
Durante la II Guerra Mundial ocurrieron muchos sucesos que han pasado desapercibidos (u ocultos) hasta nuestros tiempos. El protagonista de uno de ellos fue el mago Jasper Maskelyne (1902-1973) , un ilusionista inglés que propició la victoria en el desierto del General Montgomery frente al ejército alemán de Rommel.
Proveniente de una famosa familia de magos -su abuelo inventó la levitación horizontal- su fama como ilusionista era conocida por todo Londres. Tras los bombardeos nazis sobre la capital inglesa en 1941, se alistó –probablemente por haberse destruido todos los teatros donde actuaba-, siendo rechazado inicialmente por su edad. Tras admitírsele fue destinado al Real Cuerpo de Ingenieros básicamente para entretener a la tropa con sus trucos de magia, pero él sabía que podría hacer algo más por su país. En una actuación espectacular delante del Estado Mayor, dejó a todos boquiabiertos al hacer creer que el acorazado alemán Graf Spee remontaba el río Támesis cuando todo era una ilusión. Después el general Archibald Wavell fundó la A Force, dedicada a las acciones de confusión de las tropas nazis. Jasper reunió a 14 hombres (carpinteros, pintores, vidrieros, químicos, dibujantes…) creándose el Cuerpo Especial de Camuflaje, la Magic Gang.
Los alemanes estaban ganando la batalla del desierto y uno de los grandes problemas a los que se enfrentaban los británicos era el de asegurar el suministro de combustible, en el puerto de Alejandría y el Canal de Suez. Su protección era vital para poder seguir plantando cara al enemigo. El general Archibald pidió ayuda al gran mago:
Necesitamos una solución. No podemos hacer desaparecer la ciudad
Jasper respondió dejando atónito al militar:
Cierto. No podemos hacerla desaparecer. Pero quizá… quizá podamos cambiarla de sitio.

La recreación de Alejandría:
Sin dudarlo, puso a su servicio a 500 soldados y comenzaron a trabajar. El objetivo era crear una nueva Alejandría a 3 millas, en la bahia Maryut, el 22 de junio de 1941. Recreó su faro, edificios, depósitos de combustible e incluso falsos cañones antiaéreos. Antes de que los nazis comenzaran el bombardeo, apagaron las luces de la ciudad encendiendo la nueva ciudad reconstruida con barro, cartón y lonas. Copió de manera exacta la posición de las luces del puerto y puso explosivos controlados para engañarlos y hacerles pensar que sus ataques con bombas eran acertados. Durante días los aviones bombardearon el decorado y el propio general Rommel pensó durante gran parte de la guerra que había destruido el puerto de la mítica ciudad.
La desaparición del canal de Suez:
Los barcos británicos debían atravesar dicho canal y su control resultaba vital para mantener el suministro al igual que Alejandría. Jasper y su equipo pusieron en marcha el denominado «Manto Negro» que era como se conocía el genial plan que idearon. Mediante cañones de luz, armados con espejos estroboscópicos giratorios, crearon una auténtica tormenta de luz que deslumbraba a todos los aviones que se acercaban al canal, evitando así el bombardeo. Los británicos pudieron mantener el control de este vital canal.
Pero todavía no había llegado la que sería la operación más importante del desierto, la Operación Bertram, preludio de la batalla del Alamein, una colosal ilusión mediante la cual engañó a Rommel haciéndole pensar que los británicos atacarían por el sur (en lugar de por el norte), forzándole a que sus tropas de vanguardia retrocedieran. Crearon un falso ejército en medio del desierto: tanques hinchables, barracones, hombres, depósitos de agua, un oleoducto…

No resultaba fácil camuflarlos en el desierto por ser el terrero plano y monocromático, pero en el caso de los tanques, construyó «escudos solares» que eran dos armazones que los colocaba a ambos lados de los mismos y, al accionarlos, los cerraban. Las huellas que dejarian en la arena las simuló con mallas de espinas. El éxito fue -como en las misiones anteriores- absoluto, llegándose a copiar dicha táctica en el desembarco de Normandía.
Muchas de sus exitosas operaciones han sido -y siguen siendo- secretas y no será hasta el año 2.046 que se desclasificarán. Este es el motivo por el que no se le pueda reconocer -de momento- como un auténtico héroe a él o a algún miembro de su equipo. No han sido condecorados con ninguna medalla y, como muchos de los héroes anónimos de la Gran Guerra, han pasado inadvertidos por la historia.
Jasper Maskelyne acabó sus días retirado en Kenya en 1973, aunque los datos que os acabo de exponer se conocen por su autobiografía Magic: Top Secret, publicada en 1949. Hay fuentes que los cuestionan pero pocos son los que dudan. Habrá que esperar a que los documentos secretos salgan a la luz dentro de 33 años para poder reconocerle su valía y su mérito en la II Guerra Mundial.
Realmente cumplió la promesa que hizo a sus generales para que confiaran en él:
«Denme libertad y no habrá límites para los efectos que puedo crear en el campo de batalla. Puedo hacer cañones donde no los hay y lograr que disparos fantasmas cucen el mar. Puedo colocar un ejército entero en el terreno, si eso es lo que quiere, o aviones invisibles; incluso puedo proyectar en el cielo, una imagen de Hitler sentado en el escusado a miles de pies de altura».
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