¿Nunca os habéis preguntado cómo debió ser la primera huelga de la Historia? ¿Quiénes serían esos «valientes» que se sublevaron contra sus superiores para reivindicar sus derechos? Bueno, lo cierto es que yo no lo hice hasta hace unas semanas que por casualidad lo descubrí navegando por la red de redes. Lo encontré tan interesante que no pude evitar querer compartirlo con todos vosotros.
Quizás asociamos sus orígenes con la Revolución industrial y el trabajo asalariado de finales del siglo XVIII y principios del XIX, pero antes, mucho antes de los movimientos sindicales y la lucha de clases, encontramos un precedente en la historia del trabajo, concretamente en el año 29 del reinado de Ramsés III (dinastía XX) durante la construcción de su tumba en el siglo XII a. C. Una época difícil para Egipto pues debió hacer frente a los ataques de los «Pueblos del norte», a la corrupción y a la mala administración que no hacía más que acrecentar los problemas.
Lejos de lo que se pensaba, las pirámides y las tumbas faraónicas del Valle de los Reyes no fueron erigidas por esclavos desnutridos y famélicos maltratados con látigos y terribles castigos por sus capataces. Tampoco fueron prisioneros ni extraterrestres, sino un ejército de trabajadores bien organizados, alimentados y libres, los «hombres de la tumba».
Albañiles, pintores, tallistas y canteros, entre otros muchos especialistas, trabajaban a las órdenes de los capataces y delegados que eran supervisados a su vez por un visir. Durante la construcción de la tumba de Ramsés III, después de cada jornada de trabajo los obreros se dirigían a la aldea que allí mismo se encontraba con sus poco más de setenta casas que daban cobijo a 120 trabajadores y a sus familias.
Al no disponer de monedas no tenían un «sueldo» como lo podemos entender ahora. Gracias a las ostracas encontradas en Deir el-Medina sabemos que recibían diariamente 10 hogazas de pan, una medida de cerveza, dátiles, verdura y agua potable. Higos en ocasiones y carne solo en días festivos y muy especiales. A final de mes podían disponer de 52 sacos de cereales (72 si eras un capataz) además de recibir herramientas, calzado y vestidos.
Y pasó lo que tenía que pasar cuando hartos de recibir con retraso su pago y de comprobar que previamente estaba manipulado por el administrador, decidieron conjuntamente y de manera organizada, declararse en huelga. Pero, ¿cómo hacerlo si no se había hecho nunca? Simplemente optaron por dejar de trabajar.
Sabemos lo que ocurrió gracias al papiro que redactó el escriba Amennakht que fue testigo de todo lo que allí sucedió, el «Papiro de la huelga» (claro, no se podía llamar de otra forma) actualmente en Turín (Italia).
Todo comenzó el día 10 del mes de Peret (me refiero a la estación del año, no al cantante 😉 ) del año 29 de Ramsés III, es decir y para simplificar, en 1166 a. C., y lo que ocasionó que explotara el hastío fue el retraso en la paga del Gobernador de Tebas Oeste. En el tercer día de huelga y como no se hacía caso de las peticiones, ocuparon el Ramesseum, todo un reto:
(…) los trabajadores traspasaron los muros de la necrópolis diciendo: tenemos hambre, han pasado 18 días de este mes… hemos venido aquí empujados por el hambre y por la sed; no tenemos vestidos ni grasa, ni pescado, ni legumbres. Escriban esto al faraón, nuestro buen señor y al visir, nuestro jefe, que nos den nuestro sustento.
Ante esta manifestación de fuerza de los trabajadores las autoridades optaron por darles las raciones del mes anterior. No contentos con ello reclamaron las del mes en curso. Las promesas de mejoras no apaciguaron su reclamo así que volvieron a salir de los muros reclamando la presencia de los interventores de la necrópolis.
(…) No nos iremos. Digan a sus superiores, cuando estén con sus acompañantes, que ciertamente no hemos cruzado los muros a causa del hambre solamente, sino que tenemos que hacer una acusación importante porque ciertamente se están cometiendo crímenes en este lugar del Faraón.
Viendo la dimensión que estaba tomando la acción sería el propio visir Ta el que se presentaría delante de ellos adelantándoles sus sacos de trigo y prometiéndoles que no les volvería a faltar.
Se sabe que poco después y tras la ausencia del visir, se volvieron a incumplir las promesas y es posible que, al repetirse las mismas injusticias en las siguientes generaciones, los propios trabajadores decidieran saquear las tumbas (por otra parte lo tenían fácil pues nadie las conocían mejor que ellos pues las construyeron con sus propias manos), acabando por abandonarse el Valle de los Reyes como lugar de enterramiento real con Ramsés XI.
Así pues, podemos comprobar cómo esa primera huelga de la Historia pudo tener una importante repercusión.
Para saber más:
Links imágenes:
Nicolas Alejandro; r h; Institute for the Study of the Ancient World
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