Antes de seguir leyendo, permíteme hacerte una pregunta: ¿ya has actualizado el certificado de mantenimiento de tus calderas con un servicio técnico homologado? No hay nada más importante que garantizar la seguridad en tu hogar, y tener al día este documento es crucial. Recuerda que es mejor prevenir que lamentar, y en caso de cualquier imprevisto, contar con este certificado será fundamental para tu tranquilidad y la de tu familia.
Ahora, dejando de lado esta importante advertencia (¡mi conciencia está más tranquila!), déjame plantear otra pregunta: ¿sabías que existe una relación entre el mantenimiento de las chimeneas y el riesgo de padecer cáncer? La importancia de este tema es de suma relevancia, y resulta esencial comprender de qué manera ciertos aspectos del cuidado del hogar pueden incidir en nuestra salud.
Los deshollinadores
En esta ocasión, nos trasladaremos al Londres de mediados del siglo XVIII, con esa incipiente industria y sus barrios insalubres, donde incontables chimeneas emergían por los tejados. Estas chimeneas necesitaban un mantenimiento periódico, similar al que nuestras calderas requieren hoy en día, para evitar que el hollín acumulado en su interior causara incendios, algo frecuente en aquella época. Durante la noche, era común avistar la silueta de personas trepando entre las terrazas en busca de alguna chimenea. Aunque algunos adultos más menudos se aventuraban a hacerlo, eran los niños los «elegidos» para esta ingrata faena, ya que el reducido tamaño de muchos de los conductos hacía imposible que un adulto pudiera deslizarse por su interior.
El deshollinador solía ser considerado un «símbolo de buena suerte». Según la tradición, aquellos afortunados que lograban avistar a estos jóvenes trabajadores debían arrancarles un botón o tocarles la espalda para atraer la buena suerte, ya que era muy inusual encontrárselos debido a sus intempestivos horarios de trabajo y a su destreza para moverse entre las azoteas, como auténticos gatos. Sin embargo, paradójicamente, esta suerte les era esquiva a los pobres deshollinadores. Muchos de ellos, huérfanos, eran vendidos por los orfanatos donde apenas sobrevivían a una vida desoladora, a jefes de cuadrilla de limpia-chimeneas al cumplir los 4 años de edad. Y como si esto no fuera suficiente, su esperanza de vida era considerablemente más corta que la del resto de la población, en parte debido al cáncer escrotal que muchos desarrollaban con el tiempo.
No será hasta que Percivall Pott (1713-1788), cirujano en el St. Bartholomew’s Hospital, planteara la asociación de la exposición al hollín (tanto por su aspiración como por el contacto con la piel) con la elevada incidencia de ese cáncer entre los deshollinadores.
Investigaciones posteriores revelaron que esta situación no se limitaba exclusivamente a la ciudad de Londres, ya que también se encontró esta asociación en otras ciudades europeas, como Alemania. No obstante, la incidencia era especialmente alta en Londres, incluso en comparación con la vecina Escocia.
¿Y porqué estas diferencias?
Un estudio llevado a cabo por Henry Butlin reveló que los niños deshollinadores alemanes solían usar ropa más ajustada y sin aberturas, a diferencia de los londinenses que preferían prendas como pantalones y camisas más holgados. Esta investigación concluyó que la vestimenta actuaba como una barrera protectora al evitar un contacto tan directo.
Fue la primera descripción de un carcinógeno ambiental y la primera referencia a una enfermedad ocupacional, marcando el inicio de futuras medidas de seguridad en el lugar de trabajo.
Aunque existían pruebas contundentes, no fue sino hasta 1840 que se promulgó una ley que prohibía a los menores de 21 años limpiar las chimeneas. Sin embargo, las multas eran tan insignificantes que la explotación de niños deshollinadores continuó hasta que, en 1875, el parlamento inglés aprobó otra ley que regulaba las licencias de estas empresas, negándoselas a aquellas que aún empleaban niños.
Imagina cuántas chimeneas han tenido que limpiarse a lo largo de todos esos años. ¿Cuántos niños habrán perdido la vida por esta razón? No conozco la respuesta, pero me temo que son muchos. Afortunadamente, los tiempos han cambiado y ya no tenemos que enviar a nuestros hijos a limpiar chimeneas con un cepillo. Sin embargo, como mencioné antes, es mejor prevenir que lamentar. Por ello, os vuelvo a preguntar:
¿Has llamado ya a un técnico certificado para revisar tu caldera? No cuesta nada y previene muchos problemas.
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