
Hace poco más de 7 años un grupo de arqueólogos británicos descubrieron en el barrio londinense de Greenwich, a 5 metros de profundidad, una botella de unos 23 cm de altura, supuestamente colocada al revés, esmaltada y con el rostro de un hombre barbudo en su superficie. Tras un minucioso estudio se determinó que databa del siglo XVII y se trataba de una «botella de bruja», conocida también como «jarra Belarmino». Pero, ¿para qué se utilizó y de quién era ese rostro impreso?
Las «botellas de bruja»
Probablemente, el propietario de dicha botella debía tener un problema serio con alguna maléfica y para protegerse prepararía un sortilegio. Para ello, elaboraría una «botella de bruja», algo muy común en Europa durante la Edad Moderna y que servía para protegerse de los ataques de espíritus malignos y de las propias brujas. Nuestro temeroso personaje no era más que uno de tantos otros (y otras) pertenecientes a cualquier estamento social que, víctimas de una maldición -o al menos eso pensaban-, preparaban este tipo de recipientes con la esperanza de conjurarla.
El frasco encontrado en Greenwich es el único de este tipo cuyo contenido se pudo estudiar, y es que los análisis revelaron que contenía: hasta la mitad del recipiente orina humana con alto contenido en nicotina, cabe suponer que era fumador; azufre, elemento imprescindible en todo rito contra un maleficio; 12 clavos de hierro; cabellos humanos; 8 alfileres; un trozo de tela en forma de corazón y uñas recortadas. Sellada y enterrada con un buen puñado de clavos para infligir dolor a la bruja, uno de los alfileres se utilizó para perforar el pedazo de tela en forma de corazón.
Esta tradición es originaria de Gran Bretaña y fue llevada por los colonos que emigraron hasta América. Se fabricaban en luna menguante y al principio se utilizaron exclusivamente unas botellas hechas de gres y adornadas con esmalte, con la efigie en el exterior de un hombre barbudo, las conocidas como «Jarras Berlamino», en honor -o quién sabe si como burla-, a San Roberto Belarmino, azote de protestantes y «martillo de herejes».
San Roberto Belarmino
El nombre completo de este jesuita era Roberto Francisco Rómulo Belarmino y nació en la Italia del siglo XVI. Dotado de gran inteligencia, fue autor de muchas e influyentes obras y ordenado cardenal y luego arzobispo -contra sus deseos personales-. En los últimos años de su vida se hizo cargo de la Biblioteca Vaticana y en el siglo XX, el papa Pío XI le beatificaría y canonizaría, siendo declarado doctor de la Iglesia en 1931. A modo de curiosidad decir que el cardenal Jorge Mario Bergoglio era titular de la cátedra cardenalicia «San Roberto Belarmino» cuando fue elegido papa en 2013.
No quiero profundizar más en su biografía pero sí me gustaría destacar de él su faceta de inquisidor en la época de la contrarreforma.
Defensor de la fe y la doctrina católica, fue el encargado de dirigir los procesos inquisitoriales contra dos científicos de renombre: Giordano Bruno y Galileo Galilei. Del primero, decir que Belarmino fue uno de los siete cardenales del Santo Oficio que lo juzgaron y participarían en la sentencia que lo acabaría condenando a la muerte en la hoguera.
La teoría heliocéntrica de Copérnico empezaba a ser muy considerada en el ámbito científico de la época y el Santo Tribunal llegó a la conclusión de que, aunque no herética, era contraria a la Biblia, así pues, el Santo Oficio confiaría a Belarmino que amonestara a Galileo. Lo cierto es que el astrónomo era amigo personal de él, incluso este le dedicaría uno de sus libros, y simplemente se limitaría a rogarle que propusiera como hipótesis las teorías no probabas. Galileo, uno de los científicos más brillantes del Renacimiento y devoto creyente en la Iglesia católica y en la Biblia, se tomó muy bien su ruego y se mantuvo al margen de la polémica sobre el sistema heliocéntrico, pues, según él, había que dejar el sentido literal de la Biblia solo para asuntos de fe, pero no cuando las demostraciones o la experiencia hacían evidente lo contrario. Ciertamente, su fin no era otro que conseguir que la iglesia aceptara el modelo heliocéntrico, adoptándolo como cierto.
En la actualidad…
Lejos de pensar que es una cosa del pasado, hoy en día hay gente que sigue fabricándolas para atraer cosas a su vida. Las elaboran con jarras de cristal, y en lugar de orina introducen vinagre o vino purificador, añadiéndoles agujas y clavos que disipan la energía negativa, o incluso hojas de afeitar oxidadas o hilos enredados, así como otros materiales: inciensos, flores, cenizas, monedas… Tras su sellado con cera o con lacre se suelen enterrar en el jardín de casa o incluso en una maceta, siempre con el cuello de la botella hacia abajo.
Links fotos:
FJ: ¡que quedan muchas por aquí, y algunas no lo parecen, son guapísimas; otras sí, llevan quistes y granos en la nariz, barbilla puntiaguda, edéntulas, grandes orejas, arrugadas… , de todas ¡CAVE!
Hola Astolgus,
… y algún que otro político/a también. Si es que ya lo dijo Thomas Jefferson:
«Con un poco de paciencia, veremos terminarse el reino de las brujas, sus hechizos se disolverán, y la gente recuperará su verdadera motivación: devolver al gobierno sus verdaderos principios».
Saludos
¡Ojalá! o sea, ¡Si dios (alah) quiere!
Voy a hacerle una botellita de esas al hombre naranja.
Hola melbag,
creo que hay mucha gente en el mundo que se merecería una poción de estas.
Saludos
Jajajaja… Síiiiii…