
En anteriores artículos ya hablamos de la historia del espéculo, un instrumento utilizado desde hace más de 2000 años que si lo comparamos con muchos de los actuales sofisticados y complicados ingenios que utilizamos en nuestra práctica médica, es simple, muy simple. Pero esta simplicidad no quita que sea uno de los más utilizados y útiles en todo el mundo.
En el post de hoy hablaré del médico George Nicholas Papanicolaou, alguien que supo ver más allá y que, gracias también a la casualidad (como en tantas otros grandes descubrimientos médicos), hizo una de las aportaciones más importantes en la medicina preventiva del siglo XX.
Me refiero al test de Papanicolaou (no pensaron demasiado en el nombre) o «Pap Test», que cumple todos los requisitos que se exigen a una prueba de cribado (screening) poblacional: segura, precisa, válida (sensibilidad y especificidad), económica y eficaz en la disminución de la morbimortalidad del cáncer de cuello de útero (cérvix).
Papanicolaou nació en la localidad de Kymi, en la isla griega de Euboea. Su padre era médico, y él comenzaría sus estudios de medicina en la Universidad de Atenas obteniendo las máximas calificaciones y graduándose con 21 años. En 1904 se enroló en el ejército siendo ayudante de cirujano, pero lo que más le interesaba era la investigación así que se fue a Alemania para realizar un posgrado de biología, acabando su tesis en 1910 sobre la diferenciación sexual de la Daphnia, un género diminuto de pulga de agua que aunque pueda parecernos insignificante era muy utilizada en investigación biológica. Como fisiólogo participó en la expedición oceanográfica que realizó el príncipe Alberto I de Mónaco en 1911, emigrando poco después a Nueva York en octubre de 1913.
Sus primeros años en la ciudad fueron difíciles y tuvo que ganarse la vida trabajando en unos almacenes, tocando el violín por restaurantes (por cierto, lo hacía muy bien) y como archivero en un periódico. Con el tiempo, el zoólogo Thomas H. Morgan (que obtendría el premio Nobel años después) lo contrató como asistente en el laboratorio de patología del New York Hospital, sí, el mismo hospital que fundó J. Marion Sims y que abandonó debido a que se negaban a aceptar pacientes con cáncer.

Compró un pequeño espéculo nasal y comenzó a practicar frotis de las secreciones de los cobayas encontrando que era posible identificar distintos tipos de células según los momentos del ciclo en que se encontraban. Posteriormente, empezó a examinar las secreciones vaginales de una «mujer especial», probablemente su mujer, que también era su asistente en el laboratorio, para someter después a todas las mujeres del servicio de ginecología a una prueba sencilla y no dolorosa, la citología exfoliativa, mediante la cual obtenía células del fondo de la vagina y el exocérvix (parte externa del cuello del útero) y con un pequeño cepillo redondeado cogía células del endocérvix (interior del cuello). Será en 1928 que publicaría el hallazgo de células cancerosas en las células vaginales.

Casi simultáneamente se empezaba a utilizar un nuevo instrumento, el colposcopio, que con los años se convertiría también en indispensable en la práctica clínica del diagnóstico precoz del cáncer de vulva, vagina y cérvix, y cuatro años después, Walter Schiller desarrollaría un test consistente en aplicar lugol en el cérvix, tiñendo las células normales al contener glucógeno y en cambio, las células epiteliales precancerosas y cancerosas no quedaban oscurecidas al no tenerlo, dirigiendo en ellas la realización de una biopsia. Tanto el uso del colposcopio como de la biopsia tardaron en generalizarse pero acabaron por convertirse en parte fundamental del diagnóstico precoz del cáncer de cérvix, aunque el test ideado por Papanicolaou se aplicó rápidamente en todo el mundo dado que era mucho más sencillo, económico y podía utilizarse masivamente.
En 1941 publicaría su hallazgo en el American Journal of Obstetrics and Gynecology el artículo «The diagnostic value of vaginal smears in cancer of the uterus» y desde entonces comenzaría una nueva era en el diagnóstico precoz del cáncer. Se sirvió de la estadística comprobando que los resultados eran contundentes. No había ninguna duda de que el uso rutinario del «Pap Test» permitía diagnosticar muchos casos de cáncer cérvix asintomático que solo podían demostrarse con la práctica de una biopsia.
Hombre modesto, no muy dotado para la oratoria pero gran maestro, falleció de un infarto de miocardio el 19 de febrero de 1962. La gran contribución de George Papanicolaou fue el descubrir la manera de identificar de una manera sencilla esas lesiones precursoras de cáncer de cérvix y desde que la American Cancer Society de Estados Unidos se interesó por su técnica diagnóstica, se comenzaría a aplicar con regularidad disminuyendo un 70% las muertes por cáncer de cérvix. Una cifra que seguirá aumentando (me refiero disminuyendo, bueno ya me entendéis) con las nuevas técnicas que determinan el virus del papiloma humano (VPH) y la incorporación de la vacuna. Mientras, el «test de Papanicolaou» sigue siendo la prueba más empleada en todo el mundo y son innumerables las vidas que este sencillo test ha salvado en los últimos ochenta años.
Para saber más
Asociación Española de Patología Cervical y Colposcopia
Clasificación Bethesda (imágenes citológicas)
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