarde, Tutmosis I de la dinastía XVIII (1506 a. C.- 1494 a. C.), intentando librarse de la profanación de su cuerpo, decidió construir su tumba en el Valle de los Reyes, en el oeste de la ciudad de Tebas. Así se intentaba separar el entierro del faraón, del templo dedicado a su culto funerario y, al mismo tiempo, se abandonaba la tradicional construcción de pirámides para pasar a enterrarse en hipogeos ocultos y excavados en la montaña. Su entrada no estaba marcada con señales y un cuerpo especial de policía, los medyai, constituido por mercenarios nubios, serían los encargados de protegerlos. Además, los obreros encargados de su construcción vivían en un poblado, Deir el-Medina, del que no salían.
Algunos robos se producían incluso durante el mismo acto del entierro y, aún más, durante el proceso de momificación del faraón, robándose los amuletos y otros objetos de oro.
Maldiciones contra los ladrones
Los egipcios tras evidenciar que los robos seguían produciéndose a pesar de todas las medidas que tomaban para evitarlos, pusieron su confianza en la magia para atemorizar a los saqueadores del peligro al que se enfrentarían si perturban al faraón en su eterno descanso:
A quien ose violar esta tumba, un cocodrilo lo atacará en el agua y una serpiente lo atacará en tierra
O esta otra más famosa de la tumba de Tutankamón:
La muerte llegará rápidamente a aquel que ose perturbar el reposo eterno del faraón

Castigos contra los saqueadores:
Para hacer confesar a un sospechoso se le sometía a palizas con bastones y una vez demostrada su culpabilidad podría sufrir la mutilación de nariz, orejas, ojos… Pero el mayor castigo se reservaba en el caso de que hubiera quemado el cuerpo de faraón: morir empalado eliminando su nombre de su tumba para así impedirle tener vida en el Más Allá.
…y volviendo al descubrimiento de la tumba de Tutankamón
Antes de entrar Howard Carter el 4 de noviembre de 1922, el sepulcro fue profanado al menos en dos ocasiones, poco después de enterrar al faraón en el año 1337 a. C. No consiguieron sustraer el tesoro pero sí que dejaron un gran desorden en su interior. La sepultura fue sellada nuevamente durante la dinastía XX quedando oculta cuatro metros debajo de las casas de los obreros que construían la tumba de otro faraón, Ramsés VI.
Links imágenes:
Información basada en egiptologia
Responder a Eric Madrigal Cancelar la respuesta