Podemos imaginarnos la escena nada teatral, real como la vida misma. Cervantes asomado en el balcón de su casa en la actual calle de su mismo nombre, esquina con la calle del León, escuchando los corrillos de autores y artistas teatrales que allí se reunían. Algunos aireando los escándalos amorosos de Lope de Vega, que también vivió a escasos metros de él; otros, criticando al propio autor del Quijote por alguno de sus fracasos teatrales; o puede que simplemente escuchando chismes cotidianos de la ciudad. Si había un lugar donde se concentraba pasión y literatura durante el Siglo de Oro ese era el barrio de Las Letras, en pleno centro de Madrid, y entre sus estrechas calles destaca un lugar: el mentidero de Representantes.
Una leyenda es la que da nombre a la calle del León…
Un indio -quizás un turco-, se instaló en dicha zona en compañía de un león encadenado y enjaulado. El hecho de que tan fiero animal estuviera en la ciudad hizo que la noticia se extendiera rápidamente entre la población. El extranjero advirtió la posibilidad de hacer negocio con ello y advirtió a todos los que se acercaban que si querían ver al animal debían pagar una entrada de dos maravedís.
Cervantes vivió solo un año allí, enfermo de diabetes, junto a su esposa Catalina de Salazar, y escribió «Los trabajos de Persiles y Sigismunda», una obra dedicada a su benefactor, el conde de Lemos, pues la fortuna literaria no se correspondió de la misma manera con sus ingresos monetarios.
El mentidero de Representantes es mencionado en muchos de los escritos de Rojas, Quevedo, Lope de Vega y tantos otros escritores de la época, podríamos decir que Madrid no sería Madrid sin él. A primera hora de la mañana se podían oír las conversaciones más atrevidas, más gritos que chácharas, quizá por el paso temprano de las mujeres que salían a comprar el cocido que después prepararían en casa, y entre las diez de la mañana y la una de la tarde se llenaba de poetas, actores y artistas que, tras acudir a la misa diaria en alguno de los conventos cercanos de la zona, se reunían para contratar trabajos. Si tenías suerte te contrataban por unos pocos reales si no eras un escritor de renombre, nada comparables a los ochocientos de Calderón o mil de Lope de Vega.
No era este el único mentidero de Madrid, también podíamos encontrar el de las Losas de Palacio, delante del Real Alcázar y el de las Gradas de San Felipe, en las escaleras que tenía el Convento de San Felipe el Real en la Puerta del Sol. Muchos, los más adictos a estos encuentros, recorrían a diferentes horas los distintos mentideros, una forma de estar al corriente de lo que sucedía en la ciudad.
Hoy, una placa recuerda a todo aquél que pasea por allí ajeno a lo que sucedía en ese mismo lugar siglos atrás, que en esa esquina se reunieron míticos actores, escritores y representantes teatrales del Madrid del Siglo de Oro. Además, si caminamos por esa misma calle nos encontraremos con la casa natal del premio Nobel de Literatura Jacinto Benavente, la Real Academia de la Historia, en el número 21, y al final de la travesía, el Convento de las Trinitarias Descalzas, lugar donde actualmente reposan los restos de Cervantes.
Sin duda un lugar con mucha Historia en Madrid.
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