El genial Miguel Ángel Buonarroti no podía imaginarse que casi cinco siglos después de haber pintado la capilla Sixtina fuera visitada cada año por seis millones de personas, pero tampoco que justo después de su muerte, el papa Pío IV, ordenara cubrir los genitales de las figuras de su célebre Juicio Universal con telas pintadas. Fue un mal menor, inicialmente pensó en destruirla.
En la Roma de 1508 podíamos encontrar trabajando a Bramante en la reconstrucción de la basílica de San Pedro, a Rafael pintando los frescos de las habitaciones del papa y a Miguel Ángel decorando la bóveda de la capilla Sixtina. Pero como él mismo decía, no se consideraba un pintor sino escultor, y durante los cuatro años siguientes iría perfeccionando la técnica del fresco hasta que terminara el encargo del papa Julio II. Las dimensiones de la capilla eran impresionantes: 40 metros de largo, 13 de ancho y casi 21 de alto, con una bóveda que cubre 1200 metros cuadrados.
En 1533, el pontífice Clemente VII de Médicis le hace otro encargo: pintar en la pared del coro de la capilla el Juicio Universal, obligándole a cumplir el contrato tres años después el papa Pablo III. El artista colocó en el centro del mural el cuerpo humano de Cristo como Juez supremo aplacando toda la agitación de su alrededor, desde los bienaventurados del Cielo hasta los condenados del Infierno pasando por los pecadores que esperan salir del Purgatorio. Están todos, condenados, salvados, santos, ángeles… Bueno, todos menos la Iglesia y sus instituciones, como mediadoras de este Juicio. Y aquí comienza la polémica, pues aunque se suscitó por igual tanto admiración como escándalo, la sección más intransigente de la Iglesia con el futuro inquisidor del Santo Oficio y futuro papa Pablo IV, el cardenal Gian Pietro Carafa a la cabeza, acusaran a Miguel Ángel de haber pintado en «la más grande capilla del mundo a los ángeles carentes de todo adorno celeste y a los santos sin ninguna honestidad terrenal». Cuando accedió al papado no dudó en dejarle de pagar e incluso pensó en destruir la pintura.
En el concilio de Trento (1564) se aprobó un decreto por el que se regulaba el uso de las imágenes en las iglesias no debiendo haber en ellas nada «deshonesto» y dos meses después, se decide cubrir los genitales de los personajes del Juicio Universal, encargándose el trabajo a Daniele Ricciarelli conocido también como da Volterra. Este fue pintor, escultor y colaborador de Miguel Ángel en Roma con el que entabló amistad. Utilizó la influencia de su maestro y amigo para que el papa Pablo III le ofreciera el puesto de superintendente de las obras vaticanas y le proporcionó numerosos esbozos sobre los que después basó algunas de sus pinturas, entre los que destacan los frescos en la capilla Orsini en la Trinità del Monti y su pintura más conocida de dicha capilla, el Descenso de la Cruz. Daniele inició su «trabajo» semanas después de la muerte de Miguel Ángel pero falleció antes de concluir el mismo. Este encargo de pintar drapeados para tapar los genitales no fue más que el primero de muchos otros que se añadieron en los siglos sucesivos.
Como explicaba al principio del post, en la actualidad se pueden contar hasta 2000 personas simultáneamente en el interior de la capilla Sixtina y para evitar el deterioro de las pinturas, se ha previsto dotar este año de un sofisticado sistema de climatización e iluminación de la sala. También dispondrá de cámaras que contarán cuántas personas hay en su interior en todo momento para así regular el aire acondicionado y acomodarlo a la emisión de CO2. No es la primera renovación de la capilla pues entre 1980 y 1999 sus murales también se restauraron (bajo el patrocinio de un canal de TV japonés) y algunos repintados se eliminaron asomando los frescos originales de Miguel Ángel, aunque otros tuvieron que mantenerse.
Al genial pintor Daniele da Volterra se le conocerá también con el nombre de Il braghettone. Lástima que básicamente se le recuerde por ser quien cubrió los genitales de El Juicio Final.
Información basada en Wikipedia; Museos Vaticanos; La maravilla del Renacimiento La capilla Sixtina, de Laura Fedi del Instituto Nacional de Estudios sobre el Renacimiento (Florencia).
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