
El conflicto de la guerra civil estadounidense (1861-1865) ocasionó un millón de bajas, entre ellas más de 600.000 soldados (260.000 confederados). Dos terceras partes de estas muertes no fueron ocasionadas directamente por las heridas de una explosión, ni por un disparo, ni siquiera por la amputación de alguna parte del cuerpo, no, sino que la causa fueron las enfermedades, las epidemias y… ¡el café!
Bueno, no quiero decir con esto que este fabuloso estimulante fuera el causante de tantas muertes (esto sería pasarse) pero sí representó un gran problema para los mandos el poder propocionarlo a sus tropas, sobre todo entre los soldados del Sur, en los que su adicción a la cafeína hizo que se convirtiera en un grave contratiempo en la contienda.
El ejército de la Unión contaba con una red de suministros muy eficiente que facilitaba la alimentación básica regular a sus soldados. Esto hacía que pudieran disponer de 350 gr. de carne de cerdo (o medio kilo de carne de res), 170 gr. de pan blando (o medio kilo de pan duro) y 550 gr. de harina de maíz. A cada 100 raciones se le sumaban casi 7 kilos de guisantes secos o fríjoles, 4 kilos de arroz, 7 de azúcar, 2 de sal, 13 de patatas… y 4 kilos de café. Tampoco nos hemos de olvidar del reciente invento del enlatado de los alimentos que facilitó su mantenimiento. Mientras, aunque el ejército confederado también disponía de abundante comida no contaba con una distribución tan eficiente como su enemigo. Esto ocasionó que el ejército del Sur estuviera peor alimentado, sobre todo a medida que iba avanzando el conflicto.

Los soldados, en grupos de seis a ocho, cocinaban con sus propias bayonetas como sartén al no disponer de los utensilios de cocina que se habían utilizado para cavar trincheras. En estas condiciones no era raro que el tifus, la malaria y las gastroenteritis fueran las principales causas de muerte entre las tropas. En los cuatro años que duró la guerra se registraron más de un millón de casos de diarrea o disentería de los que más de 57.000 fueron mortales.
Uno de los alimentos que disfrutaban era el café, lo mejor de su menú y uno de los pocos placeres que podían tener en medio de tanto horror. Pero la producción se agotó y los confederados pasaron a depender de las plantaciones en poder de los unionistas. Esto y el bloqueo de productos que se hacían entre ellos no hacía más que empeorar la situación, apareciendo poco después mafias que comerciaban y trapicheaban con los soldados. De los pocos centavos que pagaban los unionistas por una taza de café los confederados pagaban veinte veces más. Es entonces que para poder aliviar esa adicción a la cafeína de los sureños se sustituyó el café por sucedáneos con centeno, batatas, maíz tostado, bellotas y cacahuetes, apareciendo el café instantáneo, una mezcla conocida como «esencia de café» que era tan malo que casi era mejor no tomarlo. Además, este brebaje no evitaba que el síndrome de abstinencia llenara las enfermerías y en 1863, el cirujano confederado, Samuel Moore, decidió prohibir el uso del café excepto para los pacientes que estaba tratando, por su beneficioso efecto estimulante. Los que no morían de gastroenteritis sufrían de numerosos problemas intestinales que provocaban que los soldados no llegaran en las mejores condiciones al campo de batalla pasando factura en momentos decisivos de la guerra.
Por otra parte, el Norte sufrió la escasez de otro artículo adictivo importante para las tropas, el tabaco, aunque los norteños fueron más hábiles y lo conseguían por otras vías además de aprovechar las numerosas treguas que se dieron durante la guerra por las que se llegaban a acuerdos de intercambio de alimentos entre el Norte y el Sur.
Decir que el problema en el abastecimiento del café durante la guerra civil estadounidense influyó de alguna manera en el resultado final es quizás exagerar, pero sin duda fue un factor más junto con los graves problemas en la alimentación de los sureños, haciendo decantar la victoria hacia el lado de los unionistas.
Un libro:
Secesión: la guerra civil americana, de John Keegan (2011)
Links fotos:
Timothy H. O’Sullivan; Wikimedia; Neatorama
Link información:
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