Nació en Wisconsin en 1868 y tras recorrer en varias ocasiones toda Norteamérica recogió las culturas milenarias de las tribus condenadas a su extinción. Sus fotografías son auténticas obras de arte, tanto por su calidad como por ser testimonio único de la limpieza étnica de los indios en nombre del progreso del hombre blanco. Su trabajo hizo posible que muchas de las tribus actuales utilicen su material para redescubrir sus tradiciones, sus mitos, sus canciones y sus lenguas.
Todo empezó por una casualidad y un rescate en el monte Rainier, donde ayudó a un grupo de científicos perdidos, entre ellos George Bird Grinnell, gran conocedor de los indios de las llanuras y Clint Hart Merriam, cofundador de la prestigiosa National Geographic Society. En agradecimiento, le invitaron a una expedición a Alaska en 1899, y un año después, Grinell, le propuso acompañarle a las llanuras de Montana para inmortalizar una ceremonia sagrada para los indios, la danza del Sol. Hasta entonces había fotografiado pequeños grupos dispersos de indios, sin embargo, esta era una oportunidad única al ser excepcional hacerlo en un campamento con más de doscientos tipis. Durante cinco días tuvo contacto directo con una de las pocas tribus supervivientes en ese tiempo.
Tras la guerra civil entre el Norte unionista y el Sur confederado (1861-1865) el problema indio se agravó. Los colonos presionaban sobre el territorio sioux de Fort Laramie obligando al jefe Nube Roja a rebelarse, firmando en 1868 un tratado por el que se delimitaba la Gran Reserva Siux. La expansión del tendido del ferrocarril ( 1863-1869) propició la llegada de colonos. El exterminio de los bisontes, primero para alimentar a los obreros del ferrocarril y después para obtener carne y pieles, aceleró la destrucción de la cultura india ya que su vida material y espiritual descansaba en estos animales. De sesenta millones de ejemplares a mediados del siglo XIX, se pasaron a menos de mil en 1883, teniendo a William Frederick Cody uno de sus mayores cazadores (valiéndole el apodo de Buffalo Bill). Con la rendición del jefe apache Gerónimo en 1886 la conquista del Oeste llegaba a su fin.
En el año 1900 muchas lenguas y costumbres indias se perdieron por el avance del hombre blanco quedando no más de 237 000 indios en toda Norteamérica de un total de diez millones que eran cuando llegaron los europeos. Las fotografías que capturó tuvieron gran éxito, decidiendo entonces que se dedicaría el resto de su vida a fotografiar todas las tribus indias para capturar su «esencia» antes de su completa desaparición.
Inicia su aventura en el suroeste, tierra de los indios hopis, pero está decidido a buscar a los supervivientes de otras tribus como los navahos, apaches, mohaves… dispersos por toda Norteamérica. Su esfuerzo corría el riesgo de ser inútil al no poder hacer frente a los gastos. Dilapidó todos sus ahorros, 25 000 dólares (equivalentes a 375 000 de nuestros euros), y si no encontraba a alguien que le subvencionara su proyecto, este desaparecería. Fue entonces que apareció en escena el banquero y empresario de New York, J. P. Morgan, uno de los hombres más ricos del mundo y gran coleccionista, convirtiéndose en su mecenas aunque no deja de ser irónico que uno de sus negocios, el ferrocarril, sería uno de los causantes en la desaparición de los indios.
Con cada viejo o vieja que muere, muere alguna tradición, algún conocimiento que no posee nadie más. Es por eso que hay que recoger la información ahora mismo, en beneficio de las futuras generaciones, respetando su modo de vida. Si no se hace, la oportunidad se perderá para siempre.
Durante los siguientes años va completando su obra viajando por todo el país y convirtiéndose en la máxima autoridad del país sobre los indios. Reúne en veinte volúmenes, textos y fotografías de 80 tribus, 10 000 canciones tradicionales, 40 000 negativos fotográficos de retratos y escenas de su vida, y el vocabulario de 75 lenguas y dialectos.
En 1926 se traslada a Oklahoma donde se encuentran una cuarta parte de todos los indios del país. La extinción de toda una cultura ya es un hecho. Curtis tiene 59 años y se encuentra arruinado, divorciado y cansado después de treinta años de viajes cruzando el país 125 veces. Su última obra la acaba en 1929, justo antes de la Gran Depresión, pasando al olvido después. Vive míseramente hasta el día de su muerte en 1952.
En el año 2010 se llegó a pagar por un fotograbado suyo 169 000 dólares, y 1,8 millones por una de sus colecciones, estimándose el coste total de su magna obra de más de 50 millones de euros.
Para saber más:
Los indios de Norteamérica. Las carpetas completas. Ed. Colònia: Taschen, 2003.
Información basada en un artículo de Álex Novials y Javier Laviña, en Sàpiens, nº 145.
Links fotos:
Edward S. Curtis (I); Edward S. Curtis (II); digital Biblioteca colecciones; Wikimedia; Northwestern University Library(I); Edward S. Curtis (III); Northwestern University Library
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