
La Conquista del Nuevo Mundo representó uno de los acontecimientos más importantes en la Historia pero uno de los problemas que se encontraron los españoles era el de su propia alimentación. Pasaron hambre y penurias saboreando el gusto amargo de esa nueva tierra prometida, aunque a pesar de todo, esa necesidad se queda en nada si la comparamos con la que sufrieron otros exploradores como Fernando Magallanes y Juan Sebastián Elcano que no se proveyeron en Sevilla de alimentos que resistieran bien la travesía como bizcochos, harina, vino, aceite, quesos y frutos secos así como de vacas y ovejas.
La búsqueda de especias fue uno de los motores de esas exploraciones, preludio de las futuras empresas coloniales: pimentón y pimienta inglesa en las Indias Occidentales y gengibre, canela, nuez moscada y clavo… en las Orientales.
En abril de 1493 Cristóbal Colón maravilló a los Reyes Católicos en Barcelona al mostrarles su cargamento ultramarino. No era solo el oro, los indios desnudos y los papagayos, los monarcas pudieron además contemplar frutos exóticos y abundantes bastimentos para alimentar a los futuros colonos. Pero quizás no pensaron igual esos hidalgos exploradores al consumir el maíz, que lo hacían porque no había más remedio pues su sabor no podía compararse al pan de trigo y centeno. De hecho, cuando lo trajeron a España se utilizó como planta ornamental, cuando en las culturas americanas era un alimento básico en el que se encuentra su cultivo 4600 años antes en el sur de México.
Hay que decir a favor del maíz que, junto a la patata y el pavo, contribuyó a evitar las hambrunas revolucionando la dieta de la vieja Europa. Además del maíz, el tomate y la patata, cuyas plantas son originarias de los Andes Peruanos, fueron introducidos en Europa en el siglo XVI. Los frijoles, el cacao, el cacahuete, la calabaza, la piña, el aguacate, la yuca y el tabaco acabaron por inundar los mercados europeos.

Hubo un intercambio de alimentos y de Europa se llevó a América: algodón, arroz, cebada, trigo, plátanos, limones, naranjas, vid y el aceite de oliva, entre otros, así como ovejas, cabras, cerdos, vacas y caballos. Su distribución no fue uniforme y en Mesoamérica triunfó el arroz y el trigo pero no los garbanzos ni las lentejas debido a que las judías y los frijoles formaban ya parte de su tríada alimenticia.
En las islas del Caribe y Centroamérica triunfaba la caña de azúcar, mientras que en Europa hasta finales de la Edad Media no se utilizó como alimento sino que su uso estaba restringido a las farmacias por ser considerada una «droga sospechosa» por sus virtudes curativas, siendo vendido a precios exorbitantes.
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