
¿Cuál puede ser el motivo por el que un hombre mientras copulaba se sujetara un testículo? ¿Se consideraba a las mujeres más calientes que a los hombres? ¿Por qué las hembras tienen los pechos más grandes que los machos? Puede que muchas de las mujeres (y hombres) que lean el artículo de hoy se sorprendan, pero estos pensamientos no se cuestionarían hasta pasado mucho tiempo. Lo primero que voy a hacer es explicar el porqué del título.
Los hipocráticos desconocían la existencia de los ovarios y consideraban que el aparato reproductor femenino estaba formado por dos o más cavidades conocidas como vientre (sinónimo del útero). Según sus creencias, pensaban que podía desplazarse a cualquier otra parte del cuerpo: corazón, cerebro, vejiga, hígado… Lo consideraban como un «animal irracional» dentro del cuerpo en busca de satisfacción sexual y de un embarazo. Así explicaban que cuando la mujer no tenía relaciones sexuales o no menstruaba, esa sequedad que tenía provocaba que el útero fuera atraído por órganos más húmedos. Por contra, la humedad que originaba la relación sexual mantenía al útero en su sitio, creencia probablemente copiada de la medicina egipcia (Papiro Lahun). Sospechaban que existía una especie de tubo que conectaba la cavidad nasal con la vagina y, como los olores agradables atraían al útero, utilizaban aromas para corregir su localización. Con esta idea podían determinar si una mujer podía o no quedar embarazada: la sentaban encima de un preparado con fuerte aroma (muchas veces contenía ajo) y comprobaban si percibía el olor a través de su boca, demostrando así que el tubo no se encontraba obturado. ¡Cómo hemos avanzado en la actualidad con las pruebas que se hacen en los centros de reproducción asistida!

Volviendo a la pregunta con la que comenzaba el post, Aristóteles describe a hombres que mientras copulaban se sujetaban un testículo para producir descendencia femenina o masculina. Tenían la creencia de que el sexo del feto se determinaba por el lado del útero en que caía la semilla o por el testículo del que procedía. El semen procedente del derecho originaría probablemente un niño, aunque muchos pensaban que lo que realmente acabaría por decidir el sexo era la proporción entre el semen y el líquido menstrual. ¿Y por qué el derecho y no el izquierdo? La respuesta la encontramos ya con los pitagóricos (y después con Aristóteles) que ligaban lo masculino, lo bueno y lo caliente con la derecha, mientras que lo femenino se formaba en la parte izquierda del vientre. ¿Pero si asociaba el calor con el hombre… por qué mi segunda pregunta? Aristóteles consideraba que las mujeres eran más calientes debido al flujo menstrual. La sangre se identificaba con lo caliente y si las mujeres podían «perder» sangre en la menstruación era porque tenían más sangre que los hombres, es decir, eran más calientes. Aún queda una tercera pregunta por contestar: ¿porqué las mujeres tienen los pechos más grandes que los hombres? La respuesta la encontramos en que los senos de las mujeres tenían un exceso de humedad.
Los hipocráticos no aceptaban que una mujer podía embarazarse si no gozaba de la relación sexual, pero Aristóteles (que ya conocía la existencia del clítoris en la anatomía de la mujer) aseguró lo contrario. Consideró a las mujeres más similares a los hombres que en épocas anteriores aunque siempre manteniendo el principio de superioridad masculina. Se nacía mujer por un defecto en el semen paterno y la consideraban como un «hombre disminuido».
Es sorprendente que hace más de 2.000 años tuvieran esa intuición acerca de la diferenciación sexual y la fecundación. Sin duda, eran sabios, aunque nos puedan haber sorprendido en algunas cosas, ¿no creéis?
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