
Cuando en el año 327 a.C. Alejandro Magno comenzó su conquista de la India, ya había oído hablar de esa tierra fantasiosa situada en los confines del mundo, llena de monstruos y mil maravillas. Pero a medida que avanzaba por ella con su victorioso ejército fue consciente de que sus expectativas se habían quedado cortas tanto por las enormes dimensiones del continente como por lo que en él iba encontrando: innumerables aldeas, ciudades de gran tamaño que muchas veces superaban a cualquier polis griega, su flora y su fauna, sus costumbres…
Antes de su expedición las noticias sobre esas extrañas tierras eran escasas y poco fiables. Muy pocos eran los que se habían aventurado por esas latitudes y probablemente el interés de Alejandro por adentrarse allí procede de las fuentes de Escílax de Carianda -como explorador al servicio del rey persa Darío I- y de Ctesias de Cnido, el primer griego que hizo un tratado sobre la India con la información de comerciantes y aventureros que sí la habían visitado, aunque él nunca llegó a hacerlo.
Cuando el ejército macedónico dejó las nieves perpetuas del Hindu Kush, se adentraron en la cuenca del Indo donde sus profundos desfiladeros y el ruido atronador de sus torrentes con su impresionantes crecidas no podían ser otra cosa que las míticas fuentes del Nilo. Árboles con troncos tan grandes que ni cinco hombres podían rodearlos con sus brazos y copas tan densas que daban sombras a cuatrocientos soldados, plantas venenosas pero también sanadoras, animales increíbles como pitones de siete metros, tigres, rinocerontes, elefantes y papagayos. Incluso confundieron a los simios como “extraños soldados ”. Pero fue el encuentro con los habitantes y sus costumbres lo que más le impresionó: altos y delgados, con su barba teñida de múltiples colores y sus ropas de lino mientras que sus cabezas permanecían cubiertas y enrolladas. Su salud envidiable y su longevidad superaba a cualquier otra raza conocida.
El encuentro entre Alejandro Magno y los gymnosofistas:
Fue entonces cuando se produjo el mítico encuentro entre Alejandro y unos hombres conocidos como los “sabios desnudos”. Conocidos también como Brahmanes será con los escritos de Plutarco que se comenzarán a denominar gymnosofistas.
Habitaban los montes sin entrar en los poblados, viviendo en cuevas, desnudos, sin ningún vicio humano. En la expedición le acompañaban algunos filósofos escépticos de lo que habían oído en Grecia como Pirrón y Anaxarco. Fue conocerlos y rendirse ante su sabiduría. Se dedicaban a reflexionar sobre el mundo y lo que más fascinó a los helenos fue su búsqueda extrema del ascetismo soportando el frío, soportando el calor, y rehusando el alimento pues lo consideraban enemigo de la pureza del pensamiento.

Cuenta Plutarco en sus Vidas paralelas que presentaron a diez de estos sabios (los que más habían contribuido a que Sabas se rebelase contra los macedónicos) a Alejandro. Estos le recordaron que era tan humano como cualquier otro mortal diciéndole:
tu vida de conquistas no tiene sentido, y tras dar una patada en el suelo le explicaron que los humanos sólo pueden poseer la tierra que pisan.
Alejandro, contrariado, les propuso que primero daría muerte al que más mal respondiese a una pregunta, y así después, por orden, a los demás. Estas fueron sus contestaciones al interrogatorio:
- ¿Quién era más en su opinión, los vivos o los muertos? El primer sabio dijo que los vivos, pues los muertos ya no eran.
- ¿Cuál cría mayores bestias, la tierra o la mar? El segundo sabio indicó que la tierra, porque la mar hacía parte de ella.
- ¿Cuál es el animal más astuto? Aquél que el hombre no ha conocido todavía, señaló el tercero.
- ¿Por qué alentaron a la rebelión de Sabas? Con el deseo de que viviera bien o muriera malamente.
- ¿Cuál había sido hecho primero, el día o la noche? El quinto sabio contestó que el día precedió a esta en un día.
- ¿Cómo lograr ser uno el más amado entre los hombres? Si siendo el más poderoso no se hiciese temer, alegó el sexto.
- ¿Cómo podría cualquier hombre hacerse dios? Si hiciese cosas que al hombre es imposible hacer.
- ¿De la vida y la muerte cuál puede más? La vida, pues puede soportar tantos males.
- ¿Hasta cuándo le estaría bien al hombre vivir? Hasta que no tenga por mejor la muerte que la vida, contestó el último sabio desnudo.
Alejandro los dejó a todos libres e impresionado con su sabiduría les ofreció vivir en Grecia con todo tipo de gratificaciones. Lo que no sabía era que no se podía forzar a la mente para hacer lo que no se está dispuesto a practicar.
Para terminar este post os explicaré algo extraordinario que tiene a la comunidad científica perpleja. El hombre de esta foto es Prahlad Jani (os dejo un enlace más abajo) y ha llevado a un extremo sobrenatural la filosofía de estos hombres «sabios desnudos».

Para saber más:
El faquir indio que no come desde hace 70 años
Opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres (PDF)
Plutarco Vidas paralelas- Alejandro
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