
El monarca llegó procedente de Nápoles para reinar una España en la que el hambre, la pobreza y los conflictos políticos estaban a la orden del día. Todo el país era una olla a presión y cualquier excusa serviría para desencadenar una rebelión. Y la encontraron en el edicto que publicó su principal ministro, el marqués de Esquilache.
(…) lloran cuando se les lava y se les peina (…), solía decir el rey Carlos III refiriéndose a su pueblo. Son como niños.
Cuando Carlos III llegó a Madrid se propuso modernizarla para poder hacerla digna de una Corte ilustrada. Para ello incluyó la limpieza y pavimentación de las calles; la construcción de fosas sépticas; la construcción de jardines y paseos y el alumbrado público instalando 4000 farolas, conocidas como esquilaches, que funcionaban con aceite de oliva, encareciendo más el precio de este producto. El coste económico de todas estas medidas recayó sobre el maltrecho pueblo hundiéndole aún más en la miseria.
El motín
En un contexto de transición no completada del feudalismo al capitalismo, las autoridades no garantizaban el abastecimiento de los bienes de consumo (economía moral de la multitud). El trigo más caro y las malas cosechas hicieron que subieran los precios de los alimentos de primera necesidad como el pan, que duplicó su precio en cinco años. En el ojo del huracán, el culpable de todo ello, era el «extranjero», el italiano Esquilache, que con su edicto sobre la manera de vestir hizo que se viera en él una imposición de procedencia extranjera.
El 10 de marzo de 1766 se prohibió llevar capas largas y sombreros de ala ancha, los conocidos como chambergos. El motivo de este edicto se encontraba en el pretexto de garantizar la seguridad en las calles dado que era difícil identificar a lo maleantes pudiendo estos esconder armas entre sus ropas. Obligó usar la capa corta y el sombrero de tres picos (tricornio francés) muy extendido por el resto de Europa, bajo la pena de pagar seis ducados o doce días de cárcel si la incumplían por primera vez. Los alguaciles despojaban a los paseantes de sus capas y sombreros mientras un equipo de sastres, protegidos por la guardia valona, las recortaban en medio de la calle ante la resistencia de sus dueños.

A las cuatro de la tarde del 23 de marzo, domingo de Ramos, estalló en Madrid la revuelta. En la plazuela de Antón Martín un hombre vestido con la tradicional ropa se acercó a un cuartelillo provocando al oficial que allí se encontraba. Este le dio el alto y al instante, el alborotador sacó una espada y silbando avisó a sus compañeros. Los guardias se vieron rodeados y nada pudieron hacer para evitar que los insurrectos se hicieran con los sables y los fusiles. Marcharon por la calle de Atocha sumándose cada vez más personas al grito de ¡Viva el Rey! ¡Viva España! ¡Muera Esquilache!. Se dirigieron a la casa del ministro (conocida como la Casa de las Siete Chimeneas) pero Esquilache no se encontraba dentro, había huido. La multitud entonces se dirigió hacia la Plaza Mayor donde quemaron un retrato suyo.

Al día siguiente se rumoreó que se encontraba en Palacio junto al rey, y allí se dirigieron. La pasividad de la guardia española contrastaba con la de la guardia valona que abrió fuego matando a una mujer. Los amotinados, exaltados, llegaron a las puertas del Palacio obligando al rey a salir al balcón. Para apaciguar al pueblo el monarca asintió a sus peticiones:
fuera Esquilache, fuera guardias valones… y que baje el pan.
El 25 de marzo, Carlos III y su familia partieron al Palacio de Aranjuez. Su marcha inquietó al pueblo pues temían que se quisiera doblegar a la ciudad con el ejército. Los desórdenes aumentaron y el rey, consciente de que actuó mal, redactó una carta que hizo pregonar por todas las calles de Madrid. En ella excusaba su ausencia y ratificaba su promesa. Fue entonces cuando los rebeldes entregaron los cuatro mil fusiles y dos mil bayonetas que arrebataron, cediendo los actos violentos y prosiguiendo la festividad de la Semana Santa como si nada hubiera pasado. Algunas fuentes cifraron en treinta mil los participantes en la revuelta pero probablemente se trate de una exageración pues la población no superaba los ciento cincuenta mil habitantes.
Los motivos
Sin duda fue una revuelta social instrumentalizada políticamente. Detrás del motín se encontraba el poder nobiliario y el eclesiástico, con los jesuitas y el marqués de la Ensenada (ensenadistas) por un lado, y los grandes beneficiarios de la nueva situación, el Duque de Alba y el conde de Aranda (albistas), por otro.
Las consecuencias
Las noticias del motín se extendieron como la pólvora por toda España apareciendo revueltas en muchas ciudades, todas descoordinadas y sin continuidad. Esquilache emigró, ocupando su cargo el capitán general de Valencia, el conde de Aranda. La Compañía de Jesús fue expulsada de todos los reinos de la Monarquía Hispánica y el abastecimiento alimentario sería vigilado por las instituciones. Ocho meses después Carlos III volvió a la capital, una ciudad militarizada gracias a la actuación del conde de Aranda.
Sería en el siglo XIX cuando la moda española se identificó como la denominada capa española, una capa con mucha historia.
Links imágenes:
José Martí y Monsó; Biblioteca Nacional de España; Giuseppe Bonito; Wikimedia
Esta historia la conocia, pero mucho más recortada, gracias por todas las explicaciones. por cierto a Carlos III, se le conocía por el mejor alcalde de Madrid. Amigo, disfruto mucho leyendo tus entradas, abrazos,
Hola Rosa,
hay una película sobre este asunto de la que dejo un pequeño trailer que ilustra los hechos, su título «Esquilache», estrenada en 1989 y basada en la obra teatral «Un soñador para un pueblo», de Antonio Buero Vallejo. Está interpretada por el ya fallecido actor español Fernando Fernán Gómez. Podrás comprobar que en el video se escenifican dos hechos: el primero un encuentro fortuito del marqués con el pueblo y el segundo la ordenanza que decretó.
Abrazos
Gracias, me perdí esa peli ya que por esas fechas estaba cruzando muchos problemas. Gracias de nuevo…
El problema de muchos gobernantes con el pueblo español, siempre ha sido el mismo: No conocer nuestra idiosincrasia. Cesar Augusto, Cárlos III, José I Bonaparte, y tantos otros, trajeron una modernidad y un progreso a este pais, que en todos los casos acabó imponiéndose. Pero trataron de imponerlo a la fuerza. Y el español, prefiere morir antes de que le impongan algo.
En el caso que nos ocupa, Carlos III, jústamente llamado el alcalde de Madrid, uno de los mejores reyes que hemos tenido, y tal vez el más inteligente, captó enseguida el mensaje del motín de Esquilache. Y a partir de ese momento, en lugar de imponer su voluntad por la fuerza, como todos los monarcas absolutistas, Extirpó de raïz los dos cánceres que mantenían a España en la miseria y el oscurantismo: la nobleza y la Compañía de Jesus.
Sólo entonces, la nación empezó a modernizarse y el pueblo a prosperar.
Excelente artículo, como siempre, Francisco Javier, Gracias.
Hola Luis,
el Consejo de Castilla ya avisó a Esquilache de que su reforma no se podía hacer tan bruscamente pero el marqués era de carácter digamos… tajante. El pueblo no estaba en contra de la nobleza ni del poder real sino que estaba ofendido por la «obligación» que Esquilache quería imponerles. Está claro que el contexto del hambre y la subida de precios estaba en el verdadero motivo del motín pero, como digo en el artículo, solo se necesitaba una pequeña chispa para que todo explotara y la encontraron en la reforma que se quería imponer.
El conde de Aranda y el propio Carlos III fueron más inteligentes. Tras la revuelta y poner orden en el caos, Aranda consiguió (por las buenas) lo que Esquilache no pudo imponer (por las malas): el uso de la capa corta y suprimir el sombrero de ala ancha. Reunió en 1766 a los miembros de los 53 Gremios Menores convenciéndoles de las bondades del nuevo atuendo. Dispuso que el verdugo (un personaje maldito en todos los pueblos) usara precisamente la capa larga y el chambergo diciendo que ninguna «persona de bien» la llevara desde ese momento. Es así como el pueblo imitó a los nobles y se diferenció de ese verdugo. No discutieron dejar de usarlo.
En cuanto a la expulsión de la Compañía de Jesús se escudó en que habían promovido el motín (aunque repito, la verdadera causa fue el hambre del pueblo) el rey era muy devoto y, aunque tampoco era un santo, era de misa diaria, pero si tenía algo muy claro era que todos los súbditos le debían obedecer, incluso los eclesiásticos, y no le tembló el pulso a la hora de expulsarlos de España. El vacío en la enseñanza que se originó tras la partida de los jesuitas, hizo que se llenara con las reformas acometidas por Carlos III y en concreto la reforma universitaria.
… una muestra más de que las imposiciones y el no dialogar nunca puede ser bueno. Quizás deberíamos mirar atrás para aprender y no caer una y otra vez en el mismo error. Las consecuencias siempre son negativas para todos.
Saludos amigo.
Excepto cuando salen populistas totalitarios como «Podemos», entonces, toda la «garrulada nacional» se echa en sus manos.
Hola Francisco, también soy de la opinión que con diálogo y consenso se adelanta mucho más que imponiendo las cosas por decreto ley, y que la imponga un forastero es la gota que colma el vaso. Muy bueno el post, felicidades y besos.
Hola Maribel,
seguro, las imposiciones siempre se han demostrado inútiles a largo plazo.
Un gran abrazo
Buena entrada, Francisco Javier.
Un abrazo
Hola Juan Ignacio,
gracias por leerlo y comentar.
Saludos
Creo que tendré que volver a estudiar toda la historia que me enseñaron en los 5o FJ. Tu inestimable ayuda, me obliga a ponerme al día … yo creía que la historia de hoy no era así, era otra historia, … en fin, gracias.
Hola Enrique,
no creo que sea necesario que la vuelvas a estudiar, solo disfrutarla.
Saludos
Con mano izquierda consiguieron hacer de la capa un sayo.
La historia así contada es muy amena.
Saludos.
Hola Gemma,
gracias por tus palabras y te invito a que leas el del próximo miércoles. En este caso será una historia más relacionada con la medicina, pero actual, muy actual por desgracia.
Un saludo
Generalmente detrás de las revueltas y revoluciones, no está solo el pueblo, éste solo es un instrumento de los opositores al poder, una forma de manipulación masiva. Modelo que se continúa en nuestras días. Muy buena información.
Saludos Francisco.
Hola Alejandra,
haces que me pregunte un cosa. Antes se manipulaba a la gente escuchando un discurso en la Plaza Mayor de la ciudad, en la taberna del pueblo, de boca en boca… pero, ¿y ahora? ¡Cuánta manipulación y que manera tan rápida de llegar a todos y a cualquier parte del mundo! En cierta forma asusta pensar en ello.
Un saludo
Quizá, al marqués de Esquilache le gustaban las pizzas revueltas con muchos ingredientes, variedad de sabores para degustar antes de cenar frugalmente, tenía muchas pesadillas. El orden vivido de la época, provocó que muchas cabezas se levantaran para poder respirar, el aire se había enrarecido. El oxígeno se rendía dando giros a manotazos, quebraba el viento. El hambre, producto de la pobreza, desesperaba. La gente amanecía clareada, sin poder dormir ayunando 24 horas diarias, a la fuerza. Recibían polvos para dormir en los atrios desplomados tronando jubilosos arcabuces y espadas entregadas. Al final, quedaron como estatuas lentas, fatigadas. Recortadas en pan en capas y sombreros. Gritando, sin pan, sin vino, sin amistad. Gracias, FJ, por traer hechos pasados, intensos. Un abrazo, revivido.
Hola marimbeta,
se encontraban en un mundo cambiante que se debatía entre lo viejo y lo nuevo, entre la tradición y las innovaciones. Esquilache y el rey Carlos III venían de Nápoles con un ánimo reformista del que según mi opinión era necesario. Pero eran dos carácteres y tenían procederes muy distintos. El marqués más brusco y menos visceral, el rey, más tranquilo, más reflexivo, que sin ser un intelectual reformó la enseñanza (para bien). En verdad quería mejorar la vida del pueblo.
Otro abrazo con memoria histórica.
Como casi siempre, sucede, las cosas por «las bravas» desembocan en motines y revueltas.Lo peor es que no se aprende y hoy día, hay quienes actúan de igual manera. A parte de esta reflexión, Francisco es un gusto rememorar la historia con tus entradas.
Hola felicitas,
el pueblo se alza en ocasiones de manera violenta contra los engaños y las opresiones de que es víctima. Lo hacen de manera enfurecida, como una manada de toros, destrozando todo lo que se encuentran por delante. Por suerte, estos episodios de rabia son los menos, pues el pueblo en verdad, es más humano que quien lo dirige.
Un saludo
Contigo voy a aprender historia, F.Javier. No lo recuerdo haber estudiado en la época que hice el bachillerato, la historia que me dieron entonces era penosa, los reyes y la iglesia eran muy buenos querían lo mejor para el pueblo, se sacrificaban por todos, bla,bla,bla.
Los reyes siempre dicen querer lo mejor para su pueblo, pero lo cierto es que eran y son bastante parásitos, dicen que todo lo hacen por el bien del pueblo,pero al pueblo lo esprimen como a una naranja. Así que comprendo el cabreo y la indignación que generaría esa orden, así por las bravas a recortarte el sombrero y la capa. En la actualidad los recortes también están de moda.
Muy bueno tu artículo de historia.
Hola Popota,
creo que nos tenemos que poner en su lugar. Es como si ahora, en nuestros tiempos, nuestros dirigentes fueran extranjeros y nos quisieran «imponer» sus costumbres extrañas. Ya te puedes imaginar lo que pasaría.
No obstante, el rey Carlos III fue uno de los mejores monarcas «borbones» que hemos tenido pues le debemos más cosas buenas que malas.
Saludos
P.D.: Y sí, lo de los recortes parece que es algo que gusta hacer en cualquier época.
;-(
Es un gusto repasar contigo la Historia. ¡Gracias!
Un abrazo.
Hola Isabel,
el gusto es mio por compartirla.
Abrazos
Reblogueó esto en bibliotecadealejandriaargentina.
Hola Francisco,
Algo conocía de esta historia, pero desconocía los detalles. Entiendo que identificar a los maleantes era una intención honrada y probablemente correcta, pero Esquilache debió haber estudiado la opinión pública antes de prohibir la capa larga y el sombrero de ala ancha…ah! pero claro, la opinión pública no contaba mucho entonces! bueno, ya vemos que sí…
Gran artículo doctor, enhorabuena y gracias.
Un abrazo.
Hola Jesús,
… no cuenta hasta que se rebela y hace tambalear a los de arriba. Puedes ir con buenas intenciones pero siempre has de tener en cuenta las opiniones de los demás. Esquilache tenía sus motivos (buenos probablemente) pero no tuvo ni el respeto ni el tacto para llevarlos a cabo.
Abrazos
Habría que hacer un estudio comparativo de cómo la iglesia y la nobleza defendieron sus intereses, usando al pueblo como arma de choque. Tanto en este caso como en el Motín de Aranjuez, ambos casos tienen un paralelismo tremendo.
Muy bien, saludos
Hola Eulalio,
haces un buen paralelismo. El Motín de Aranjuez (marzo 1808) culminó con la caida del ministro afrancesado Manuel Godoy y provocó la subida al poder de Fernando VII. Como dato de interés permíteme añadir que cada año se celebran allí y desde 1982, durante la primera semana de septiembre, las Ferias del Motín (declaradas de Interés Turístico Nacional) donde la gente se mete por unos días en la piel de sus antepasados reviviendo esa época. Un motivo más para conocer esa bella población de España.
Saludos
Parece que se han puesto de moda las «reconstrucciones históricas», En Bailén hasta tienes varios batallones de granaderos. Y en La Peza, desde hace ya unos años también reviven la historia del famoso Alcalde con el cañón de madera.
Esa historia el primer año fue algo tremendo.
Saludos
Me ha gustado mucho encontrar una pincelada de la historia tan deliciosa-mente dibujada con tu delicada impronta «franciscojaviertostado»
Saludicos y gracias por compartir este relato 😉
Hola Vero,
veo que te has puesto a indagar por el blog y me alegro. Podrás comprobar en las categorías del blogroll que gran parte de los artículos los dedico a la Historia Antigua y a la Medicina pero podrás encontrar otras secciones entre las que destacaría la de la «Medicina en el Arte». Puede que la encuentres especialmente interesante porque de «pinceladas» sabes mucho. 😉 Tienes un blog muy interesante y con tu permiso lo seguiré también.
Saludos
Encantada estoy de que visites mi Ruka de Colores y te quedes por aquí.
(¡¡Biennnnn!! 😀 ¡¡Yupiiii!! 🙂 )
Saludicos 😉
Me pareció buenísimo tu post, aunque tarde de cuento. Mi abuelo era español de Burgos, y mi abuela tenía un dicho que creo que él trajo de su tierra. » María se peinaba cada seis meses y decía..Pobrecita la que se peina todos los días» Algo de Carlos III, tiene.
La otra es el orígen de la palabra » Chambergo «Yo la creía propia del lunfardo ( argentino- uruguayo) Sombrero tan unido al tango, y usado te diría hasta los años cincuenta, normalmente en la calle. Te dejo unas letras de Jorge Luis Borges
A un compadrito le canto
que era el patrón y el ornato
de las casas menos santas
del barrio de Triunvirato.
Atildado en el vestir,
medio mandón en el trato;
negro el chambergo y la ropa,
negro el charol del zapato.
Ponele música de Astor Piazzola, y llegas a Buenos Aires y Montevideo
Te debo la capa..
Hola Stella,
no sé exactamente el porqué de ese dicho acerca de Carlos III, puede que tenga relación con su costumbre diaria de ser despertado siempre a las seis de la mañana por su ayuda de cámara y tras orar, vestirse y peinarse, desayunar. Era monarca de costumbres.
Un saludo y gracias por tus palabras y aporte, ¡genial!