
Es necesario no tener miedo al fracaso…
Son las últimas palabras que telegrafió Percival Harrison Fawcett (1867-1925) despidiéndose de su mujer, el 29 de mayo de 1925. Desde un campamento en Mato Grosso se disponía a iniciar su última gran aventura, la que acabaría por convertirse en uno de los misterios más insondables en los anales de los viajes de exploración. Junto a su hijo Jack y el amigo de éste, Raleigh Rimell, desaparecieron bajo circunstancias desconocidas mientras buscaban una ciudad perdida del manuscrito 512 en la inexplorada selva de Brasil, la denominaba ciudad perdida de «Z».
Su vida:

Nació en Torquay (Inglaterra) y además de explorador fue militar. Heredó su interés por la aventura, de su padre, miembro de la Royal Geographical Society. Trabajó para el servicio secreto en África del Norte donde aprendió el arte del topógrafo. En 1906 hizo su primera expedición a Sudamérica para cartografiar un área de la selva fronteriza entre Brasil y Bolivia para poder delimitar las actuales fronteras entre los dos países. Entre 1906 y 1924 realizó siete expediciones aunque regresó a Gran Bretaña como voluntario para participar en la I Guerra Mundial. En Europa explicó a sus colegas todo lo que vio en el Amazonas: anacondas gigantes, animales misteriosos, tribus inhóspitas…
La gran aventura:
Buen conocedor de la arqueología de la región siempre mostró interés por los viejos relatos que contaban los nativos acerca de una ciudad perdida en la jungla brasileña. En una ocasión, el escritor y también aventurero, sir H. Rider Haggart le regaló un ídolo de piedra negra, con unos misteriosos signos esculpidos y poco después, llegó a sus oídos que un hombre llamado Francisco Raposo en el año 1743 tuvo acceso a una Ciudad Perdida mientras buscaba las Minas de Muribeca.

Su investigación le llevó a leer un documento escrito por el Canónigo J. de la C. Barbosa quien describe con todo lujo de detalle la expedición de Raposo pues este le envió la noticia de la ciudad al Virrey don Luis Peregrino de Carvalho Menezes de Athaide, pero no le respondió y el tiempo hizo que Francisco Raposo cayera en el olvido. Tras adquirir un antiguo mapa -que actualmente se encuentra en la sección de «obras raras» de la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro– de la entonces desconocida zona de Mato Grosso, al suroeste de Brasil, donde aparecía el nombre de una ciudad sin nombre, Fawcett no lo dudó. Aquella ciudad era una de las perdidas de Brasil remanentes de una antigua civilización, la Atlántida, y no tardó en organizar la que sería su última expedición.
Como ya he dicho antes, era buen conocedor de la zona y sabía que podría viajar más rápido y pasar más desapercibido entre las tribus de la selva -que nunca habían estado en contacto con el hombre blanco-, si le acompañaban pocos hombres. Es por eso que eligió a su hijo y un amigo suyo para la aventura, pero… nada más se sabe de lo que ocurrió una vez se adentraron en los bosques.
Se forma la leyenda:
Antes de partir, dejó instrucciones muy claras de que si no regresaban no deberían enviarse expediciones de rescate pues los rescatadores sufrirían su mismo destino, pero en contra de su deseo se formaron más de 13 expediciones muriendo cien de sus rescatadores en los intentos.
Durante décadas continuó viva su misteriosa desaparición. ¿Encontró Fawcett la Ciudad Perdida? ¿Acabó muerto por los indios locales? ¿Perdió su memoria pasando el resto de su vida como jefe de una tribu de caníbales?.. Todo eran rumores.
En 1927 se encontró un letrero con su nombre entre una tribu indígena, y en 1933 su brújula de teodolito. En 1951, el brasileño Orlando Vilas Boas dijo que un cacique calapo aseguró haber asesinado a unos exploradores conociendo el lugar donde se encontraban sus restos. Tras dar con ellos, un análisis posterior confirmó que los huesos no correspondían a Fawcett. Recientemente, en 1998, el explorador inglés Benedict Allen fue al encuentro de los indios Kalapalo en una expedición organizada por la BBC, pues según Vilas Boas, esta tribu admitió haber matado a los tres miembros de la expedición de Fawcett. Durante la entrevista con Vajuvi, uno de los ancianos de la tribu, se pudo comprobar que tampoco este rumor era cierto.

Uno de sus viajes inspiró a Arthur Conan Doyle para localizar su novela El mundo perdido, pero su vida de leyenda ha sido motivo de incontables documentales, libros y novelas. Se dice que fue la inspiración para el arqueólogo de ficción, Indiana Jones y creo que podemos decir con justicia que Perry Fawcett es el verdadero Indiana Jones.
Una novela:
La ciudad perdida de Z, de David Grann. Ed. Plaza & Janes Editores, 2010.
Para saber más:
Links:
Unmuseum; dogmacero; biblioteca nacional de Río
Links fotos:
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