Con el mayor ejército reunido hasta entonces, el rey persa Jerjes, avanzó seguro de su abrumadora victoria. Era la primavera del año 480 a.C. y sus 180 000 infantes, 60 000 jinetes y 700 naves (cifras que se multiplican por diez según Heródoto) se enfrentó a tan solo 7000 valientes griegos y a poco más de 300 naves. Entre ellos destacó la guardia de élite del rey de Esparta, Leónidas. Estos “elegidos” tenían entre 20 y 29 años, y eran considerados los mejores soldados que podía tener un ejército. Se les conoció con el nombre de hippeís (caballeros) y sirvieron como hoplitas, siempre en el centro de la falange, junto a su soberano.
Conscientes del «suicidio colectivo» al que se dirigían, el código de honor inculcado en su sistema de educación espartano les hizo considerar que no podía existir nada más vergonzoso que ser señalado como un cobarde, algo que sucedía si se regresaba con vida tras perder una batalla. Leónidas tuvo en cuenta este hecho y para seleccionar a sus trescientos acordó que al menos tuvieran un hijo varón que perpetuara su estirpe.
La batalla
Jerjes quiso vengar el saqueo de la ciudad persa de Sardes (499 a.C.) y la derrota de Maratón por los griegos (490 a.C.), su objetivo: llegar a Atenas y convertir a los griegos en vasallos. Las pocas ciudades que decidieron enfrentarse a los persas se reunieron en el templo de Poseidón en Corinto donde realizaron un juramento religioso, germen de la posterior Liga Helénica. Ante la desigualdad de fuerzas se decidió frenar a los persas en el paso de la Termópilas, en la región de Tesalia. Se trataba de un desfiladero de 1300 metros de longitud y entre 15 y 30 metros de ancho en su centro. Leónidas confió que esa estrechez neutralizaría la abrumadora ventaja numérica de su enemigo. Además, en el flanco derecho de las falanges había un acantilado que anularía uno de los puntos débiles de los hoplitas, pues sostenían su escudo con el brazo izquierdo.
La traición
Las tropas de Leónidas reconstruyeron un muro de dos metros de altura (muro focense). El 20 de agosto, Jerjes se instaló en la entrada del paso esperando, infructuosamente, a su flota, frenada por los griegos en el cabo Artemision. El día 26 atacaron a los persas, y tras fingir retirarse, les tendieron una emboscada. Ante el desconcierto de los persas, lo que parecía una batalla fácil de ganar, se convertirió en el inicio de una pesadilla. Entonces apareció el traidor, Efialtes, un pastor buen conocedor de la zona, que mostró el camino (la senda Anopea) a los persas. La mañana del día 28, Leónidas, consciente de la frágil situación en que se encontraban, ordenó retirar a la mayoría de sus tropas, permaneciendo solo él y sus trescientos. Tras el heroico enfrentamiento final Leónidas murió, así comenzó el mito y su gloria imperecedera.
Según Herodoto, frente a los 4000 bajas de los griegos, los persas sufrieron 20 000, y para recordar los hechos, se construyó un recinto con el nombre del héroe de las Termópilas y sus trescientos espartianos, el Leonidaion.
Las consecuencias
No se consiguió frenar el avance de los persas, pero se decidió su campaña en Grecia. Se rompieron las comunicaciones entre sus fuerzas terrestres y marítimas dejando su flota expuesta a las tormentas del verano. Sin duda, la victoria final de los griegos (batalla de Platea, agosto 479 a.C.), y antes en Salamina (donde Temístocles derrotó la armada persa), no hubiera sido posible sin el duro menoscabo moral de esos valientes espartanos.

Un video:
Una novela:
Puertas de fuego. Steven Pressfield. Ed. Grijalbo. Barcelona, 1999.
Para saber más:
Información basada en un artículo de Antonio Penadés La batalla de las Termópilas. Profesor del Instituto Valenciano de Estudios Clásicos y Orientales.
Links fotos:
Jacques-Louis David; Eric Gaba; Paso de las Termópilas-Wikimedia
Deja una respuesta