
Paseando por Roma tan solo queda el majestuoso Panteón intacto entre los numerosos y magníficos templos y edificios públicos que se erigieron en el Campo de Marte. Este lugar, del que muchos turistas han oído hablar pero ignoran lo que realmente fue, comprendía un terreno que se extendía al norte de la muralla proyectada por el sexto rey de Roma, Servio Tulio, limitado al sur por el Capitolio, al este por la colina Pinciana y rodeada por el meandro que describía el río Tíber en la ciudad.

Según Plutarco, en el siglo VI a. c. se nacionalizaron los terrenos propiedad del séptimo y último rey de Roma, Tarquinio el Soberbio, siendo una de sus propiedades la que después pasaría a ser conocida con el nombre de Campo de Marte, por existir en ese lugar en tiempos del segundo rey de Roma, Numa Pompilio, un altar dedicado a Marte, dios de la guerra e hijo de Júpiter y la diosa Juno. En el siglo V a. C., a raíz de una epidemia de peste, se edificaría un templo al dios Apolo, protector de la salud, recordemos que entonces los romanos todavía no habían adoptado como dios de la medicina a Esculapio.
En época Republicana sirvió de campamento a las tropas de los victoriosos generales que iban a celebrar sus triunfos en Roma, ya que no podían traspasar la muralla serviana hasta que no llegara el día de la celebración, siendo también lugar de esparcimiento de los jóvenes y práctica de la Gimnasia así como de reunión y asamblea política (comitia Centuriata). El centro del campo y en el meandro que formaba el río Tíber, albergaba una poza (Trigarium) a la que se iba a nadar, y más al sur, unas termas (Tarentum).
Con el emperador Augusto, los espacios se ocuparán por tiendas donde se podían comprar artículos de todo tipo, incluso esclavos de lujo. Por Plinio el Viejo sabemos de la existencia del Reloj Solar de Augusto (Horologium Augusti) que se convertiría en el mayor reloj de sol de la antigüedad, siendo construido en el año 10 a. C. por Facundus Novius y que ocupaba la actual Plaza de San Lorenzo en Lucina y la Plaza del Parlamento, a escasos metros del Ara Pacis.
Con el apoyo de Agripa, que decidió donar al Estado varias propiedades heredadas a su vez de Marco Antonio, Augusto pudo completar su programa de monumentalización, concentrando la mayor parte de los edificios en el sur del Campo de Marte. Se trataba del primer plan urbanístico de Roma, base de las futuras transformaciones de la ciudad. Todos los edificios seguirían un plan que, de norte a sur, se dispondrían estableciendo una línea recta que uniría su Mausoleo (al norte) con el Panteón (al sur), así, podemos encontrar entre ellos el Teatro de Marcelo, el Ara Pacis, el Reloj Solar de Augusto, las Termas de Nerón, el Estadio Domiciano (actual plaza Navona), el Crematorio imperial y el Teatro de Pompeyo.
Es una lástima que muchas de estas edificaciones no sobrevivieran el paso del tiempo y solo podamos hacernos una idea de la magnificencia de ese lugar ahora ocupado por calles, edificios y coches, pero sí, el Campo de Marte existió realmente.
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