
Cuenta la leyenda…
(…) el maestro constructor de obras estaba levantando un puente y una ráfaga de viento se lo llevó. Éste, desesperado, dijo que solo el Diablo podría construir un puente que durara mil años. Así, se le apareció Satanás que garantizó que aquella misma noche construiría un puente. A cambio, el Diablo pidió el alma del primero que bebiera el agua que pasara por el puente. El primero que lo hizo fue un asno, y es de éste que el Diablo se quedó el alma.
Este puente se le conoce en la actualidad como el Pont del Diable o acueducto de Les Ferreres, y abastecía de agua proveniente del río Francolí a Tarraco (la actual ciudad de Tarragona). Existen otras dos versiones de esta leyenda pero lo cierto es que sigue en pie y han pasado mil años más a lo que se comprometió Satanás. No se conoce con exactitud la fecha de su construcción aunque lo más probable es que fuera en tiempos de Augusto (siglo I a. C.) o en la primera mitad del siglo I d. C. formando parte actualmente del conjunto arqueológico de Tarraco.
Durante la Segunda Guerra Púnica, romanos y cartagineses luchaban para hacerse por el control del mar Mediterráneo. En este contexto, los ejércitos romanos llegaron a la ciudad griega de Emporion en la Península Ibérica en el año 218 a. C., dirigiéndose hacia el Sur. Cneo y más tarde su hermano Publio Cornelio Escipion, establecen una guarnición que con el tiempo acabará transformándose en la antigua Tarraco. El puerto será una de las primeras infraestructuras que se construyeron para después levantar una muralla de madera que a inicios del siglo II a. C. la sustituirán por una de piedra.

Junto a Carthago Nova se convertirá durante los siglos II y I a. C. en la ciudad más importante de la Hispania Citerior. La mayoría de los historiadores creen que Tarraco (colonia Iulia Urbs Triumphalis Tarraco) fue una colonia fundada por César hacia el año 45 a. C., tras la batalla de Munda, pero probablemente fue el emperador Augusto el que acabará el proyecto iniciado por su predecesor. Augusto reside en Tarraco durante los años 26-25 a. C. mientras se reponía de una enfermedad ocasionada probablemente por la exigencia de las duras y temidas campañas contra los pueblos del Norte, Su personalidad era dualista, de forma que podía ser tan leal con los amigos que impedía ver sus defectos; podía mantener una vida «sencilla» mientras se construía villas secretas y podía ser un mecenas de las Artes y ser despiadado en la política, pero con él, Tarraco se convertirá en la capital del mundo romano, construyéndose el teatro y monumentalizando el foro. Con él se consiguió una etapa única e irrepetible en la Historia en la que todas las riberas del Mediterráneo estuvieron unidas y progresaron conjuntamente como nunca se había logrado antes.

Tras la muerte del emperador Galba llega al poder Vespasiano (dinastía flavia) y con él comienza el esplendor de las provincias hispanas. Concede la ciudadanía romana de pleno derecho a los hispanos y muchos de los núcleos de población pasan a convertirse en municipios. Tarraco pasa a disponer de dos foros (uno colonial y otro provincial), añadiéndose durante el reinado de Domiciano (81- 96 d. C.) un circo con capacidad para 20 000 personas al lado del Pretorio (actualmente uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad). En el año 122, otro emperador, en este caso Adriano, residiría en la ciudad para intentar solucionar las turbulencias políticas y sociales que se empezaban a gestar en Hispania.

El anfiteatro se construye durante el siglo II, pero poco después comienzan las incursiones francas siendo la ciudad devastada en el año 260 d. C. Con el emperador Diocleciano recupera cierto protagonismo y con el cristianismo y la monarquía visigoda, continúa siendo una de las más importantes ciudades hispanas hasta que es incorporada por los ejércitos islámicos al-Ándalus alrededor del año 713.

Del 24 de julio al 5 de septiembre se organiza en la ciudad «Tarragona Historia Viva», en la que se divulga esta historia antigua, sensibilizando y haciendo partícipes a todos los que allí se acercan. Una manera de concienciar sobre la necesidad de conservar ese Patrimonio Histórico.
Para saber más:
Tarraco, colonia romana, de Isaías Arrayás Morales.
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