Plinio el Viejo nos narra como en el año 219 a. C. un médico griego de nombre Arcagato, hijo de Lisario, se instaló en la Ciudad Eterna. Sería uno de esos primeros médicos de la antigua Roma que tras emigrar de Grecia se le concedería la ciudadanía romana y la posibilidad de abrir un consultorio público en la intersección de la Via Acilia, una taberna concedida por el Senado.
La medicina que practicaba no tenía nada que ver con la realizada allí hasta entonces, y aunque al principio los tratamientos que aplicaba en las heridas le hizo ganar una efímera fama y el sobrenombre de «curaheridas» (vulnarius), su arsenal quirúrgico, las numerosas amputaciones que realizaba y sus malos resultados terminarían por darle el apodo de el «verdugo» (Carnifex), claro está, era cuestión de tiempo que lo expulsaran al lugar de donde vino.
Antes de nada debo decir que Plinio no consideraba precisamente «amigos» a estos nuevos médicos griegos y abundan más sus críticas hacia ellos que sus alabanzas, y el caso de Arcagato no fue una excepción.
Al principio…
En sus primeros seis siglos de existencia los romanos no confiaron en los médicos, de hecho no existían y se encomendaban a los dioses de otros lugares, como Asclepio. Es por ello que cuando los médicos griegos (esclavos en su mayoría) comenzaron a emigrar a Roma en los siglos II y I a. C. no lo tuvieron nada fácil de entrada al ser considerados farsantes y charlatanes, eso, junto al hecho de que no existían reglamentos en la profesión, hizo que fueran más criticados que alabados.
Se trataba de un verdadero choque de ideas, las tradicionales y clásicas romanas por una parte, frente a las innovadoras de la cultura griega. Cabe decir que médicos buenos, había, pero también muchos que practicaban la medicina sin experiencia y de manera irresponsable.
Las críticas de Plinio
Plinio el Viejo (Gayo Plinio Seguno) fue un sabio de su tiempo. Escritor, naturalista, científico y militar, de sus obras solo ha sobrevivido su Historia Natural, de gran influencia en la medicina posterior. Escribía con un vocabulario claro y sencillo para que todos le entendieran, y en sus escritos se basó tanto en autores latinos como griegos, así como en su experiencia personal. Su curiosidad científica hizo que la muerte le sorprendiera mientras observaba la erupción del Vesubio en Pompeya.
Decía antes que Plinio no tenía por amigos a estos médicos, y es que son múltiples sus quejas acusándoles de mala praxis y de prepotencia cuando decían que cuando se les moría un paciente era porque no había seguido correctamente el tratamiento que le habían recomendado.
La legislación
Por aquél entonces la legislación del Derecho romano ya estaba bien definida en lo que a responsabilidad civil y penal del médico se refiere, regulándose en la Lex Cornelia de sicariis et veneficiis y la Lex Pompeia de parricidiis. En la antigua Grecia, el único castigo previsto para una negligencia médica era el desprestigio profesional del mismo, pero en Roma, si el médico y el enfermo eran libres, podía hacerse una reclamación por daños y perjuicios (actio in factum).
Hubo un delito especialmente castigado, el envenenamiento, motivo por el cual los médicos se lo pensaban dos veces antes de proporcionar el veneno a quien se lo solicitara, pero hemos de advertir que por envenenamiento también se entendía la administración equívoca de un medicamento. El homicidio por envenenamiento se castigaba en la Lex Cornelia con la pena de muerte, y no solo al ejecutor, sino también a quien preparaba el veneno, generalmente un médico. Una excepción a este ejemplar castigo era en el caso de la muerte de un esclavo, al no considerarse una persona, hecho que cambiaría con el emperador Constantino.
Plinio se quedó a gusto criticando a esos nuevos médicos. Los acusó de ser farsantes, orgullosos e ineptos, que usaban un lenguaje incomprensible para el pueblo y, para hacer visible su inoperancia, aconsejó que se hiciera constar en la lápida sepulcral del fallecido que la causa de la muerte no fue otra que la acción de un médico irresponsable, griego, claro. A pesar de todo, la codicia no era algo de lo que Plinio pudiera acusarles pues su salario era mísero.
Por suerte para los romanos, un siglo más tarde de que Arcagato pasara por Roma, otro médico griego, Asclepíades de Prusa, se ganaría el favor de los ciudadanos con tratamientos menos agresivos y eficaces, imponiéndose finalmente la medicina griega en esta singular «disputa», y colmando de privilegios y honores a los médicos en los últimos años de la República y durante el Imperio.
Para saber más:
Si queréis comprobar cómo practicaban la medicina romana en fotografías de gran realismo no dudéis en visitar este link (abstenerse los sensibles a la sangre…)
Links fotos:
Precisamente estos días estoy leyendo un libro muy interesante llamado «Breve historia de la medicina» de Pedro Gargantilla que dedica algún capítulo a estos temas. Saludos Francisco 🙂
Hola Chus,
¿es el mismo autor de la novela El médico judío? Diría que era él también.
Saludos
Hola Francisco, creo que sí.
Saludos.
Muchas veces maldecimos a los médicos porque creemos que realmente no ponen todo el interés en nuestro malestar o por otros motivos.. pero que hariamos realmente sin médicos??? Yo misma, a veces digo «estoy más que harta de ir tantas veces al hospital»… pero sigo viviendo gracias a las operaciones y los mejunges!!!
Gracias por seguir ilustrándonos… un abrazo…
Hola Rosa,
nos hemos «acostumbrado» a que cuando tenemos un problema médico, serio o no, se acabe resolviendo. Nos rompemos la cadera, pues nada, una prótesis y solucionado; nos da un infarto, tranquilos que eso no es nada, todos conocemos a más de uno que ha salido de tres o cuatro; nos fallan los riñones, nos hacen un trasplante y ya está… Perdona que exagere el comentario (porque no siempre la solución o los resultados son los deseables y los que se esperan) pero es que la esperanza de vida que tenemos ahora en muchos países desarrollados ronda los 80 años y no es raro llegar ni a los 90 ni a los 100. Por cierto, acabo de leer un artículo en la prensa en que un francés de 105 años acaba de batir la marca mundial en la prueba de la hora de bicicleta de mayores de 100 años que el mismo tenía desde hacía dos. Lo ves en la foto y no te crees que tenga esa edad
Abrazos y como siempre digo… hay que ver siempre el vaso medio lleno 😉
Si, muchas veces estoy pesimista y es que por desgracia tengo un saco llego de muy malos momento… como la cadera rota… la vávula de mi corazón…mi hija..etc.. Gracias por tus palabras… yo sigo luchando, el mes pasado estuve con una amiga en un pequeño crucero por el Danubio, el dia 12 me voy sola por cuatro días a Lanzarote… y tengo 79!!!
Feliz Año!!!!!
y ya ves… sigo con Ave Fénix
Grandes lecciones, amigo fjt … FELIZ AÑO NUEVO y ah, acuérdate de poner mañana noche el zapato en el balcón
Hola Enrique,
espero que a ti también te traigan muchos regalos, bueno, al menos uno, qué digo, al menos que el carbón pase de largo ¡Ja, ja, ja!
Un abrazo amigo mío.
Creo que todos aportaron a la ciencia. Y hablando de ciencia, ¿qué es el mesenterio y que hace? https://melbag123.wordpress.com/2017/01/04/mesenterio
Hola Melbag,
no sé si podré iluminarte pero intentaré sacar tu duda, duda que, por cierto, seguro tendrán todos. Aunque perdona, no te contestaré como tú con un magnífico poema, sino más prosaicamente.
El mesenterio hasta hace bien poco se pensaba que era una estructura de nuestro cuerpo inútil como el apéndice, más todos estábamos equivocados. Tiene forma de repliegue de tejido y recubre la cavidad abdominal uniendo la pared abdominal y el intestino ysujetándolo en su lugar. También permite la llegada de los vasos sanguíneos a algunos órganos de la cavidad abdominal, pero es algo más. Hace poco tiempo que los científicos lo elevan a categoría de órgano, uno más, el último descubierto, pero aún con muchas incógnitas en su función que seguro van más allá de ser sostén.
Por cierto, ¿sabes quién fue el primero -que se sepa- en describir esta estructura, perdón, órgano? Nada más y nada menos que Leonardo da Vinci, concretamente en el dibujo que aquí dejo…
Un abrazo y hermoso poema. Nunca hubiera dicho que nadie le pudiera dedicar un poema al mesenterio (recomiendo que entréis en este link del blog de melbag) 😉
Claro que me has iluminado. Busqué en internet información y hablaba de Leonardo Da Vinci. Es increíble cómo han pasado todos estos siglos sin que se le diera al mesenterio el lugar que tiene y la importancia. A ver qué más hace. Tal vez de muchas respuestas a preguntas que se tienen. ¿Quién sabe las sorpresas que guarde? Gracias por contestar tan rápido y claro como siempre. Un abrazo, amigo.
😉
Claro que hay tratamientos menos agresivos y eficaces, uno de ellos es a través del uso, por los Griegos, de la Homeopatía; de homois, similar, y pathos, sufrimiento. Ellos sostienen que «lo similar cura a lo similar». Es una cura muy antigua y que fue observado por Hipócrates. Muchas veces, ésta cura intimida en esta época, más con el descubrimiento de nuevos y potentes fármacos. Es cierto que se alcanzan buenos resultados mediante el tratamiento individual con fármacos aislados y, poco a poco los resultados obtenidos son sorprendentes. Para su aceptación, mucho tuvo que ver la aparición de la gran epidemia del cólera, que había arrasado a toda Europa y la manera como se combatió . De allí su fama, por su poder curativo. Gracias, FJ, por recordar estos avances de la medicina. Abrazos experimentados.
Hola marimbeta,
a Hipócrates se le atribuye aquello de «primum non nocere» que se traduciría como «lo primero es no hacer daño». Por desgracia, para tratar algunas cosas no podemos hacer otra cosa que tratar con cirugías y fármacos que en ocasiones son agresivos, pero la ciencia sigue avanzando a pasos agigantados… Por cierto, y como curiosidad, esta cita no se encuentra en ninguna de las versiones del famoso «Juramento Hipocrático».
Abrazos terapéuticos
Me temo Marimbeta que yo soy uno de esos médicos que creen en los métodos científicos y no en los mágicos porque dentro de la magia es donde hay que poner esas ¿medicinas? que en origen son activas y que los homeópatas comienzan a diluir hasta un punto inconcebible afirmando que esa micro-mini-millonésima de droga estimula a que el propio cuerpo se cure. Vamos, como un placebo. Esta discusión se acaba cuando preguntas al homeópata con qué micromedicamento curaría un cáncer de un hijo suyo. ¡Ah y no voy a entablar discusión con ningún homeópata que me escriba!
Muy interesante.
Hola Rabirius,
me alegra saber que te gustó. En este caso la balanza se inclinó hacia los griegos…
Saludos y buen inicio de año.
Gracias también. Y bien 2017!
Reblogueó esto en Ramrock's Blog.
Hola Javier, yo te confieso que no soy fan de los médicos, mientras más tiempo pase sin necesidad de ver a uno (como profesional) mejor, pero acepto que hay enfermedades que sólo los médicos pueden curar, el año pasado tuve constancia de ello, de manera que bravo por los buenos médicos y ojalá no existieran los charlatanes, que todavía los hay.
Abrazos de luz
Hola Silvia,
yo también te confieso que cuanto menos se necesiten mejor, pero… en fin, ¿qué podría decir yo? 😉
Abrazos de luz (sanos, bien sano)
Hola Javier, espero no haberte ofendido, sabes que soy tu fan.
Abrazos de luz saludable
Ni mucho menos…
Me alegra, porque no era la intención, sólo me expresé en general.
Abrazos de luz