
Dos de los personajes que podéis observar en el cuadro fueron protagonistas de nuestra Historia por motivos bien distintos. Magistralmente inmortalizados por el pintor español José Uría y Uría en 1881 en él se representa al hijo heredero del rey Felipe II, el príncipe don Carlos, en el momento que descubre que no mandará las tropas españolas en Flandes, a pesar de que su padre le prometió que así lo haría, y a su lado, como evitando que se caiga al suelo, el Gran Duque de Alba. Puede que no sea la representación del duque de Alba más conocida pero en ella se pone de manifiesto lo que fueron estos dos ilustres.
Carlos de Austria es hijo de Felipe II y su primera esposa, la infanta María Manuela de Portugal, quien murió días después del parto. Como era habitual entre la realeza de aquellos tiempos su boda fue pactada, en su caso por el emperador Carlos I, siendo primos entre ellos. La figura de don Carlos es una de la más enigmáticas de la Historia de España. De complexión débil y enfermiza, tenía un hombro más alto que el otro y la pierna izquierda más larga que la derecha, el pecho hundido y una discreta joroba, sufrió persistentes fiebres que en 1561 le alejarían de los insalubres aires de Madrid por recomendación de los médicos de la Corte fijando su residencia en Alcalá de Henares. Siempre me ha llamado la atención el hecho de que consideraran en aquellos tiempos a las grandes capitales ruidosas y contaminadas, ¡qué pensarían hoy en día!
Volviendo a la salud de don Carlos, un año después, en una ocasión tropezó en unas escaleras golpeándose la cabeza y, tras probar infructuosamente varios tratamientos, se le realizó una trepanación que probablemente le trajo más secuelas. Los historiadores cuentan que disfrutaba asando liebres vivas, cegando caballos en el establo real y con once años ordenó el azote de una muchacha por el simple hecho de divertirse. No es de extrañar que su difícil trato fuera consecuencia de problemas psicológicos incompatibles para reinar el inmenso imperio de su padre. Felipe II, consciente de ello, tomó en 1568 la decisión de encarcelarlo en el Alcázar de Madrid, encontrándolo muerto en una estancia seis meses después. A partir de ese momento todas las miradas apuntaban al asesinato como causa de su muerte y al propio rey como culpable del mismo, pero lo más probable es que no fuera más que una de tantas otras Leyendas Negras. No se sabe a ciencia cierta cómo murió, unos dicen que producto de un veneno, otros que asfixiado por estrangulamiento con una almohada mientras que otros dicen que fue decapitado. Pero si nos atenemos a la razón lo más probable es que se suicidara por inanición, pues con anterioridad amenazó con hacerlo.
En nuestros tiempos existen casi tres mil títulos nobiliarios en España entre Ducados, Condados, Vizcondados, Baronías y Señoríos. Cuatrocientos de ellos corresponden a Grandes de España y entre todos destaca la casa ducal de Alba en la que actualmente Carlos Fitz-James es oficialmente el nuevo duque de Alba.
El origen de este ducado lo encontramos con el nombramiento por parte del rey Juan II de Castilla en 1438 de Fernando Álvarez de Toledo y Sarmiento como conde de Alba de Tormes, por los servicios prestados al monarca. En 1472, el rey de Castilla Enrique IV, elevaría el condado a ducado con el ambicioso García Álvarez de Toledo y Carrillo de Toledo, el primer duque de Alba de Tormes, primo del futuro Rey Católico y uno de los nobles que asistieron al enlace entre Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, siendo uno de sus principales aliados en la Guerra de Sucesión castellana apoyándolos en la batalla de Toro (1476) donde su victoria contra los seguidores de Juana la Beltraneja asegurarían definitivamente el trono de Castilla y su unión dinástica con Aragón.
Su sucesor, Fadrique Álvarez de Toledo y Enríquez, II duque de Alba, prestaría sus servicios a los Reyes Católicos participando en la toma de Granada y de Navarra. Nombrado Capitán General su lealtad permanecería intacta cuando la mayoría de los nobles se unieron a Felipe «el Hermoso» en la lucha por el trono, siendo quien cerrara los ojos del monarca aragonés en su lecho de muerte en la localidad cacereña de Madrigalejo acompañado por su segunda esposa la Reina Germana de Foix y por su nieto el infante don Fernando de Aragón, entre otros.
En 1520, el rey Carlos I de España incorporó a los duques de Alba (de Tormes) entre los veinticinco primeros Grandes de España. En los siglos sucesivos el ducado se sucedió en tres familias: la original con la Casa de Alba (casa de Toledo) que duró tres siglos y que se conoce con el nombre de Albas mayores por la relevancia que tuvieron sus duques en la historia de la Monarquía de España; la casa de Silva, la más corta y con menos titulares; y la actual, la casa de Fitz-James Stuart, iniciada por un descendiente de un hijo bastardo del rey Jacobo II de Inglaterra y primo segundo de la XIII duquesa.

Dicho esto centrémonos nuevamente en el otro ilustre personaje del cuadro, el III Duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, conocido también como «el Grande» , «Gran Duque de Alba» , el mejor general de su tiempo y uno de los mejores de la historia cuyas hazañas militares ayudarían a que España alcanzara su apogeo en el siglo XVI. Nació en la provincia de Ávila siendo educado en el castillo palacio de Alba de Tormes en el humanismo y catolicismo. Con tan solo seis años de edad acompañaría a sus predecesores en la toma de Navarra y siendo ya duque acudiría a la llamada del rey Carlos, junto a su amigo y camarada de armas el poeta Garcilaso de la Vega, para defender Viena del Imperio otomano. En 1541 fue nombrado mayordomo mayor del Rey de España, cargo que mantuvo hasta el fallecimiento del monarca, y cinco años después investido Gran Maestre de la Insigne Orden del Toisón de Oro como premio a su fidelidad. Nombrado mayordomo mayor de Felipe II tuvo que adaptar la casa de Castilla a la casa de Borgoña, siendo además uno de los pocos Grandes de España que acompañó al príncipe Felipe a Inglaterra en su segundo matrimonio con la reina María I de Inglaterra, de la casa de Tudor.
Lejos de su acción política fue recordado más por sus logros militares en los reinados de Carlos I y su hijo Felipe II. Auténtico señor de la guerra, brutal, severo e implacable, estuvo al frente del ejército de Italia en la guerra con el papa Paulo VI, aunque quedó en la memoria histórica su represión contra la rebelión de los Países Bajos: ordenó ejecutar a los condes de Egmont y Horn, y sus victorias contra Luis de Nassau (Batalla de Jemmingen) y el príncipe de Orange, Guillermo Nassau «el Taciturno» (Batalla de Jodoigne), en 1568. La situación política de la zona no mejoró a pesar de sus constantes acciones militares agravado por el descontento de la población. Tras cinco años de represión y más de 3000 ejecuciones, el duque de Alba fue relevado por Felipe II.
En 1578 es desterrado de la corte (por desobedecer al rey en el acuerdo matrimonial de uno de sus hijos), pero tan solo un año después, Felipe II volvió a necesitar de los servicios de su Gran Duque para conseguir la corona de Portugal y así el Imperio español alcanzar su apogeo.
Sois el único monarca de la tierra que sacáis de la prisión a un general para daros otra corona.
(Fernando Álvarez a su rey)
El Gran Duque murió a los 74 años de edad, en Tomar, cerca de Lisboa, sus restos trasladados a Alba de Tormes y en 1619 a su actual ubicación el convento de San Esteban en Salamanca.
Para saber más:
Don Carlos, el príncipe de la Leyenda Negra
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