Roma daba miedo, no era para menos. Sus conquistas eran conocidas en el mundo entero y todos los pueblos acababan doblegándose a su poder. Pero en ocasiones, muy pocas, era la propia Roma la que se impresionaba por la resistencia que sus ejércitos encontraban en la batalla. Ese fue el caso de la actitud de los numantinos en el asedio que les sometió Escipión Emiliano para rendir la ciudad de Numancia. Escritores romanos como Floro o Plinio lo convertirían en mito al llevar al extremo su resistencia, una oposición que les llevó a practicar el canibalismo para sobrevivir y no rendirse a su poderoso enemigo.
No mucho después, al faltarles la totalidad de las cosas comestibles, sin trigo, sin ganados, sin yerba, comenzaron a lamer pieles cocidas, como hacen algunos en situaciones extremas de guerra. Cuando también les faltaron las pieles, comieron carne humana cocida, en primer lugar la de aquellos que habían muerto, troceada en las cocinas; después, menospreciaron a los que estaban enfermos y los más fuertes causaron violencia a los más débiles. Ningún tipo de miseria estuvo ausente. Se volvieron salvajes de espíritu a causa de los alimentos y semejantes a las fieras, en sus cuerpos, a causa del hambre, de la peste, del cabello largo y del tiempo transcurrido. Al encontrarse en una situación tal, se entregaron a Escipión (…)
(Apiano)
Desde el mismo momento que Roma puso sus ojos en la península hispánica encontró valerosos pueblos que lejos de rendirse le plantarían cara, como los arévacos, vacceos, bellos o lusitanos, pero el asedio de Numancia se convertiría en leyenda. La ya desaparecida población celtíbera de Numancia se encontraba en el Cerro de la Muela, a siete kilómetros de la actual ciudad de Soria. No se sabe con certeza si sus pobladores pertenecían al pueblo de los pelendones o arévacos y los datos que disponemos sobre su vida los encontramos en la misma arqueología. En la actualidad se han excavado unas seis hectáreas, sin aportar muchos datos de la ciudad prerromana, pero se sabe que alrededor del año 350 a. C. pasó a tener un número importante de habitantes que la convertirían en ciudad, siendo su fuente económica la ganadería.
En el año 153 a. C. se produjo el primer conflicto grave con Roma, consiguiendo derrotar a un ejército de 30 000 soldados romanos. Desde entonces y durante veinte años el Senado envió a diversos generales para doblegar a los numantinos, sin embargo, ninguno tuvo éxito en su misión, ni tan siquiera con el apoyo de los temidos elefantes que allí se llevaron. Fue entonces que se decidió enviar a su general más famoso, Publio Cornelio Escipión Emiliano «El Africano Menor», cuya fama le precedía. Este llegó a la zona en octubre del año 134 a. C. con un ejército de 60 000 hombres (entre legionarios itálicos y tropas auxiliares indígenas) para conquistar la ciudad de Numancia, donde se habían refugiado también otros pueblos celtibéricos, en total 4000 personas. Sometió a su ejército a un durísimo entrenamiento y a diferencia de sus predecesores, Escipión, cauto y sagaz como era, sabía que la única arma que conseguiría doblegarlos sería la de la paciencia. Mandó sitiarla durante más de un año, arrasó sus campos para dejarla sin víveres y aislándola con un cerco constituido por siete campamentos, levantados en los cerros que rodeaban la ciudad (Castillejo, Travesadas, Castillo ribereño de molino, Peñarredonda, La Rasa, Dehesillas y Alto Real), unidos por un muro de nueve kilómetros de perímetro y dos fosos fortificados con más de 36 000 estacas. A diferencia de los campamentos construidos por César ante Alesia en la Galia, estos no eran de barro y madera, sino construcciones de piedra como las del tiempo del Imperio.

Finalmente, el hambre hizo rendir Numancia, pero sus habitantes prefirieron el suicidio a entregarse. Los pocos supervivientes que quedaron fueron vendidos como esclavos y la ciudad entregada a los pueblos vecinos que habían colaborado con las tropas romanas. Escipión regresó victorioso a Roma celebrando su triunfo por sus calles con cincuenta de los numantinos capturados. La gran victoria sobre Numancia aportó una era de paz a Hispania, pero Numancia ya era leyenda.
No quiero terminar sin denunciar desde aquí que, Numancia, más de dos mil años después, sigue cercada. En esta ocasión no es ningún ejército romano quien quiere destruirla, sino las propuestas urbanísticas que siguen imparables -en connivencia con los poderes políticos- barriendo ese lugar arqueológico de valor histórico incalculable en el que aún hoy es posible distinguir los restos de aquellos campamentos romanos, un yacimiento declarado Monumento Nacional por Real Orden de 25 de agosto de 1882. Esta no será una batalla tan cruel como aquella pero se adivina difícil de ganar. El campamento romano de Alto Real ha sido incluido en la Lista roja de patrimonio en peligro pero confiemos que, en esta ocasión, este nuevo asedio numantino se incline a favor del bien cultural y que la Historia gane esta batalla.
Un video (guerras celtibéricas y Numancia a partir del minuto 7):
Para saber más:
Numancia (pdf) por Alfredo Jiménez Martínez de la Universidad Complutense de Madrid.
Link foto:
Responder a franciscojaviertostado Cancelar la respuesta