¡Agüita fresca traigo del río, para que tomen todos los días, aguateroooo!

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aguador de sevilla
El aguador de Sevilla. Óleo sobre lienzo de Velázquez (1623) Museo Wellington, Apsley House, Londres.

Serenos, afiladores, pregoneros, colchoneros, resineros, campaneros, cenacheros, deshollinadores y aguaderos. Todas profesiones prácticamente olvidadas, muchas extinguidas, y pocas, muy pocas son las que se resisten a desaparecer. Para evitar que esto ocurra pondré mi granito de arena y hablaremos de los últimos, los aguaderos.

El aguador, más conocido en América como aguatero, era un oficio indispensable y muy frecuentado hasta que llegara la canalización de las aguas a todas las ciudades y pueblos del mundo y sobre todo tras la irrupción del agua embotellada. Permitidme un inciso al respecto: ¿sabías que en el mundo se consumen 126 000 millones de litros de agua embotellada cada año? Una cifra astronómica y más cuando nuestro planeta está formado de este líquido elemento en tres cuartas partes de su superficie, si es que más que llamarle Tierra, deberíamos llamarle Agua.

¿Y para qué consumir agua embotellada si la podemos obtener del grifo? En los años setenta del siglo pasado, la venta de refrescos se estancó y las grandes compañías buscaron la forma de revertir esta tendencia. Perrier sería la primera compañía en lanzar nuevo producto: agua embotellada. Pero, ¿cómo convencer a la población de comprar algo que puede conseguirse gratis? Pues haciendo creer que el agua del grifo no era segura, seduciendo al potencial comprador con publicidad engañosa como por ejemplo mostrar un agua limpia y cristalina brotando de un manantial de alta montaña, y también otorgando falsos beneficios al agua embotellada cuando en realidad muchas veces el agua que encontramos en las botellas provienen del agua de un pozo, un manantial, un glacial, agua tratada y del mismo grifo.

Volviendo a los aguadores, antes de disponer de grifos en los hogares en muchos pueblos y ciudades de todo el mundo debían desplazarse a la fuente pública (los afortunados que disponían de ella) para obtener el agua que necesitaban. Es así que aparecieron los aguadores, que se reunían en esas fuentes para abastecerse de agua y distribuirla a las casas o venderlas por la calle.

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Aguadores en México.

En España es posible que esta figura apareciera ya en la Hispania romana pero sí es seguro el verla en el territorio de la península ibérica musulmana de la Edad Media, conocidos entonces como azacanes. Tanto en el arte como en la literatura hay muestras de ilustres aguadores como el Lazarillo de Tormes, la madrileña goyesca o el sevillano del cuadro de Velázquez que aquí os muestro. Podían transportar el agua con cántaro en hombro o en una mano mientras en la otra llevaban dos copas de vidrio, una imagen cotidiana durante siglos en las ciudades de Castilla y Andalucía a la vez que pregonaban su presencia con coplas como…

¡Ea, galanes! La de Argales. ¡Regalo de tripas! ¡Comed y bebed por dos maravedís!

Otro tipo de aguador era el conocido como «azacán de carretillo» o aguador de batea, que utilizaba un carro de madera con una o dos ruedas para transportar las tinajas.

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Aguateros en Buenos Aires (aprox. 1890)

En Francia cobraban medio real por servicio y por una jornada de trabajo obtenían entre cuatro y cinco francos. También en países árabes se pueden encontrar aguadores en la actualidad, y así, en Marruecos pueden verse vestidos con trajes tradicionales, más como una atracción turística que por necesidad.

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Robert N. colección Dennis de vistas estereoscópicas (Texas) Biblioteca Pública de Nueva York. Haz clic en la foto para ampliarla.

En América también fue una ocupación muy común durante siglos siendo incluso regulada en algunos países como en la capital argentina de principios del siglo XIX. En México se convirtió en un personaje muy peculiar, casi siempre indígena, y en otros países del continente muchos esclavos se dedicaron a ello. En la actualidad aún se pueden ver en la capital de Ecuador y en algún otro pueblo o ciudad, los últimos de una profesión prácticamente extinguida. 

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Library of Congress

20 comentarios

  1. Un post muy interesante.
    No cabe duda de que nuestro planeta debería llamarse Agua, y lo de los beneficios del consumo de agua embotellada es una creencia muy latente en la sociedad; desde luego yo mismo no me libro de pensar que el agua embotellada tiene un aura de pureza que no tiene el grifo.

    1. Hola Eleazar,
      existen muchos mitos al respecto. Algunos piensan que beber agua del grifo es malo e incluso que beber agua muy fría adelgaza. Mitos que vienen de lejos en el tiempo, por ejemplo, según Galeno, beber agua fresca y pura era parte importante del tratamiento de la hipocondría. Los que están a favor de beber el agua embotellada razonan que es tratada (al menos en España) como producto alimentario, contiene información en su etiquetado de su origen y composición química, es decir, se sabe lo que uno bebe. Por el contrario, el agua de algunos grifos pueden contener trazas de sustancias tóxicas como el arsénico, plomo, cobre, asbesto… aunque por otra parte, el agua de grifo es el producto alimenticio que más controles pasa y por supuesto más que el agua embotellada. Pienso que más que la calidad en sí del agua del grifo, es el sabor lo que puede acabar de decidirnos a ingerir una u otra.
      Saludos y gracias por comentar.

  2. ¿Por qué será que tan pronto pasa todo lo que pasa? Agua, imprescindible líquido para la vida. Gracias, FJ, por mostrar que toda el agua del mundo es tan poca cuando la sed apremia, y el aguatero llega con tan poca agua. Abrazos, sedientos.

  3. Amigo Javier, ¡cómo se ve que eres más joven que yo! En el pueblo de mis ancestros, en la ribera del Jalón, el agua la bebíamos de botijos y por el principio de la evaporación salía y sabía más fresca. Después, las mujeres tenían lo que ahora se llama tertulia en la fuente (de uno o varios caños), a donde acudían para rellenar sus cántaras (dos una en la cabeza y otra en la cadera) ¡y qué airosas caminaban! no necesitaban hacer gimnasia para mantener sus espaldas rectas. Teníamos acequias para jugar con barquitos de papel, ¡para pillar ranas! a las que ¡operábamos en vivo! para ver latir sus corazoncitos (los de protección de animales ahora nos llevarían al paredón). Cuando había tormenta, por los barrancos bajaban las torrenteras y era una ocasión de oro para chapotear y volver mojado hasta el cuello recibiendo algún zapatillazo en el trasero mientras la abuela te secaba y maldecía diciéndote que te ibas a acatarrar. Y no sigo porque había muchas más historias que los de la capital (no existía la palabra «urbanita») protagonizábamos en aquellas vacaciones irrepetibles que cuando les cuento a mis nietos piensan que estoy majara

    1. Hola Astolgus,
      ¡ja, ja, ja! Lo de los botijos también lo recuerdo en el pueblo salmantino donde veraneábamos cada año toda la familia, muy cerca de Béjar. Recuerdo que el agua se mantenía fresquita y bien rica, algo que con el calor del verano se agradecía sobremanera y que no dejaba de sorprenderme. Yo era el chico de la «ciudad» pero aunque no diseccionaba ranas tenía la costumbre de cazar pajaritos con los amigos del pueblo, después, les cortábamos un ala para guardarla como trofeo (creo que también me puedo meter en un lío diciendo esto… ¡ja, ja, ja!)
      Un abrazo

      1. ¡Pero Francisco, casualidades de la vida! mi suegro era de Béjar y su hija, mi mujer, veraneaba en Navacarros. Lugares como la Sierra de Francia y uno de los pueblos más bellos de España la Alberca y la historia de América condensada en Ciudad Rodrigo en donde se casó el hijo de unos amigos nuestros con la hija de un famoso ganadero cuyo nombre no recuerdo ahora pero que fue un escándalo en aquellos tiempos

      2. Por supuesto, la boda fue impresionante, naturalmente con vaquillas, etc.

      3. Otro oficio que he recordado: los estañadores, soldadores o cacharreros que iban por los pueblos arreglándonos las sartenes viejas

      1. Te he pasado un enlace a un video que hice sobre un Power Point de mis postales de lavanderas. Aprovecho para comentarte que tengo casi dos centenares de postales de aguadores de todo el mundo. Si me pasas un email te envío algunas.

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