Puede que lo que voy a explicar a continuación desconcierte a más de uno sobre todo cuando en el colegio siempre nos habían dicho que el descubrimiento de la circulación pulmonar (circulación menor) se debía al español Miguel Servet o al inglés William Harvey. Pero no, en realidad lo que hicieron fue redescubrir algo que ya había sido descrito tres siglos antes por el médico Ibn al-Nafis.
El médico egipcio Muhyo Al-Deen Altawi descubrió, mientras estudiaba la historia de la medicina árabe en la Universidad Albert Ludwig, en Alemania, un script (nº 62243) en la Biblioteca Estatal Prusiana de Berlín, titulado Comentario a la anatomía del Canon de Avicena publicado en 1242 por el médico sirio, Ibn al-Nafis. Su sorpresa fue mayúscula al comprobar que se trataba de un documento ignorado hasta entonces que describía la circulación pulmonar y así lo expuso en su tesis doctoral.
Hasta el siglo XIII se aceptaba la hipótesis de Galeno ¡quién se atrevería a decir lo contrario!:
“(…) la sangre que llegaba a la parte derecha del corazón atravesaba el tabique cardíaco a través de unos poros invisibles que comunicaban con la parte izquierda. Allí se mezclaba con el aire y se creaba el espíritu vital que se distribuiría por todo el cuerpo”.
La observación crítica de Ibn al-Nafis cuestionó al gran maestro:
“el corazón solo tiene dos ventrículos (…) y entre estos no hay absolutamente ninguna abertura. La disección demuestra la falsedad de lo que dijeron, ya que el septo entre estas dos cavidades es de hecho más grueso en esta parte que en ninguna otra. La función de esta sangre (que está en la cavidad derecha) es ascender a los pulmones, mezclarse con el aire de los pulmones, y después pasar a la cavidad izquierda a través de la arteria venosa (…)”.
Incluso deja por escrito que los pulmones se componen de bronquios y de ramas de la arteria venosa y de la vena arteriosa, todas ellas conectadas por un parénquima laxo y poroso. Piensa que el corazón diluye y calienta la sangre y a través de los poros de las ramas de estos vasos se mezclarían con el aire dando algo parecido al espíritu vital que, a través de la arteria venosa, se transporta a la cavidad izquierda del corazón.
Volvamos entonces a nuestro ilustre Servet… ¿sería posible que conociera el texto de Ibn al-Nafis? Según el arabista Juan Vernet (Historia de la Ciencia Española) no sería de extrañar que así fuera pues este texto se tradujo al latín por Andrea Alpago antes de que Servet hiciera su descripción.
Entonces, si sabía de la descripción de Ibn al-Nafis ¿lo plagió o llegó a la misma conclusión gracias a su conocimiento anatómico? La respuesta queda en el aire y en estos momentos no se puede responder con precisión.
Pero en mi ánimo no está quitar importancia a la figura de Servet sino todo lo contrario, sus estudios y trabajos, a pesar de ser criticados y perseguidos por la Santa Inquisición y rebatidos tanto por protestantes como por católicos, no le hicieron recular ni un milímetro (como buen aragonés).
Nació en un pueblecito de Huesca, Villanueva de Sigena (1511), de sólida formación con trece años hablaba latín, griego y hebreo, convirtiéndose en protegido de fray José de Quintana, confesor personal del emperador Carlos V y a cuya coronación asistió en Bolonia. Tras cumplir 19 años fue acusado de hereje por formular hipótesis sobre la falsedad trinitaria de Dios, conjeturas que acabarán por confirmarse tras la publicación de De Trinitatis Erroribus y que le obligarán a huir de España a Alemania y después Francia, donde conocería a Calvino, con el que también acabaría discutiendo. Durante su estancia en Francia conocería al médico Symphorien Champier, quien le inculcó la pasión a la medicina, ingresando en la Universidad de París donde aprendería anatomía del mismísimo Andrés Vesalio. En los años sucesivos ejerció e imprimió obras no solo teológicas sino también médicas, hasta que en 1553 publicaría Christianismi Restitutio, curiosamente una obra no médica sino más bien teológica donde describiría la circulación pulmonar menor buscando en la sangre el alma humana, según sus propias palabras:
«(…) no se dice que el alma esté principalmente en las paredes del corazón, ni en la masa del cerebro o del hígado, sino en la sangre».
En esta ocasión el escándalo fue tan grande que se ordenó su captura (mientras asistía camuflado en un sermón de Calvino en Ginebra) siendo sometido a un juicio sumarísimo en el que no se le permitió defenderse, para acabar muriendo en la hoguera en Ginebra el 27 de octubre de 1553. Pero Servet no se retractó en lo más mínimo:
«Arderé. pero eso será un mero incidente. Continuaremos nuestra discusión en la eternidad».
¿Y William Harvey? Tampoco puede considerársele el descubridor de la circulación pulmonar pero sí fue quien estudió los movimientos de la sangre basándose en los estudios previos de Ibn al-Nafis y Miguel Servet, siendo el primero en describir de manera correcta la circulación de la sangre, la anatomía del corazón explicando la función de sus válvulas, los procesos de bombeo de la sangre, y el mecanismo de intercambio entre la sangre que llega al corazón (venosa, no oxigenada) y la que sale del corazón (oxigenada) para distribuirse por todo el cuerpo a través del sistema arterial. Lo que no describió fueron los capilares pero se le puede «perdonar» porque en esos tiempos no se disponía de los medios para poder verlos. Todas estas observaciones las publicó en sus libros Exercitatio Anatomica de Motu Cordis et Sanguinis in Animalibus (1628) y Exercitatio anatomica de cirulatione sanguinis (1649).
… y ahora sí, si nuestros antiguos profesores del colegio nos volvieran a preguntar sobre quién fue el descubridor de la circulación pulmonar, creo que todos responderíamos que fue ese médico sirio de nombre Ibn al-Nafis.
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