Lejos de pensar que la polémica entre partidarios y detractores de las corridas de toros es algo de nuestro tiempo lo cierto es que el debate viene de atrás. Muchos intelectuales, entre los que destacaba el ilustrado Jovellanos, decían que sus fiestas solo traían desórdenes e incultura al pueblo, pero otros opinaban todo lo contrario además de alabar la valentía de los toreros. En el siglo XVIII se llegaron a prohibir (exceptuando las que se organizaban con fines benéficos) hasta que en 1810 José Bonaparte las volviera a permitir. Con este artículo no entraré en esta discusión (ya sabéis que para eso están los comentarios) pero permitidme mostraros un poquito de su historia.
Desde los tiempos del rey Alfonso X en el siglo XIII, la muerte del toro -con remuneración- estaba prohibida, existiendo dos versiones de toreo hasta el siglo XVII: una. más popular, en la que se «corrían toros» por las calles hasta conducirlos a las plazas públicas donde se lidiaban hasta la muerte, y otra, más caballeresca, en la que alanceadores y rejoneadores utilizaban caballos.
Con el tiempo, en las corridas de toros la aristocracia será sustituida por la plebe, y a mediados del siglo XVII se reconvertirá en nuestra actual corrida con la aparición del «toreo a pie», en la que un matador armado con una espada lidiará al toro dándole muerte al final. Los banderilleros y varilargueros quedarán adscritos al servicio de ese maestro, que pasará a cobrar un elevado sueldo por sus faenas a la vez que se convertirá en un ídolo de masas al igual que ahora con nuestros deportistas de élite, incluso aristócratas como Cayetana Álvarez de Toledo, Duquesa de Alba, cortejaría a los toreros más célebres de su tiempo.
La masiva asistencia del público obligó a que las plazas mayores donde se lidiaban los toros pasaran a ser de rectangulares a circulares -menos peligrosas- y entrado el siglo XVIII los toros comenzarán a seleccionarse por su bravura.
El toreo se convirtió en una auténtica obsesión nacional surgiendo tres míticas figuras que marcarán el futuro de la tauromaquia: el sevillano Joaquín Rodríguez Costillares, que creará el vestido de torear así como algunas de las artes del toreo como la verónica y el volapié; su discípulo Pepe-Hillo, cuya forma de torear maravilló a todos al igual que su uso de la capa y muleta crearía escuela en Sevilla, y Pedro Romero, rival indiscutible del anterior, atribuyéndosele la muerte de más de 5.600 toros sin sufrir ninguna cogida grave, sentando la base de la escuela rondeña.
Si Pedro Romero era todo un ídolo, Pepe-Hillo sentaría las bases del toreo moderno publicando en 1796 un Tratado de tauromaquia, texto importante para conocer su evolución. Y en la mente de todos los amantes de este arte quedará grabada la fecha del 11 de mayo de 1801, cuando en una corrida en la Plaza de Madrid, Pepe-Hillo entró a matar al séptimo toro de la ganadería salmantina de José Gabriel Rodríguez Sanjuán, de nombre Barbudo, siendo derribado sufriendo una cornada mortal con el pitón derecho:
(…) el toro le acometió de nuevo y con el mismo cuerno por la boca del estómago levantóle y campaneándole así, en distintas posiciones, por más de un minuto, destrozóle varios órganos y arterias en la cavidad del vientre y pecho (intestino mayor, estómago, pulmón derecho, y el hígado por completo), además de las ocho costillas fracturadas y una vértebra, hasta que le soltó en tierra, inmóvil y con sólo pocos minutos ya de vida, entretanto en el resto de la arena se volcaban a terminar con el astado, moribundo también.
Este fatídico hecho quedaría inmortalizado en el grabado 33 y último de la serie La Tauromaquia, de Goya (1815), estando presente la reina María Luisa y probablemente también el propio pintor.

Imagino que entre vosotros habrán diversas opiniones al respecto. Unos lo considerarán un Arte mientras que otros una salvajada que debería prohibirse cuanto antes, pero aquí os dejo unas frases que pueden ayudarnos a decidir hacia un lado u otro.
Es moral lo que hace que uno se sienta bien, inmoral lo que hace que uno se sienta mal. Juzgadas según estos criterios morales que no trato de defender, las corridas de toros son muy morales para mí (Ernest Hemingway)
La historia del toreo está ligada a la de España, tanto que sin conocer la primera, resultará imposible comprender la segunda (José Ortega y Gasset)
El arte de torear consiste en convertir en veinte minutos a un bello animal en una albóndiga sangrante ante un público alborozado (Manuel Vicent)
«Ojalá que un día podamos gritar: ¡el torero ha muerto: vivan los toros!» (Eduardo del Río)
Un ensayo:
Historia de la tauromaquia, de Bartolomé Bennassar. Valencia (2000).
Para saber más:
Links fotos:
Kalin Nikolov Koev; Wolfgang Staudt;
Información extraída de diversas fuentes con especial atención en el artículo Los toros en el siglo XVIII: arte y espectáculo, de José Campos Cañizares (Universidad Wenzao, Kaohsiung). N.G. Historia Nº 81.
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