Es uno de los instrumentos médicos más utilizados y todos lo hemos empleado en más de una ocasión para saber la temperatura de nuestro cuerpo cuando nos hemos sentido mal. También la eficacia de muchos tratamientos sigue valorándose en función de lo que nos indica. ¿Cómo hubiera avanzado la medicina sin este diminuto pero imprescindible aparatito? Seguro que de manera muy distinta a como lo ha hecho.
Su invención se la debemos a Galileo Galilei en el año 1592, e inicialmente se utilizó para conocer la temperatura ambiente. No era de mercurio, sino de una mezcla de agua con alcohol que también se expandía o contraía según la temperatura. Galileo ideó un tubo de vidrio que terminaba en un bulbo grande y que tras calentarlo, sumergía el tubo por su extremo abierto en agua, y al enfriarse, subía el nivel de la columna de agua cuando el aire del interior del bulbo se calentaba o enfriaba. Le dio el nombre de termoscopio (predecesor de nuestro termómetro), no llevaba ninguna escala y un problema que presentaba era que la altura del líquido dependía de la presión atmosférica.
El gran Duque de Toscana, Fernando II de Medici, ideó por aquella época uno lleno de aguardiente coloreado que era más sensible a la dilatación que el agua, el cual tenía la ventaja de no congelarse tan fácilmente. El tubo al ser más largo quedaba enrollado en forma de hélice confiriendo así el aspecto característico de los termómetros florentinos.

En 1611, el médico veneciano Santorre Santorio, le puso una escala numérica y lo utilizó para conocer la temperatura del cuerpo humano. Lástima que por aquellos tiempos se desconociera el efecto que tenía la fiebre en las personas y no se le diera la importancia que tenía. Unos años después, en 1624, el jesuita Jean Leurechon le daría el nombre de thermomètre.
En 1714 Gabriel Fahrenheit remplazó las mezclas alcohólicas del termómetro florentino por mercurio, permitiendo medir temperaturas más altas y proponiendo el 96 como referencia del calor del cuerpo humano, pues era la temperatura que reflejaba cuando se colocaba bajo el brazo o en la boca. Sería en Holanda donde se utilizarán por primera vez termómetros de mercurio incorporándolos a los exámenes clínicos, pero sería Fahrenheit quien lograra crear el primero que se podía utilizar de manera cómoda y eficaz. La principal ventaja del termómetro de mercurio sobre sus antedecesores radicaba en que lograba una graduación exacta independientemente del lugar del cuerpo donde lo colocaran.
En 1742, Anders Celsius, propuso el cero para la ebullición del agua y el cien para la congelación. Jean-Pierre Christin invirtió esos puntos dando lugar a la escala centígrada (así llamada tras la Revolución Francesa) o Celsius (desde 1948). Pero el mérito de instaurar los fundamentos científicos de la termometría clínica y de convertirlo en el instrumento imprescindible para todo médico se debe a Carl Reinhold A. Wunderlich (1815-1877).
En la actualidad los termómetros de mercurio han sido sustituidos por los digitales en la gran mayoría de países, por su efecto contaminante. En España se dejaron de utilizar a partir del año 2007.
Para saber más:
Facultad de ciencias médicas- UNCuyo
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