¿Quién de vosotros ha visto esta película? Probablemente nadie. La cinta fue un gran fracaso comercial y sería quitada de las carteleras poco tiempo después de ser estrenada, de hecho, solo se conservan tres negativos de 16 mm de la película: dos en los archivos del Vaticano y otra en posesión del hijo de su director, Vittorio de Sica.
Puede que la película no sea merecedora de ningún Oscar por la Academia de Hollywood, pero sin duda lo sería por otro motivo bien distinto que nada tiene que ver con el Séptimo arte al ser el film, en realidad, una tapadera para salvar la vida a más de 300 judíos italianos y perseguidos políticos, y en este caso, el Vaticano, tiene parte importante de protagonismo.
Un plan genial
Antes de nada hemos de situarnos en el contexto de la época que se inició su filmación, el verano de 1943, en plena Segunda Guerra Mundial. Tras liberar a Mussolini, los alemanes ocupaban el norte y el centro de Italia, y la Gestapo y las SS alemanas buscaban judíos por todo el país para detenerlos y enviarlos a los campos de exterminio. Mientras, las tropas aliadas avanzaban lentamente desde el sur.
El afamado actor y director Vittorio de Sica ideó un plan, junto al prelado de la Santa Sede Giovanni Montini, futuro Pablo VI, que sería planteado y aceptado por el papa Pío XII. Con la excusa de la filmación de su sexta película, De Sica pretendía salvar la vida a los muchos judíos que participarían como extras. Con el guión escrito por los italianos Cesare Zavattini, Diego Fabbri y el propio De Sica, la película relata la odisea de un grupo de peregrinos enfermos en su viaje en tren al santuario de Nuestra señora de Loreto, en busca de su curación. La protagonizaría una actriz española, María Mercader, financiándola con 40 000 dólares el mismo papa Pío XII.
Ignorando lo que se planeaba, el ministro de propaganda nazi, Goebbels, llamaría a De Sica para convencerle que se convirtiera en el estandarte del nuevo cine fascista italiano, oferta que rechazaría con el argumento que antes debía terminar el encargo ya comprometido con el Santo Padre.
El rodaje
Reunieron a todo el equipo en los jardines privados de la Basílica de San Pablo Extramuros, donde el convenio de extraterritorialidad la hacía segura para los refugiados que allí vivían, y allí pernoctaban escondidos con nombres falsos. Durante los meses siguientes del rodaje se vivieron días muy duros y críticos como la noche del 3 de febrero de 1944, en la que por un descuido de la producción, una incursión haría detener a más de 60 judíos sospechosos.
A medida que avanzaba el rodaje se hacía más difícil mantener a tantos extras malviviendo en el interior de la Basílica y la mayor parte del dinero aportado para la película sería utilizado para mantenerles. El mayor problema que se encontraron sería alargar el rodaje para dar tiempo al avance de los aliados por el sur de Italia, esperando ser liberados, algo que ocurriría el 5 de junio de 1944 que entrarían en Roma. Ese día las puertas de la Basílica se abrirían para que todos pudieran salir sanos y salvos.
Como decía al principio la película se montaría en los días siguientes y se proyectaría en las salas, siendo la crítica y la acogida del público más que discreta, pero nadie puede negar que resultó todo un éxito en su oculto objetivo.
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