El filósofo francés Denis Diderot, documentó en 1749 el caso de un amigo suyo ciego que era capaz de distinguir una calle de un callejón sin salida gracias a la gran sensibilidad que tenía de su entorno. Aunque existen otros casos igualmente documentados no será hasta mediados del siglo XX que se dan a conocer otros casos aún más sorprendentes.

Ben Underwood, un joven norteamericano que sufrió de muy pequeño la extirpación de sus dos globos oculares por un cáncer de retina era capaz de caminar por las calles de forma relajada, segura y sin ningún bastón que le guiara, incluso se desplazaba libremente dentro de cualquier edificio y montar en bicicleta. Pero, ¿cómo era posible que lo hiciera?.
La respuesta la tenemos en la «ecolocalización» , término creado en 1938 por el científico Donald R. Griffin, uno de los pioneros en el estudio de esta facultad. Demostró la existencia de la ecolocalización en los murciélagos. Posteriormente se comprobó también en delfines, cachalotes, vencejos y salanganas, basándose sobre este principio el sonar de los barcos y submarinos.
La posibilidad de que esta capacidad se pudiera también desarrollar en humanos es lo que hizo que en 2009 el equipo español liderado por Juan Antonio Martínez de la Universidad de Alcalá de Henares demostrara que era posible localizar objetos en la distancia emitiendo un chasquido con la lengua (¡Tch!) al apretarla contra el paladar y luego desplazarla hacia atrás. Los humanos lo podemos hacer tres o cuatro veces por segundo a diferencia de los delfines que lo hacen hasta 200 veces. Demostró que con un entrenamiento durante un mes de dos horas al día era posible distinguir si tenemos un objeto delante de nosotros.
Los expertos diferencian entre una «ecolocalización pasiva», en la que la persona se ayuda escuchando los ecos casuales para orientarse y una «ecolocalización activa» en la que es el sujeto el que emite un sonido para generar un eco, ya sea con la lengua o con un golpe de su bastón.
El ejemplo de que estaba en lo cierto lo tenemos en un norteamericano que es ciego desde que era bebé, Daniel Kish. Mediante los ecos de sus chasquidos puede reconocer el tamaño e incluso la textura y la densidad del objeto (madera-metal) que tiene alrededor, así como la distancia a la que se encuentra. Se le puede ver caminar por el campo o por la ciudad sin la necesidad de ningún bastón, e incluso montar en bicicleta en su ciudad. El principal motivo de tener esta capacidad la encontramos en su fino oído que diferencia los ecos que percibe.

Actualmente Daniel Kish dedica todo su tiempo a entrenar a otros ciegos en el uso de esta técnica a la que ha denominado FlashSonar. Más de 500 estudiantes de 25 países han formado parte de sus enseñanzas y muchos la han perfeccionado al nivel de Daniel Kish aunque no todos son capaces de hacerlo. El éxito se basa principalmente en entrenar a niños en edades lo más precoces posible (dos o tres años).
Gracias a la ayuda de las nuevas tecnologías en la actualidad están desarrollando un dispositivo (ecolocalización mejorada por Sound-Flash) que triplicará la eficiencia del eco. Incluso están trabajando en un ojo artificial que comunica la información al cerebro a través del sonido y las pantallas táctiles.
No se trata de ciencia ficción ni de tener superpoderes sino de entrenar capacidades innatas del ser humano. Es una muestra más de que infrautilizamos la capacidad real de nuestro cerebro y, respondiendo a la pregunta del título de este post, podemos asegurar que SÍ, sí se puede ver a través del sonido y esto está ayudando a muchos ciegos a poder tener más independencia y seguridad en su vida.
Para saber más:
World Access for the Blind (organización sin ánimo de lucro)
The British Library Sound Archive (con grabaciones de ecolocaciones)
observatoriodeladiscapacidad.es
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