Isabel de Trastámara gobernó el reino de Castilla durante treinta agotadores años y también fue reina consorte de Aragón junto a su esposo Fernando II. Lideró con éxito la conquista de Granada, a pesar de enfrentar oposición de muchos, y creyó firmemente en la expedición propuesta por Cristóbal Colón. Se ganó el cariño tanto de la nobleza como del pueblo común. Sin embargo, su vida estuvo ensombrecida por el sufrimiento causado por las desgracias de sus hijos y las infidelidades de su esposo. Falleció en la mañana del 26 de noviembre de 1504, a la edad de 53 años, en el Palacio Real Testamentario.
Se ha discutido mucho sobre la enfermedad que finalmente causó su muerte. La mayoría de los historiadores están de acuerdo en que fue un cáncer en «las partes privadas» lo que causó la agonía de sus últimos tres años de vida, y que esta ubicación «incómoda» fue lo que impidió que la reina permitiera que fuera «expuesto a la mirada o las manos de los médicos».
Según narra el padre Pedro el Monje:
… y según cuenta Junceda Avello:
Puede que haya sido un cáncer de recto o de útero, aunque lo más probable es que se haya localizado en el cuello del útero (cérvix) y, por tanto, haya sido causado por la infección del virus del papiloma humano.
Hoy en día, tenemos un entendimiento exhaustivo de la etiopatogenia de este virus en el cáncer de cérvix, y gracias a las campañas de prevención, tanto su incidencia como la mortalidad han experimentado un descenso significativo. A pesar de haber sido el tipo de cáncer más común en mujeres, este ha sido desplazado al segundo lugar por el cáncer de mama. La transmisión del virus a través de relaciones sexuales nos lleva inevitablemente a considerar que, si la reina fue contagiada (lo cual sucedió), fue su esposo quien le transmitió el virus, ocasionando con el paso de los años el desarrollo de este cáncer.
Isabel era una mujer de gran entereza física y moral, y según la costumbre castellana, los partos debían ser presenciados por testigos. Por este motivo, se cubría la cara con un paño para evitar que alguien viera su dolor, o quizás para no tener que ver a quienes lo presenciaban. Sin embargo, con el paso de los años, esta entereza sería puesta a prueba. A partir de los 41 años, comenzó a sufrir de fiebres tercianas, y dos años antes de su muerte, la fiebre no la abandonó. Su condición empeoró, con piernas hinchadas y úlceras (atribuidas a sus viajes a caballo), dificultad para caminar, lo que eventualmente la dejó postrada en la cama. No podía comer, no podía dormir y tenía una sed insaciable. Sin perder en ningún momento su lucidez, en junio de 1504, un médico dijo que le había crecido un tumor visible, aunque no se informó de su ubicación.
Toda esta sintomatología sugiere varias posibilidades como paludismo o algún problema del eje hipotalámico-hipofisario, pero no explican todo el cuadro. Su cronicidad acabaría afectando múltiples órganos provocando un fallo renal, del sistema nervioso y de los vasos periféricos, pudiendo explicar toda esta sintomatología una vasculitis, probablemente secundaria al proceso tumoral.
En su testamento, estableció que su sepultura tuviera lugar en la iglesia de San Francisco en Granada, a la espera de la construcción de una Capilla Real dentro de la catedral de dicha ciudad, donde actualmente reposa junto a su amado esposo.
Por lo tanto, es probable que las aventuras sexuales de su esposo no sólo fueran la causa de su tristeza, sino también de su muerte, porque…
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Para saber más
La infanta que llegó a reinar, Isabel de Trastámara, artículo de M.ª Isabel del Val Valdivieso
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Información basada en el artículo de ABC
Replica a Una dama sin abanico es como un caballero sin espada | franciscojaviertostado.com Cancelar la respuesta