Todos somos conscientes del daño que provoca la heroína. Esta droga semisintética derivada de la morfina se extrae de la adormidera, de la que a su vez se obtiene el opio. Una de las drogas más adictivas por la dependencia psicológica y física que produce.
En 1825 el farmacéutico alemán Heinrich Emanuel Merck produjo morfina al por mayor y en 1883, Heinrich Dreser la aisló obteniendo la diacetilmorfina, siendo comercializada en 1898 por el laboratorio Bayer simultáneamente al lanzamiento de otro célebre producto, la Aspirina. Se le dio el nombre de “heroína”, probablemente derivada de la palabra ”heroica”.
Sus dos novedosos productos revolucionarían el tratamiento contra el dolor pero además, la heroína, se vendería como remedio contra la tos en niños.
Con estos y otros muchos anuncios se promocionaba como eficaz e inocua esta nueva medicación durante años. Por todo el mundo se podían encontrar anuncios en prensa y revistas e incluso a principios del siglo XX, se distribuyó gratuitamente para los adictos a la morfina que querían rehabilitarse por considerarse su sustituto. No fue hasta pasados varios años que se descubrió que no solo no era inocua, sino que era más adictiva que la propia morfina. Su metabolización en el hígado provocaba que se transformara en morfina dentro del cuerpo. Cuando se dieron cuenta de ello, miles de niños y personas adultas la habían ingerido inocentemente, parándose su producción en 1913, pero el «mal» ya estaba hecho.
Este es un ejemplo de cómo no hay que hacer las cosas. De los errores se aprende y el tiempo y la historia han ayudado a que en la actualidad, antes de comercializar un medicamento deba cumplir multitud de ensayos pre-clínicos de los que solo uno de cada mil los pasan. Se necesita la aprobación de la Agencia Europea para la Evaluación de Medicamentos (EME) o de la Food and Drug Administration (FDA) de EE.UU. antes de llegar a la población, sometiéndose antes a tres fases de estudios clínicos en los que se comprueba la máxima eficacia y seguridad a corto y largo plazo, y sus efectos secundarios nulos o despreciables en relación a sus beneficios, entre otras muchas cosas.
No he querido poner este post para «alarmar» sino todo lo contrario. En la actualidad, cuando tomamos un medicamento, debemos ser conscientes de que antes han pasado muchos años y pruebas, que han demostrado su eficacia y seguridad. Aunque siempre hemos de asumir que el riesgo cero no existe ni en la vida ni mucho menos en la medicina.
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