Una gran montaña de sal pura que crece a medida que se va extrayendo.
Marco Porcio Catón
Así describía el cónsul romano a un fenómeno geológico único en el mundo situado en la población de Cardona, en el centro de Cataluña (España). Hace millones de años esta región se encontraba bajo las aguas saladas del océano y cuando se retiró se formó un mar salado que fue secándose hasta originar el actual Valle Salino.
Existen vestigios de la extracción de sal gema a cielo abierto en esta montaña desde hace más de 6000 años, existiendo documentos de su explotación en época romana. A través de los puertos del mar Mediterráneo distribuyeron la sal, convirtiéndose en un negocio muy lucrativo gracias a su elevada demanda. Era costumbre añadirla en las verduras (de ahí el origen del nombre ensalada) y al vino (defrutum). Su uso se generalizó pudiendo encontrarse en cualquier mercado romano alimentos ya salados o como también se conocían, al gusto romano.
La función de conservante de la sal era bien conocida (los celtas ya la utilizaban con anterioridad) y así fue con los salazones de carne y pescados. Pero su uso no quedó restringido a la alimentación, sino que también usaron ingentes cantidades de sal para arrasar los campos, vengándose así de sus enemigos vencidos en batallas. Adquirió tanta importancia que se la comparó con el «oro blanco», pagando con sal en algunas ocasiones los servicios de los soldados (de ahí el origen de la palabra salario), incluso se puso el nombre de Via Salaria a la calzada romana de Roma que parte desde la Porta Salaria de la Muralla Serviana. Los romanos extraían la sal de las minas de Germania (cerradas tras la caída del Imperio) e incluso de Britania, en Nantwich, para aprovisionar a las legiones que allí se encontraban.
Volvamos a nuestra montaña. Durante la Edad Media, Cardona se convirtió en el centro de producción más importante de la Península Ibérica, partiendo del puerto de Barcelona hacia toda Europa, en especial a Génova, en un momento que rivalizaba con Venecia por la hegemonía comercial. Esto originó la guerra de Chioggia (1376 – 1381) que acabó por otorgar a la ciudad de Venecia la supremacía en el mercado salino.

Tras la aparición de la pólvora en el siglo XVIII, se abandonó el tradicional sistema de explotación a cielo abierto, y a principios del siglo XX, el ingeniero Emili Viader, hizo un descubrimiento en su interior que revolucionaría la comarca: las sales potásicas. Se abrió el Pozo del Duque entre 1902 y 1905, la primera mina de sal subterránea. Esto transformó el pueblo agrícola y textil de Cardona en un pueblo minero. En 1923, la Unión de Explosivos Río Tinto (actual Ercros) compró los terrenos de las salinas al duque de Medinaceli, abriendo dos años después numerosos pozos y galerías. En septiembre de 1990 se termina la explotación de potasa habiéndose extraído casi 40 millones de toneladas de mineral y alcanzando los 1308 metros de profundidad, la más profunda del país.

Permitidme acabar con una recomendación: consumir la sal yodada para evitar la aparición del bocio (hipotiroidismo), que es más frecuente de lo que se piensa, incluso en zonas que son consideradas erróneamente como de bajo riesgo.
Un video:
Está en catalán pero se puede entender y las imágenes merecen la pena.
Un libro:
La sal en la Hispania romana, de Julio Mangas Manjarrés, María del Rosario Hernando Sobrino
Para saber más:
Visita el parque cultural de la Montaña de sal en Cardona
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