Hoy os propongo un juego. Observar esta imagen, de entrada no llama mucho la atención. Una diminuta cajita de no más de tres o cuatro centímetros, de plata, en la que se pueden distinguir unos diminutos agujeritos en su interior. Imagino que alguno de vosotros ya sabéis de que se trata, pero lo curioso no es el objeto en sí, sino la utilidad que tuvo durante siglos, y quien sabe, puede que alguno todavía las utilice.
Desvelaré pronto el secreto, se trata de una caja vinagreta («Vinaigrette»), muy popular durante el siglo XVIII aunque se tiene constancia de su uso tres siglos antes.
En aquellos tiempos no se tenía la misma concepción que tenemos ahora respecto a la higiene individual. Vaya, que cuanto más lejos se encontrara el agua, mejor, y es que lo propios médicos desaconsejaban los baños al considerar que el agua ablandaba el cuerpo al abrir los poros de la piel facilitando la entrada de las enfermedades.
En este contexto, y como los desodorantes no se inventaron hasta principios del siglo XX, se utilizaron estas cajitas para mitigar los malos olores. Se introducían en ellas infusiones de vinagre con cítricos, canela, clavos de olor, llevándolas entre la ropa. Los había que se daban pequeños toquecitos con una esponja e incluso, los más preocupados por las manchas de sudor en la ropa, usaban almohadillas de algodón colocadas estratégicamente en las axilas. En ocasiones, introducían pequeñas florecitas guardando la cajita en sus bolsillos con la creencia de que así evitaban algunas enfermedades. Su uso estaba tan extendido que en el siglo XVIII fueron utilizadas tanto por hombres como mujeres, realizándose en fina orfebrería, sobretodo en la Inglaterra victoriana.
No sé si hay alguien interesado en adquirirlas pero estas cajitas misteriosas tienen mercado hoy en día, ya sea para coleccionarlas o, quien sabe, para utilizarlas. 😉
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