Tras haber preparado los sacrificios y los banquetes bajo los árboles traen dos toros blancos (…). En su túnica blanca, un druida sube el árbol para cortar el muérdago con su hoz de oro, otros vestidos de la misma manera lo reciben. Después matan a los animales de sacrificio y rezan para que el dios les recompense esta ofrenda con sus dotes.
Esta descripción de Plinio el Viejo bien podría ser una escena del conocido cómic de Astérix, creado por Goscinny y Uderzo, y el druida que sube al árbol, Panoramix. Por supuesto es de ficción pero nos acerca la figura de estos personajes. Vestido con su túnica blanca y con su inseparable hoz de oro, ilustra lo que representaron en aquella sociedad.
De hecho solo se conoce con certeza el nombre de un druida, Diviciaco, un senador galo de la tribu de los eduos, que se presentó ante el Senado de Roma en el año 63 a. C., hospedándose en la lujosa villa del Monte Palatino del ilustre Cicerón.
No se tienen registros escritos de ellos y las únicas evidencias que se han encontrado provienen de las breves descripciones hechas por griegos, romanos y algún que otro autor del Medievo. La referencia más antigua data del 200 a. C. pero será un siglo después que el griego Posidonio de Apamea visite la Galia y deje una descripción muy precisa que, aunque no se ha conservado, fue copiada por Julio César en sus Comentarios sobre la guerra de las Galias (50 a. C.) en su libro VI. A pesar de todo los historiadores los han criticado por ser poco fiables.
El imaginario colectivo los tiene como magos y brujos pero nada más lejos de la realidad pues en realidad eran filósofos y téologos, que a partir del siglo V a. C. alcanzan una posición preeminente dentro de los asentamientos galos
En Grecia, a pesar de que nunca estuvieron en contacto, se les comparaba con los pitagóricos al tener muchas similitudes con ellos: ambas eran sectas cerradas, que cultivaban el secretismo y prohibían poner por escrito sus enseñanzas; creían en la existencia de un alma imperecedera que se reencarnaría perpetuamente, y compartían la predilección por los números y el estudio del universo, creando un calendario basado en el doble recorrido del sol y de la luna.
Ambas escuelas tenían como objetivo que las relaciones entre los hombres fueran más armoniosas y eso justificaría su intervención en la política.
Su formación
No se sabe con certeza y todo son conjeturas. Debían aprender de memoria una gran cantidad de versos y este es uno de los motivos por los que no han aparecido escritos ni traducciones de esa tradición oral, pudiendo cualquier persona iniciarse como druida.
Existían tres órdenes de religiosos:
- El de los bardos, portadores de túnicas azules, poetas y cantantes. Actuaban como auténticos censores de la sociedad mientras tocaban su lira de siete cuerdas. Los druidas les consideraban sus rivales pues éstos reivindicaban el conocimiento exclusivo de los dioses y del universo. Cuando Posidonio viaja a la Galia, los bardos ya no eran más que simple bufones.
- Los ovates llevaban una túnica verde y eran teólogos, especialistas del mundo natural. Practicaban la adivinación sacrificando animales e incluso seres humanos, práctica que fue desapareciendo gracias a los druidas a medida que los sustituían en el órden religioso.
- El de los druidas, palabra que se traduciría como “roble”, estudiaban la filosofía moral. Pretendían y consiguieron ser los únicos intermediarios entre los dioses y los hombres.
Sus logros
Para los druidas lo material no era importante y por ello los galos nunca dejaron monumentos ni obras de arte. Se dedicaban a la fisiología, especulando sobre la composición de la materia y clasificando las especies vegetales y animales. Utilizaban el muérdago por sus propiedades curativas, hecho que se ha demostrado en la actualidad sobre todo por su acción anticancerígena (cuidado: no quiero decir con esto que se deba utilizar para tratar el cáncer). Desarrollaron el abono con estiércol, inventaron el hierro forjado y la hojalata. Establecieron las primeras leyes de su pueblo y estaban exentos de pagar impuestos y de las obligaciones militares.
Sus asambleas
Repartidos por la región céltica y por Bélgica se federaron reuniéndose una vez al año en una gran asamblea situada en el centro de la Galia donde debatían sobre teología y los últimos avances científicos. Se elegía a un Gran Druida que conservaba dicho título honorífico hasta el día de su muerte.
El declive
Como con tantas otras culturas la influencia romana fue disminuyendo la fe en el poder de los druidas. Augusto, el primer emperador romano, decretó que ningún druida podría obtener la ciudadanía romana y unos años después, el emperador Claudio prohibió sus prácticas religiosas de manera definitiva.
Poco a poco los auténticos druidas, aquellos que recibían su estricta educación oral en secreto durante veinte años de estudios, fueron desapariciendo y siglos después aparecieron adivinos de poca monta que se autoproclamaban druidas.
En el siglo XVII el escritor John Aubrey vinculó la estructura megalítica de Stonehenge con los druidas. Y a partir del siglo XVIII aparece en Inglaterra y Gales un movimiento conocido como neodruidismo, basado en las ideas de los antiguos druidas.
Una novela:
El druida, de M. Llywelyn. Martinez Roca, Barcelona 2002.
Para saber más:
The Druids, de Ronald Hutton (2007).Londres, Hambledon Continuum.
De divinatione, de Cicerón (en latín).
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