«Los comedores de pan», así denominaban los griegos a los romanos. Y es que el pan era el alimento básico tanto de la población, como de los ejércitos de Roma. Debemos tener presente que los galenos de entonces situaban al pan en la cúspide de la pirámide de todos los alimentos, y el influyente médico Celso, en su libro De medicina decía: «El pan contiene más materia nutritiva que cualquier otro alimento».

El pan se elaboraba con harina de trigo sin levadura, y existían panaderos profesionales entre los que destaca el protagonista de hoy, Marcus Vergilius Eurisaces, que hizo fortuna y fue enterrado en Roma, en una tumba que aún permanece en pie y que se conoce como la «Tumba del Panadero», uno de los más grandes y mejor conservados monumentos funerarios de libertos en la Ciudad Eterna.
Lo cierto es que merece la pena salir del centro de Roma para visitarla. Situada en la intersección de las vías Praenestina y Labicana, cerca de una de las entrada de Roma, concretamente detrás de la Porta Maggiore, una de las puertas orientales pertenecientes a la Muralla Aureliana, fue construida alrededor del 30 a. C. Como decía antes, perteneció a un liberto de nombre Eurísaco, quien además de panadero, sería colaborador de un magistrado y arrendador. En las inscripciones de la tumba se puede leer que estuvo casado con Antistia y que la tumba sería el lugar de descanso de ambos.
El descubrimiento de la tumba data de 1838, al ordenar el Papa Gregorio XVI la eliminación de algunos edificios en la zona que dificultaban el acceso por la Puerta. Construido en mármol travertino está decorado con elementos característicos de un horno de pan, como los cilindros que lo atraviesan, y un friso con las diferentes fases de la cocción del pan. En su interior, una cavidad donde se depositarían las urnas cinerarias. En la fachada oriental encontramos el relieve más grande con las figuras de pie de los propietarios.
Puede que no sea un monumento tan magnífico como el Coliseum, ni tan bello como el Panteón, pero es un mausoleo con una historia que nos muestra la importancia que tuvieron en la antigua Roma algunas profesiones como la de panadero, además, es un magnífico ejemplo de que algunos libertos supieron y consiguieron enriquecerse en la mismísima Ciudad Eterna.
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