
Puede parecernos extraño que una santa tan austera y sencilla como santa Teresa de Jesús, mantuviera estrecha relación con una de las dinastías nobiliarias más ricas y poderosas de su época, la Casa de Alba, pero ese vínculo resultaría importante en su labor fundadora y se mantendría hasta los últimos días de su vida.
Tanto sus primeros años de vida como su juventud no están bien documentados, y coinciden con la política abierta y expansiva de la España imperial de Carlos V. Será a partir de 1558 que comenzará su etapa de madurez emprendiendo la reforma de la Descalcez en el momento que España mantiene su hegemonía en el mundo, en unos tiempos de represión y con los inicios de la Contrarreforma.
La santa buscará la protección real de Felipe II ante la Inquisición y la defensa de su orden, teniendo constancia de tres cartas escritas de su puño y letra dirigidas al monarca, no obstante, es probable que Felipe II nunca las leyera, sino sus secretarios. Así pues, no se puede constatar que existiera una comunicación real entre la monja y el rey. Donde sí encontró apoyo y mecenazgo fue en la Casa de Alba.
Bañada por el río Tormes, a pocos kilómetros de Salamanca, se encuentra Alba de Tormes, una villa ligada a la Casa de Alba desde que el rey Juan II de Castilla se la entrega en 1429 al obispo Gutierre Álvarez de Toledo. Heredado el señorío por su sobrino Hernando Álvarez de Toledo, a quien Juan II convierte en Conde de Alba de Tormes en 1438, con su hijo, García Álvarez de Toledo, el título se eleva a ducado, convirtiéndose en 1472 primer Duque de Alba por el rey Enrique IV de Castilla. Será a través de Juana de Ahumada, hermana de santa Teresa, y de su esposo, Juan de Ovalle, ecónomo del Duque de Alba, que la santa comenzaría a relacionarse con D. Fernando Álvarez de Toledo, el Gran Duque de Alba, y sobre todo con la duquesa de Alba, María Enríquez de Toledo.
Será en sus últimos años de vida que esta protección se hará más evidente al llegar con san Juan de la Cruz a Alba de Tormes para iniciar el proyecto de su octava fundación, en 1571. Serán en este caso los contadores de la Casa Ducal, Francisco Velázquez y su mujer Teresa de Laiz, los que emprendieron el proyecto con tal entusiasmo que llegarían a donar los terrenos en los que se encontraba su propia casa.
Decía que la relación entre la santa y la Casa de Alba también fue determinante en sus últimos días de vida…
(…) sintiendo cerca el momento de su muerte iba camino de su ciudad natal, Ávila, pero no dudó en acudir a la llamada de la Duquesa, que la reclamó para que asistiera el nacimiento de un nieto -quien moriría poco tiempo después-. Llegó al atardecer del 20 de septiembre (el día anterior había parido la duquesa), pero su salud empeoró debiendo permanecer en cama en el convento, al conocer que ya había nacido el niño exclamó «¡Bendito sea Dios que ya no será menester esta santa!». Así pasaron quince días y el 4 de octubre de 1582 a las 9 de la noche, fallecería en una celda del monasterio de las MM. Carmelitas, mientras sonaban las nueve campanadas.
Fue enterrada entre las dos rejas del coro bajo, para después trasladarse a S. José de Ávila durante nueve meses y luego regresar a la Iglesia de su convento de Alba. Tras pasar por otras localizaciones, en la actualidad se puede ver su sepulcro con su cuerpo incorrupto en la iglesia de la Anunciación de Alba de Tormes en una urna del siglo XVIII realizada con el patrocinio real y a ambos lados su corazón y brazo izquierdo.

Para saber más:
Santa Teresa y Felipe II, artículo de Mª Pilar Manero Sorolla
Cartas de la santa madre Teresa de Jesús
Carmelitas Descalzas-Alba de Tormes
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