
La masturbación, tanto masculina como femenina, se la considera y juzga hoy de forma muy distinta a cómo se ha hecho en tiempos pasados. En muchas otras culturas se la consideró como un acto inmoral al impedir que la especie humana permaneciera en el planeta por «perder semen de manera improductiva» –en el caso de los hombres- y al alejar a las mujeres de los hombres, prefiriendo su “vicio solitario”.
Sin embargo, el médico griego Galeno, aseguró que cuando un hombre no liberaba el semen de su organismo se convertía en un “ser peligroso” para su salud y para los demás. Siempre ponía de ejemplo a Diógenes, a quien consideró una persona muy culta gracias a que llevaba una vida sexual activa y recurría a la masturbación para estar en forma. Gracias a la gente que seguía los consejos de Galeno se fabricaron juguetes sexuales, y según se cuenta, fue en la ciudad de Mileto donde se podían conseguir los mejores de la época. No obstante, la masturbación fue considerada como un signo de pobreza, dado que los hombres con dinero preferían contratar a una trabajadora sexual para dicho fin.
Tras la llegada del Cristianismo y con los primeros Padres de la Iglesia, se condenó a todo aquél que recurriera a ella. San Agustín de Hipona incluso dictaminó que la masturbación y las relaciones sexuales que no tuvieran un fin reproductivo eran pecados más graves que la violaciones o el adulterio. Este pensamiento perduró durante todo el Medievo y el Renacimiento.

En 1774, el médico Samuel Tissot publicó un libro que causó el pánico a todo quien lo leía, su título: El onanismo. Este médico suizo tuvo gran credibilidad en su tiempo y describió científicamente el llamado “mal de la masturbación”, en el que podría ocasionar enfermedades físicas, incluso llevar a la muerte. Sus ideas persistieron hasta bien entrado el siglo XX.
Durante el siglo XVIII se extendió la idea de que además del “daño moral”, la masturbación provocaba “daño físico”: pelos en las manos, la cara se volvería verde, aparecería acné, se quedarían calvos, incluso, cáncer. Se idearon muchos métodos para descubrir a los niños y niñas que realizaban este acto impuro y llegaron a recurrir a la circuncisión sin anestesia, la aplicación de descargas eléctricas, trataron los genitales con ortigas, incluso llegaron a extirparlos quirúrgicamente. En otras ocasiones, se les ataban las manos en la cama o se les indicaba una dieta vegetariana con poca sal.
Sigmund Freud cambió todas estas concepciones poco a poco, no solo dijo que no era perjudicial, sino que además era beneficioso al aliviar el estrés y evitar las enfermedades de transmisión sexual. No obstante, existen culturas y religiones que siguen pensando que la masturbación es una historia de pecado.
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