¿Quién no ha tenido en algún momento de su vida el temor de padecer un enfermedad, incluso grave, al presentar un síntoma? Puede que un dolor debajo de las costillas, un bulto en la axila, un dolor de cabeza o un mareo nos hiciera estar preocupados casi obsesivamente durante días, semanas o quizá meses. Seguro que todos, de una forma u otra, de jóvenes, adultos o incluso de más mayores. Pero esto es algo normal y no es más que un estado de aprensión. No quiere decir que seamos hipocondríacos, situación esta que puede originar una verdadera angustia, sufrimiento y ansiedad a quien la padece.
El término hipocondría hace referencia a una región del cuerpo, el hipocondrio, situado bajo las costillas y el apófisis xifoides del esternón. Es en ese lugar donde se creía que se acumulaban los vapores causantes de este mal según la escuela médica humoral. En la actualidad los Criterios Diagnósticos de Investigación (CIE-10) especifican que debe existir la convicción de «estar padeciendo como máximo dos enfermedades médicas importantes» y, al menos una de ellas sea correcta y específicamente nombrada por el individuo que presenta el trastorno hipocondríaco». Así pues, el hipocondríaco no se inventa síntomas sino que los que tiene los interpreta exageradamente, centrando su atención en síntomas leves y no en los verdaderamente importantes.
Según la psicóloga clínica Amparo Belloch Foster:
«La persona hipocondríaca no se preocupa por signos de enfermedad por los cuales todos nos preocuparíamos, si no por cosas muy leves que interpreta como posibles alertas de algo grave, nunca le busca la explicación normal, si no que siempre tiene abierta la posibilidad de que todo sea grave, por ejemplo, si un resfriado me dura más de una semana, yo puedo pensar que no me cuidé, un hipocondríaco pensaría que es un cáncer de pulmón».
Aunque es difícil evaluar su prevalencia en la población general podría situarse entre el 1 el 4 %, siendo superior en poblaciones asistenciales. Soliendo iniciarse en la segunda década de la vida (antes también) y padeciéndola por igual hombres que mujeres durante un período de tiempo superior a los seis meses.
El 90% de los hipocondríacos no reconoce que tiene un problema psicológico, pero los psiquiatras la consideran un trastorno de ansiedad y esta actitud hipocondríaca aparecería como un síntoma en algunas formas de depresión endógena, en especial la que se conoce como melancolía involutiva (típica de los ancianos), pero también en cuadros neuróticos, histéricos, neurasténicos, psicosomáticos…
Para tratar la hipocondría disponemos de psicofármacos que ayudan a controlar la ansiedad que presentan, así como terapias psicológicas cognitivo-conductuales en las que se le pide al paciente que no acuda más a la consulta del médico ni a las urgencias del hospital así como que no hable de temas relacionados con la salud y la enfermedad. Algunos observan mejoría del cuadro con la oxigenoterapia hiperbárica aunque esto no está ni consensuado ni protocolizado.
Hipocondríacos famosos
En un post anterior hice referencia a personajes geniales de la Historia que fueron prematuros al nacer, pero… ¿quienes fueron hipocondríacos?
Encontramos a Charles Darwin cuyas palpitaciones, cefaleas y molestias de estómago le hacían sentirse torpe y debilitado. Antes de iniciar su viaje alrededor del mundo presentaba dolores en las manos que ningún médico le pudo dar ninguna explicación que le convenciera y, junto al tamaño de su nariz, le causaban gran preocupación. Algunos dicen que durante su expedición a bordo del Beagle sufrió de Chagas, síntomas que le acompañaron incluso después de curarse. Él mismo dijo en una ocasión que gracias a «su enfermedad» pudo trabajar tanto y desarrollar su famosa teoría de la evolución de las especies.
La mala salud me salvó de las distracciones sociales y la diversión.
El escritor francés Marcel Proust era tan sensible a los sonidos que tuvo que cubrir las paredes de su habitación con corcho. Pasaba los días enteros en cama levantándose a escribir por la noche. Así escribió su obra cumbre En busca del tiempo perdido (1913-1927).
Manuel de Falla no pudo acabar su última obra La Atlántida, debido a los largos rituales que efectuaba de lavado durante sus episodios hipocondríacos.
José Donoso estuvo al borde de la muerte al escribir El obsceno pájaro de la noche debido a que cada vez que escribía una obra sufría de úlcera.
Encontramos la descripción de esta enfermedad en la obra El enfermo imaginario (1672), de Molière, y un caso más reciente, el de Gabriel García Márquez, que «al llegar la primavera se llenaba de golondrinos, y en su obra Cien Años de Soledad, se los atribuyó a uno de sus personajes, Aureliano Buendía, dejando de salirle a él».
Seguro que tras leer esto alguno de vosotros penséis que quizás podáis ser hipocondríacos pero tranquilos, el hecho de somatizar no hace que lo seáis, además, sentir miedo por una enfermedad es normal.
Para saber más:
Charles Darwin y su hipocondría
Trastornos somatomorfos (presentación)
Link foto:
El mal de estos tiempos. Interesante
Hola Suni,
… y probablemente lo será más en el futuro.
Saludos y bienvenido
Por supuesto todos en algún momento nos hemos preocupado algo más de lo debido por una dolencia. Pero creo que puede haber dos clases de hipocondriacos, los que verdaderamente padecen de ella (como los casos que detallas) y los muchos «hipocondriacos» que exageran sus pequeñas dolencias para acaparar la atención de cuantos les rodean. He conocido dos personas muy «hipocondriacas».
Gracias por ampliar mucho lo que ya me figuraba.
Abrazo de una «no hipocondriaca»….
Es cierto, conozco a personas muy malas (por cierto ya me alejé de ellas) capaces de inventar dolores para manejar y hasta seducir a otros, lo máximo que podemos hacer por ellos es ignorarlos pues si entramos en argumentos caemos en sus redes desconcertantes.
Hola Rosa,
pero los verdaderos hipocondríacos lo pasan mal, muy mal. Esa angustia de padecer algo grave y mortal es algo que les consume día a día. Un trastorno difícil de corregir y como tantos otros primero se debe asumir por uno mismo para poder llegar a corregirlo.
Abrazos
Es cierto, el «darse cuenta» es un primer paso a pedir verdadera ayuda.
tienes razon, es un calvario
No hay peor cosa que tener cerca a un hipocondríaco, pues es una enfermedad tan contagiosa como el miedo (yo creo, sin entender, que tienen el mismo origen).
Tuve un empleado que lo era: Tenía una ligera jaqueca, y ya pensaba< en un íctus. Un dolor en el brazo izquierdo (seguramente por haber dormido en mala postura), ya era un amago de infarto.
Y contagió a todos sus compañeros: cada vez que había la más leve alarma médica (la famosa gripe japonesa,¿recuerdas?, por poner un ejemplo), se me daba de baja media plantilla.
Y lo peor es que nunca quiso reconocer que estaba enfermo de veras, pero psíquicamente.
Hablé con él seriamente varias veces, ofreciéndome a proporcionarle un tratamiento adecuado. No me hizo ni caso.
Claro al final, no me quedo más remedio que… prescindir de sus servicios.
Gracias por tan interesante artículo, Francisco Javier. Y un consejo personal para los hipocondríacos: traten seriamente su enfermedad, pues están enfermos.
Feliz semana, amigo.
Hola Luis,
recuerdo mis tiempos de estudiante en la facultad. Mientras estudiaba la asignatura de psiquiatría pensaba que tenía todos los trastornos que nos explicaban. ¡Qué angustia!
Un abrazo y buen inicio semanal también para ti.
Y en el mundo del cine, el más famoso es Woody Alllen.
Hola Amira,
sí, sí, tienes razón, uno de los que faltan en la lista…
Abrazos
Reblogueó esto en maragomezcejas.
Muy interesante. Me gustó mucho conocer de estas personas conocidas que fueron hipocondriacas. En especial, Gabriel García Marquez. Cuando leí la novela, tuve que buscar lo que eran golondrinos. El personaje de Aureliano me resultaba muy vívido con ese padecimiento. Ahora sé que él era un retrato de sí mismo, por lo menos en ese aspecto. Gracias por compartir tus conocimientos. Un abrazo.
Hola melbag,
ya sabes que soy el primero que aprende preparando los artículos, aunque los aspectos médicos me sean más conocidos, claro.
Abrazos
Sentarse cómodo, en un sillón, alegre, con el cuerpo liberado esperando ver desenlaces apartando el sueño, dejando atrás los malestares inventados para sentirse seguro es la mejor terapia para quienes acuden a disfrutar de un buen juego. ¿ Verdad que se siente rico dejar el sueño sobre el pasto ? Hacer a un lado las enfermedades inventadas es apartar neblinas creadas por sombras. Sacudir el barro de las botas moviendo las piernas es buena práctica tirando de la risa como a una pelota. Gracias, FJ, disfruté este post hipocondríaco. Un abrazo, saludable y jubiloso.
Hola marimbeta,
puede que más de uno de nosotros se vea identificado como hipocondríaco, y como en otras ocasiones en el blog espero que el artículo pueda ayudar a reconocer que es un trastorno con cura. Ponerse en las manos de los profesionales es fundamental.
Abrazos sin signos ni síntomas.