
Desde que se descubriera el Papiro de las Minas en el pueblo obrero de Deir el-Medina, en la primera mitad del siglo XIX, se le considera como el mapa geológico más antiguo encontrado hasta la fecha. Pero en su reverso encontramos algo muy curioso, el nombre de su autor.
Deir el-Medina
Los saqueos de las tumbas harían que a comienzos del Imperio Nuevo se decidiera abandonar la construcción de pirámides para comenzar a construirlas en un lugar más protegido de bandidos y ladrones sin escrúpulos. Tutmosis I excavó su tumba -mejor dicho, los trabajadores excavaron para él- en la ladera de una montaña en un pequeño valle cerca de Tebas, donde después se fundaría el poblado Set Maat «El Lugar de la Verdad», conocido como Deir el-Medina, a la entrada del Valle de las Reinas y cerca del de los Reyes.
Inicialmente era la residencia de obreros y artesanos ocupados en la construcción, pero con el tiempo la población aumentaría convirtiéndose en una auténtica ciudad que se autoabastecía para sobrevivir. Mil olores entre las casas de adobe, gritos, voces, niños revoloteando entre las calles ajenos al mundo exterior, el Estado quería mantenerla aislada del mundo y que la discreción imperara para evitar que trascendiera en lo posible los secretos que allí se construían.
El faraón y el escriba Amennjat
Ramsés IV reinaría de manera accidental. Quinto hijo de Ramsés III la fortuna, mejor dicho, el infortunio, haría que fallecieran sus cuatro hermanos mayores, así que, con 40 años se convirtió en faraón. Su padre hizo frente tanto a conflictos internos como externos, pero al final pudo dejar a su hijo un país en relativa calma. Es así que en el tercer año de su reinado, Ramsés IV se dedicó a los proyectos funerarios en la Necrópolis de Tebas. Y fue entonces que se encontró con un problema: necesitaba asegurar la ingente materia prima necesaria para sus colosales figuras.
Encargó un mapa geológico a un escriba de la región, Amennjat (Amennakhate), hijo de Ipuy, y su trabajo resultó ser de gran valor por la precisión que se elaboró. Amennjat era uno de los muchos trabajadores que vivían en Deir el-Medina, y entre los restos arqueológicos del poblado podemos identificar su casa gracias a una pequeña inscripción.
Como trabajador cualificado que era ascendió en la jerarquía de la sociedad y se convirtió en el escriba principal del pueblo. Se conservan oraciones, planos de tumbas y otros textos escritos por él, pero su historia tiene una cara amarga: con los años quedaría ciego y en una de las oraciones que han sobrevivido al paso del tiempo podemos comprobar cómo implora a la diosa local Meretseger -que vivía en la cima de la montaña- que le devolviera lo único que necesitaba en la vida, su vista.
La precisión del mapa
Ramsés IV organizaría hasta seis expediciones para encontrar la «cantera inagotable» que buscaba, con el mapa de Amennjat en su poder mandaría a 8000 hombres a la región minera del Uadi (Wadi) Hammamat a 130 km. de Tebas donde los primeros faraones y más tarde los romanos explotaban sus canteras. La zona no solo era importante por sus minas sino por ser también una vía de acceso al mar Rojo, entrada de los productos del sur de Arabia y de la India a la ciudad de Tebas.
Se le conoce como Papiro Turín I al llegar a su destino actual, el museo egipcio de esa ciudad italiana, tras encontrarlo en la cámara funeraria de la familia del escriba el proconsul francés Bernardino Drovetti y venderlo este al último rey de Cerdeña, Carlos de Saboya.
Actualmente se conservan cinco fragmentos del rollo de papiro de 2´80 metros de longitud y 40 centímetros de ancho, reconstruidos en numerosas ocasiones siendo la última realizada en la década de los años 90 del siglo pasado por V. Max Brown y James A. Harrell.
En el mapa, con orientación sur-norte, vemos descritas la localización de las canteras de piedra y minas de oro a lo largo de los 15 km. del valle, con distintos colores según los tipos de roca. Así, las negras son las rocas sedimentarias, bejen, utilizada en la escultura y presente solo en ese valle; las rosas, las rocas ígneas como el granito; puntos marrones, verdes y blancos para las gravas; áreas de minería de oro, pozos de agua… También se detallan anotaciones en escritura hierática, una estela con el nombre de Seti, un templo dedicado a Amón y la distancia de las rutas entre ellas, es tan preciso que incluso se detallan el tamaño de los bloques de piedra.


Su fidelidad ha sido contrastada con satélites, pero para muchos el interés del Papiro de las Minas no solo se centra en el mapa en sí, sino en la historia que esconde detrás, la vida de su autor, un trabajador más del poblado de Deir el-Medina que en este caso no es anónimo ya que se conoce su nombre y donde vivía. Una muestra de que Egipto, el gran Egipto, lo construyeron no solo los faraones sino las personas que en él vivían.
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