
A mediados del siglo VI el historiador romano y origen germano, Jordanes, escribió en El origen y actos de los godos que tras la muerte del rey godo Alarico fue sepultado, junto a los tesoros que saqueó en Roma, en alguna parte del lecho del río Busento a su paso de la actual Cosenza. Como con otras leyendas, Adolf Hitler, obsesionado con ella y mientras bombardeaba Guernica, mandó a Heinrich Himmler a buscar la tumba del rey visigodo en la península Itálica. Regresó con las manos vacías y para el recuerdo quedó el nombre de la invasión militar italiana de 1943 como «Operación Alarico». No está en mi ánimo hablar de esta fallida misión pero sí del mito que, cierto o falso, hace volar nuestra imaginación.
El contexto bélico
Los hunos se expandían hacia Occidente desplazando a los visigodos, que pidieron al Imperio romano asilo y territorios donde asentarse. Instalados en la orilla del Danubio y en la zona de los Balcanes, los abusos que recibieron de Roma hicieron que se rebelaran abatiendo al ejército del emperador Teodosio I en la batalla de Adrianópolis (378). Después, gracias al general romano Estilicón se frenó su avance, hasta que con la muerte de Teodosio y la partición del imperio se nombró a Honorio emperador de occidente.
Fue en el año 410 que Alarico sitió la Ciudad Eterna de hambre obligando al Emperador a negociar la rendición. Este le ofreció 5000 libras de oro, 30 000 libras de plata, 3000 libras de pimienta y 4000 túnicas de seda, pero Alarico buscaba algo más: el mando de Britania, Galia e Hispania con la promesa de gobernarlas en su nombre. Honorio no aceptó y el 24 de agosto Alarico tomó la ciudad saqueándola durante tres días seguidos.
No se conserva ningún registro preciso de lo que se llevaron, pero nadie duda de que el botín fue magnífico y entre él se encontraba gran parte del conseguido por las legiones romanas de Tito Flavio Vespasiano durante la toma de Jerusalén en el año 70. Y es aquí donde comienzan los interrogantes. Alarico se dirigió con el tesoro al sur de la península itálica llegando a orillas del mar Adriático, en Bríndisi. Allí puso todo su empeño en la construcción de una flota de barcos, algo que sorprende porque los visigodos eran un pueblo fuerte y poderoso pero no se caracterizaban precisamente por sus habilidades en el mar. Quizá quiso fundar su propio reino en África o puede que levantar templos y basílicas en Sicilia y establecer allí la sede de su religión, el arrianismo. Lo cierto es que llegado el invierno comenzó a sufrir intensas fiebres, puede que originadas por la malaria, que, finalmente, fueron las culpables de su inesperada muerte en Cosenza.
Su tumba
Para evitar que su cuerpo fuera profanado por los romanos los generales visigodos lo enterraron en las profundidades del río Busento. Para ello, construyeron un muro que desviaría su cauce y así cavar en su lecho para construir una basílica donde depositar el cuerpo de Alarico junto a su caballo y el tesoro expoliado de Roma. Una vez enterrado devolvieron al río a su posición original, asesinando a los trabajadores, esclavos romanos en su mayoría, para que nunca revelasen su ubicación.
Se calcula que entre el tesoro hay, además de lo ofrecido por Honorio, muchos objetos obtenidos durante el saqueo entre los que se encontraría el candelabro de siete brazos o menorah judío, que los romanos se llevaron del Segundo Templo de Jerusalén, de 70 kg. de oro y plata, y la mesa de oro puro del Rey Salomón (esta última las leyendas también la ubican en otros lugares como en Toledo, la capital del reino godo en Hispania). Se estima que en la actualidad el valor del mismo sería de unos 275 000 millones de euros, el 18 % del PIB de Italia, pero su interés también radica en su importancia cultural.
La búsqueda de esta tumba no se inició con Hitler, sino que viene de varios siglos atrás. A mediados del siglo XVIII se emprendió un ambicioso proyecto que resultó un fracaso, y a principios del siglo XIX, encontrándose el escritor Alejandro Dumas en Cosenza tras un terremoto que drenó parte del río, pudo comprobar que la gente comenzó a cavar en él en su búsqueda. Hace ya un año que el alcalde de Cosenza, Mario Occhiuto, presentó un plan para buscar con la tecnología actual el tesoro de Alarico y científicos italianos ajustan la búsqueda a cinco posibles lugares. Esta investigación no está exenta de gran controversia por el alto coste económico que esto representa para la población, pero como decía antes, la posibilidad de que exista el tesoro hace volar nuestra imaginación. Igual que ocurrió con Troya ¿no sería maravilloso que apareciera?
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