El contexto histórico
En el año 428 a.C. -dos años después de que se iniciara la enfermedad- el historiador Tucídides narraba en «La Guerra del Peloponeso» una de las epidemias más terribles de la antigüedad y probablemente una de las primeras que fueron descritas:
(…) en el principio del verano, los peloponesos y sus aliados invadieron el territorio de Ática.(…), Pocos días después, sobrevino a los atenienses una terrible epidemia (…). Jamás en parte alguna se vio un azote semejante y víctimas tan numerosas; los médicos nada podían hacer pues de principio desconocían la naturaleza de la enfermedad además fueron los primeros en tener contacto con los pacientes y morían en primer lugar. La ciencia humana se mostró incapaz: en vano se elevaban oraciones en los templos. Finalmente, todo fue renunciado ante la fuerza de la epidemia (…). En general, el individuo se veía preso de los siguientes síntomas: sentía en primer lugar violento dolor de cabeza; los ojos se vivían rojos e inflamados; la lengua y la faringe asumían aspecto sanguinolento; la respiración se tornaba irregular y el aliento fétido. Se seguían espiros y ronquidos. Poco después el dolor se localizaba en el pecho, acompañándose de tos violenta; cuando atacaba al estómago, provocaba náuseas y vómitos con regurgitación de bilis. La mayor parte moría al cabo de siete a nueve días consumidos por el fuego interior…
Según Tucídides la epidemia acabó con un tercio de la población de Atenas (300.000 personas) en un momento en que se batía en guerra con Esparta. Una de las víctimas fue el gran estadista Pericles. Probablemente este hecho fue decisivo en el trancurrir de la contienda.
Hasta hace poco tiempo se había propuesto hasta 28 hipótesis diferentes sobre la causa de esa epidemia mortal suponiendo a la peste como la más probable. La aglomeración de la ciudad, el calor y la guerra, fueron un caldo de cultivo propicio para su propagación desde El Pireo, el único puerto de la ciudad y entrada de suministros a la misma.
…pero la causante no era la peste
Con la intención de resolver uno de los enigmas médicos más discutidos se inició un estudio en 1994 -con el profesor Manolis Papagrigorakis al frente- de los cuerpos encontrados en el cementerio de Kerameikos de Atenas, datados en esa época y cuyos resultados se publicaron en la revista International Journal of Infectious Diseases. Los investigadores determinaron que los sujetos fallecieron a causa de la fiebre tifoidea al encontrarse la bacteria Salmonella enterica Serovar Tiphy en la pulpa dental de tres dientes examinados.
No todo el mundo coincide con este diagnóstico basándose en el hecho de que la descripción de la enfermedad que hace Tucídides no coincide plenamente con la fiebre tifoidea, aunque también podría explicarse por la posible evolución de la bacteria a lo largos de lo siglos.
Nuestra pintura
Encontramos una Atenas sumida en el caos. La población desorientada, enferma, aturdida y lamentándose. La mayor parte yace en el suelo. Los que aún pueden sostenerse en pie intentan protegerse de ser contagiados mientras que los más valientes ayudan a los desahuciados. Mirando el cuadro podemos hacernos una idea de la confusión y el desorden que vivió la ciudad.
El autor del cuadro
Michael Sweerts (1618-1664), originario de Bruselas, fue un pintor barroco del que no se conoce nada de su formación. Lo poco que se sabe lo sitúa en la ciudad de Roma donde reside en la parroquia de Sta. María del Poppolo y su actividad profesional siempre ha ido ligada a la enseñanza de la pintura. Sus obras muestran la vida cotidiana con realismo pero también con un cierto tenebrismo que ilustra con luces y sombras. Ferviente católico, en 1659 se incorpora como hermano de la Société des Missions Étrangères de Paris, marchando dos años después en una expedición por el sureste asiático. Durante la misma su carácter indisciplinado motivó que fuera expulsado, muriendo en 1664 en la misión jesuita de Goa (India).
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