Viendo el interés que algunos de vosotros me mostrasteis en los comentarios del post El arte de espiar y cómo vencer a tu enemigo, hoy descubriremos la importancia que tuvo el espionaje durante la Segunda Guerra Mundial.
Palomas, túneles, tintas invisibles, radiotransmisores y muchos otros métodos se utilizaron y aunque nos puedan parecer “primitivos”, Churchill y muchos otros dirigentes se los tomaron muy en serio. Los servicios secretos ingleses eran conscientes de que la inteligencia alemana era vulnerable al contraespionaje y reclutaron agentes dobles cuyo trabajo resultó ser decisivo para ganar la guerra. No eran personas más inteligentes, ni siquiera destacaban en alguna habilidad especial, todo lo contrario, eran bastante singulares.
¿Cómo es posible que el espía más decisivo de la Segunda Guerra Mundial nunca pisara una oficina de ningún servicio de inteligencia, no hablara inglés ni alemán, y acabara convirtiéndose en la única persona condecorada por ambos bandos durante la contienda?
Con esta pregunta el escritor Javier Juárez se estaba refiriendo a Joan Pujol, el mejor agente doble que halla existido nunca. Sus servicios salvaron muchas vidas, siendo decisivo para el fin de la guerra. Los aliados le conocían como Garbo, y los alemanes como Arabal.
Dentro del complicado sistema de agentes dobles conocido como Doble Cruz, destacaban cinco que con su actuación hicieron creer a Hitler que la verdadera invasión aliada de Europa se realizaría más tarde y en Calais, en lugar de Normandía. Junto con Joan Pujol se encontraba Elvira Chaudoir, Roman Czerniawsli, Lily Sergeyev y Dusko Popov. Todos ellos eran unos personajes muy pintorescos: una peruana inestable, un polaco muy patriota pero bastante inconsciente, una francesa voluble, un serbio seductor y un catalán gerente en una granja de pollos.
Joan Pujol, el agente:
Siendo España un país aparentemente neutral durante la guerra, Berlín desplegó en Madrid una de sus más grandes embajadas. Allí se encontraban dos de los agentes más activos del espionaje militar en ese país, Eberhard Kieckebusch y Friedrich Knappe Ratey, mentor de Pujol como agente alemán.
Nacido en Barcelona, Pujol comenzó su animadversión hacia el nazismo y la Unión Soviética después de la Guerra Civil Española. Inicialmente se dirigió a la embajada británica en Madrid para ofrecer sus servicios, pero fue rechazado. Lejos de desanimarse decidió servir a los alemanes pero como espía doble para los aliados. Los alemanes cayeron en su trampa y lo aceptaron. Estableció una fictícia red de espías y volvió a ofrecerse al MI5 británico, siendo esta vez aceptado. El motivo de hacerlo ahora y no antes fue debido a que el servicio de inteligencia británico, tras controlarle, conocía su situación, aunque Pujol nunca nunca fue consciente de ello. Podríamos decir que esta vez él, era el espía espiado.
Operó inicialmente desde Lisboa, inventando informes y fingiendo viajar por Gran Bretaña mientras obtenía informacion, pero todo era falso. No será hasta la primavera de 1942 que llegó al Reino Unido operando como agente doble de la Doble Cruz. Esta se creó por iniciativa de la Inteligencia Británica basada en la captura de agentes alemanes y su conversión en agentes de contraespionaje. El principal cometido de Pujol fue convencer a los alemanes de que había reclutado agentes del Reino Unido. Para ello elaboró informes coherentes que no levantaran sospecha. A cambio, los alemanes le pagaban grandes sumas de dinero para mantener su fictícia red, llegando a gozar de gran credibilidad por parte de sus superiores (de los dos bandos), que le llevó a adquirir el status de Agente A1.
Su trabajo más importante fue el convencer a Hitler, en la conocida Operación Fortitude, de que la invasión aliada transcurriría en Calais, a 250 km. de Normandía. Los alemanes concentraron a sus tropas allí y, era tanta la credibilidad que tenían en Pujol que una vez comenzado el desembarco, todavía creían que no era más que una maniobra de distracción de los aliados para la verdadera invasión, en Calais.
Fue tan minucioso en su trabajo que solo se tienen dos imágenes de él: las de su carnet de oficial alemán y el británico. Además, es la primera y casi la única persona que fue condecorada con medallas de ambos lados de la contienda, obteniendo la Cruz de Hierro y la Orden del Imperio Británico.
Al finalizar la guerra se trasladó a Venezuela donde vivió anónimamente haciendo creer a todos que murió en África de malaria, en el año 1949. No es hasta la década de los años 80 que reaparece públicamente, muriendo en 1988 en Caracas y siendo enterrado en la población de Choroní.
Una máquina muy enigmática:
Desde Londres, se formó una red de espionaje por toda Europa y África del Norte, siendo la más importante la que operaba en Francia con 2500 colaboradores que enviaron a la Central londinense más de 5200 informes en sólo dos años, eso sin contar los sabotajes que realizaban a los alemanes. Pero si había una inteligencia de espionaje altamente preciada era la de los polacos que durante la guerra enviaron a los aliados más de 26 000 informes y miles de cablegramas alemanes descifrados.
Precisamente la inteligencia polaca fue la que envió a los aliados al principio de la contienda la réplica de la máquina criptográfica «Enigma», que permitía descifrar estos cablegramas encriptados alemanes. Esto tuvo su importancia sobre todo en la Batalla de Inglaterra, la Batalla del Atlántico y en la posterior invasión de Europa.

Aparentemente Enigma era una máquina de escribir pero no imprimía precisamente letras en un papel (al final del post dejo un enlace donde se describe con detalle su funcionamiento).
Creo que las guerras no solo se ganan en los campos de batalla y buena parte de las victorias se deben a la labor oculta de estos personajes anónimos. Claro está que las grandes batallas como Stalingrado, El Alamein y tantas otras, han relegado en un segundo plano la historia del espionaje, pero este siempre ha sido un tema de interés para muchas personas, novelas y películas.
Es ahora que podemos entender la frase del escritor Ben Macintyre cuando dijo:
A mí me enseñaron que Gran Bretaña ganó la guerra porque éramos nobles y buenos. Actualmente sé que ganamos en buena medida porque éramos malos y mentíamos
Novelas:
El hombre que nunca existió, de Ben Macintyre.
Garbo, el espía, de Stephan Talty.
Juan Pujol, el espía que derrotó a Hitler, de Javier Juárez.
Un video:
Para saber más:
Artículo de Javier Juárez en El Mundo
Links imágenes:
Deja una respuesta