Hace ya un tiempo, Ibza Nohemy me propuso en el «libro de las caras» (más comúnmente conocido como Facebook) hablar de un número que todos conocemos, el cero. Es probable que nuestro profesor de matemáticas del colegio nos premiara en alguna ocasión con uno de ellos. ¡Maldito cero, cuánto lo habremos odiado! Pero, ¿quién lo habrá inventado?
Si no existiera, las matemáticas no podrían funcionar, de hecho, es el número más importante, porque es un número, sí, algo que hoy sabemos pero antes no lo tenían tan claro. Veamos cuál es su historia y busquemos a quién echarle las culpas de ese merecido (o inmerecido) cero patatero de nuestro expediente.
Su función es la de ser un marcador de posición. Porque claro, no es lo mismo ser el primero en la cola para entrar al concierto de nuestro artista favorito que estar en la posición 10 000. Por otra parte, el cero es un número en sí mismo, intermediario entre positivo y negativo. Y no solo eso, es pieza básica en el actual sistema binario (0-1) tan utilizado en informática. Sin el cero no serían lo mismo la geometría, el álgebra ni el propio sistema numérico, y es que algunos comparan su invención con la de la rueda (y no precisamente por ser ambos redondos, ¡uy!, perdonar el chiste tan malo).
Siglos atrás…
Tanto los babilonios, los antiguos griegos y los mayas utilizaron algún tipo de marcador de posición en sus sistemas numéricos, estos no consideraban el cero como un número. Lo encontramos representado con el signo nfr en el Papiro Boulaq 18 (1700 a. C.) y en tablillas de arcilla babilónicas en el 2000 a. C., pero no será hasta el siglo III a. C que lo introducirían como el signo de «dos cuñas» que distinguían como «varios».
Serían los matemáticos que registraban datos astronómicos y los mercaderes, quienes encontraran la utilidad de nombrar al cero con el símbolo 0 para representar el «vacío», y así lo usó en el Almagesto, Claudio Ptolomeo (130 d. C.), pero no como número, sino como signo de anotación, encontrando en Europa mucha resistencia a ser adoptado al estar muy arraigados los números romanos.
Los primeros en reconocerlo como números serán los indios hace ya 1500 años, y de ellos encontramos la traducción del nombre cero «shunya», que en sánscrito significa vacío, y al árabe «sifr». Y es aquí donde encontramos a Brahmagupta, el primero en identificarlo como cifra y no tanto como un mero marcador de posición, intentando explicar la aritmética de los número negativos y el cero.
A partir de entonces se empezó a teorizar -en ocasiones erróneamente- sobre cuestiones como que cero dividido entre cero es cero, que el cero al cuadrado daba cero, o que cualquier número dividido entre cero daba infinito, destacando en ello Mahavira y Bhaskara.
El primer testimonio de ese «cero indio» lo encontramos en una inscripción camboyana tallada en piedra de Angkor Wat (683) aunque los más claros aparecen dos siglos después, al referirse a la superficie de unos jardines en una ciudad del Sur de Delhi, en Gwalior. No obstante, muchos matemáticos contemporáneos consideran que el uso indio del cero evolucionó del utilizado por los astrónomos griegos.
En la Edad Media
De la India se propagó por China y las culturas islámica y árabe, encontrando el símbolo 0 para el cero en el Tratado matemático en nueve secciones (Jiuzhang suanshu) escrito por Qin Jiushao en 1247. Los árabes lo introducirían en Europa a través del Al-Ándalus y encontramos esas cifras indias en manuscritos del siglo X, el Codex Vigilanus y el Codex Aemilianensis, aunque no se encuentra el cero en los textos ya que no consideraban necesario su uso en los cálculos.
Será en Francia y el papa Silvestre II -alrededor del año 1000- cuando encontramos los primeros usos del cero, nombrado como «zefhirum». Más tarde, el matemático italiano Leonardo Pisano, conocido como Fibonacci, en su Liber Abaci (1202) sería uno de los primeros en propagar su uso, aunque lo nombra como «marca» cero y no número, encontrando una fuerte oposición a la nueva álgebra por parte de la iglesia en los siglos posteriores. Aún tendrían que pasar muchos siglos para encontrar nuestro cero incorporado en las matemáticas.
Sin duda, un número que, maldito o no, ayudó a las ciencias a progresar, porque no me negaréis su importancia, o… ¿acaso es lo mismo tomar el sol en la playa a 30 °C que a 300 °C?
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