
La Historia no se consideraba en la Edad Media lo suficientemente importante como para que debiera formar parte en los estudios universitarios pero los cambios acontecidos en Europa a partir del siglo XIII harían cambiar esta mentalidad. Esto no quiere decir que antes, reyes y grandes hombres no dejaran constancia escrita de sus hazañas, encontramos crónicas desde el inicio del Medievo que hoy nos ayudan a entender ese pasado, ejemplo de ello son las elaboradas por el rey Alfonso X el Sabio o el LLibre dels feyts de Jaime I el Conquistador. Existían pues crónicas de cada reino y a la vez Crónicas Generales de España, pero de una forma u otra, se vinculaban.
El cronista real
Será en la Castilla del siglo XV cuando encontremos por primera vez el cargo de cronista real, un verdadero «funcionario» de la administración que con los años acabaría convirtiéndose en un instrumento de lo más eficaz a la hora de difundir la biografía y la política del poder monárquico. Bajo el reinado de Juan II de Castilla (1406-1454) aparece el primer nombramiento de un cronista real: Juan de Mena, y con su sucesor, el rey Enrique IV, parece que cumplían su cargo con bastante libertad.
Hasta entonces se escribían en latín pero con los Reyes Católicos también se utilizará el castellano por motivos políticos. En ello influyó Elio Antonio de Nebrija, tanto por su obra Gramática castellana (1492) como por la gran influencia que ejerció desde su cátedra en la Universidad de Salamanca.
El cargo de cronista real parece ser que era vitalicio -aunque no se dispone de mucha información al respecto- y a Juan de Mena le sustituyó Alfonso de Palencia, tras su muerte en 1456. En principio solo había un cronista por reinado, aunque el rey Enrique IV nombró al menos dos y los Reyes Católicos hasta tres. El cargo solía ir unido a otros oficios de la corte como el de secretario o capellán, y su salario fue incrementándose con el tiempo a medida que aumentaba su importancia en la corte. De 25 000 maravedíes hasta los 80 000 maravedíes que percibiría Nebrija cuando el rey Fernando lo nombró en 1509. Y es que acabarían siendo verdaderos asesores y expertos en asuntos de historia que les convertirían en eficientes diplomáticos y embajadores.
Entre los cronistas reales de la Corona de Aragón y de Castilla del siglo XV y principios del siglo XVI destacaron: Alonso de Palencia; Juan de Flores; Joan Margarit (especialmente del rey Fernando); Diego de Valera (consejero de los reinados de Juan II, Enrique IV y los Reyes Católicos); Hernando del Pulgar; Nebrija; Gonzalo de Ayora; Andrés Bernáldez (el primero en llevar a término la crónica de los Reyes Católicos); Gonzalo García de Santa María y Lucio Marineo Sículo. Tras la llegada de Colón a América serían los cronistas de Indias quienes informarían de la geografía y de la forma de vida indígena, destacando: Bartolomé de las Casas, Francisco Ximénez, Bernal Díaz del Castillo, Fray Bernardino de Sahagún, entre otros.
Los Reyes Católicos comprendieron pronto que sus crónicas podían servir para que su proyecto se diera a conocer a toda la sociedad y es por eso que el castellano prevalecerá frente al resto de lenguas habladas en la península, al igual que ganaba terreno al latín en los escritos. Los cronistas deseaban complacer a quienes les pagaban y procuraban que sus historias, crónicas o memoriales les fueran favorables.
Después de los Reyes Católicos
Debemos tener presente que el proyecto de nación española y el castellano, se fue fraguando desde siglos atrás, pero tras la unión de las coronas de Castilla y Aragón, junto el descubrimiento de América y después con el emperador Carlos V, se buscaría una universalidad acorde con el Imperio. También se debe decir que la lengua castellana acabaría prevaleciendo de manera espontánea, sin presiones políticas hacia los autores valencianos, catalanes o portugueses, que libremente acabarían escribiendo también en castellano, y después, con la aparición de la imprenta en la Corona de Castilla se difundirían los escritos convirtiéndose en medio de propaganda regia para todos sus súbditos.
En pueblos y villas llegaban los logros e ideas políticas de la corona y para ello el castellano era mucho más útil que las otras lenguas, y por supuesto, que el latín. Esto no quiere decir que estas otras lenguas se abandonaran sino que continuarán utilizándose en sus respectivos dominios.
Carlos V tenía dos cronistas y creó una nueva plaza -a petición de las cortes de Castilla- que recayó en un discípulo de Nebrija, Florián de Ocampo, que escribiría la Historia General, sin mucho éxito. De hecho, es extraño que el emperador no utilizara más a sus cronistas de lo que en realidad hizo y podía hacer, incluso él mismo redactó sus gestas en unas Memorias. Su hijo, Felipe II, tampoco aprovechó la propaganda que le brindaría la elaboración de una Historia General de España, siendo su hijo Felipe III quien apoyara económicamente al padre Juan de Mariana para imprimir al castellano la obra que serviría como modelo hasta el reinado de Carlos II. Con la llegada de los Borbones desaparecerá la perspectiva de unión por otra más centralista.
Los cronistas de entonces podrían considerarse los periodistas (algunos, no todos, que ya sabemos…) de hoy en día. Y aunque los reyes y nobles son protagonistas de la Historia, serán los cronistas quienes acabarían escribiéndola.
Link imagen:
Información basada en La memoria de la historia oficial: Crónicas y cronistas en la España de los Reyes Católicos, de Pedro Hernández Martínez, y Real Asociación Española de Cronistas Oficiales
Deja una respuesta