«Echar el muerto a alguien»
Hacemos uso de esta expresión cuando queremos atribuir la culpa de un hecho a alguien que es inocente. Vaya, que para no asumir la responsabilidad de un problema se lo pasamos a otro que nada tiene que ver con él. Por desgracia, cada día encontramos muestras de ello, pero no es algo nuevo. Siempre había gente pícara que para evitar un castigo, mentía, y así es como encontramos este modismo en la Edad Media.
Si retrocedemos un poco más en el tiempo, en Atenas, el homicidio involuntario se castigaba con un año de destierro mientras que el voluntario, con la muerte, aunque se permitía al culpable que se fugara antes de escuchar la sentencia a cambio de la confiscación de sus bienes. En Roma, las primeras leyes hechas por Numa condenaban a muerte a todos los asesinos, pero con con los años se diferenciaría si el culpable era un hombre ilustre (o adinerado) al que se le desterraría, o si era cualquier otro, al que se le cortaría la cabeza o acabaría crucificado en el caso de que fuera un esclavo. Esta injusticia acabaría por abolirse después.
La sociedad medieval estaba organizada por leyes dictadas por el rey que eran conocidas por todos, incluso por la gran mayoría que no sabía leer. Estas se comunicaban al pueblo oralmente para que nadie pudiera quedar exento de cumplirlas.
Volvamos a nuestra expresión de hoy. En una época donde las riñas y los asesinatos estaban a la orden del día (bueno, como en la actualidad) era habitual encontrarse en medio de la villa un cadáver con signos de violencia abandonado a su suerte. Cuando no se descubría al responsable del crimen, era todo el pueblo el que debía pagar al rey una multa económica llamada «homicidius», algo que no podían asumir muchas familias y que representaba una imposición económica injusta. Para poder evitar el pago de esa multa, los aldeanos, antes de que las autoridades descubrieran el cadáver, lo transportaban discretamente al pueblo contiguo haciendo que cayera sobre ellos el coste de la aplicación de la ley. Ese transporte del cuerpo de un lugar a otro fue lo que dio origen a la expresión «cargar con el muerto» y el conjunto de estas prácticas «echar el muerto a alguien».
En fin, una ley injusta para el pueblo, una acción indigna para evitarla y una expresión antigua que desgraciadamente sigue siendo muy actual.
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