El rey Luis XIII y Ana de Austria «Las cosas claras y el chocolate espeso»

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Luis XIII, Ana de Austria, y su hijo Luis XIV, flanqueados por el cardenal Richelieu y la duquesa de Chevreuse. Autor desconocido.

Alejandro Dumas convertiría a la reina Ana de Austria en protagonista de su célebre obra Los tres mosqueteros. Reina ejemplar para muchos pero siempre bajo sospecha del cardenal Richelieu por su origen español, su marido, el rey Luis XIII, que reinó con muchos defectos pero siempre con instinto de rey digno, se casaría con ella en un enlace acordado por sus progenitores, María de Médici y el rey Enrique IV, por parte de él, y Felipe III de España y Margarita de Austria, por parte de ella. Ambos contaban tan solo 14 años de edad y la boda se celebraría por poderes con el duque de Lerma como representante del rey en la catedral de Burgos, en 1615.

En 1635, la guerra de los Treinta Años haría que se enfrentaran Francia y España, acentuando la tensión entre Richelieu y Ana de Austria hasta el punto de acusar este a la reina de mantener correspondencia para informar de los planes franceses a su hermano el rey Felipe IV. La situación fue tal que acabaría aislada en la propia corte, ignorada, sobre todo por su marido. Fue entonces que ocurrió el milagro que lo cambió todo: el embarazo de la reina, era el año 1638.

Toda Francia sabía de la nula relación entre los monarcas y para explicar el embarazo  se difundió que durante una partida de caza, una inesperada tormenta obligaría al rey Luis XIII a refugiarse en el dormitorio de la reina, naciendo nueve meses después Luis-Dieudonné, «el niño milagro» y futuro Luis XIV.

El Rey

Luis XIII fue criado al lado de los hijos bastardos de su padre en el castillo de Saint-Germain-en-Laye en una atmósfera de desorden y depravación. Solo salió cuando su padre le llamó al palacio del Louvre para prepararle como futuro rey, cargo al que accedió con nueve años de edad. Su infancia tampoco es que fuera alegre, en parte por la presión de su padre, y lo cierto es que era más de cazar y escuchar música que de aprender latín. Su timidez y falta de confianza en sí mismo y en los demás, se mezclaron con cierta inquietud y carácter violento.

Hasta que no alcanzó la edad para poder gobernar su madre se haría cargo de la regencia. La falta de la figura paterna y la ignorancia recibida por parte de su madre -que nunca ocultaría su preferencia por su hijo pequeño, Gastón- terminarían por moldear su carácter.

La boda acordada con Ana de Austria no sería de su agrado, de hecho, la consideraba una humillación al ser española, y por tanto, una enemiga de Francia. Esto y el hecho de ser todavía muy joven hizo que no consumara su matrimonio hasta cuatro años después.

Su especial desconfianza hacia las mujeres y el tener un cierto número de «favoritos» como el duque de Luynes, el marqués de Toiras, el duque de San Simón, entre otros, alimentarían los rumores sobre su posible homosexualidad, algo que no ha quedado demostrado por ningún historiador hasta la fecha.

Los años pasaron y la débil salud del monarca hizo que en más de una ocasión estuviera a punto de morir sin heredero, algo que preocupó a todos y que alimentó la esperanza entre los pretendientes al trono.

La Reina

Ana de Austria, una auténtica belleza de la época con grandes ojos azules, cabellos rubios y tez muy blanca, daría una dote -mejor dicho, su padre el rey Felipe III- de medio millón de ducados de oro ¡toda una fortuna!, y las abundantes joyas que siempre le rodearon no le aseguraron nunca la felicidad que pretendía.

El sentirse ignorada por Luis XIII hizo que se le atribuyeran amantes como el duque de Buckingham, apuesto, noble y embajador del rey británico, quien realmente estaba enamorado de ella. Las intrigas y las habladurías en la corte no evitaron el cariño y el respeto de sus súbditos. Tras la muerte de su marido y hasta que su hijo, el futuro Luis XIV, alcanzara la edad para reinar, llevaría la regencia aconsejado por Mazarino, hasta que en 1661 se retirara al convento de Val-de-Grace, muriendo cinco años después de un cáncer de mama. Francia la amó pero los revolucionarios franceses, sin respeto alguno, saquearían su sepultura de la catedral de Saint Denis de París, esparciendo sus restos en un vertedero público, sin duda, un final nada regio.

Chocolate y modas

El rey Luis XIII sufriría de tuberculosis que le hacía toser frecuentemente y se sugiere que padeció de la enfermedad de Crohn, falleciendo entre vómitos, diarreas y sangrías de sus médicos. En vida delegaría el gobierno del país a personas de su alrededor, mientras, Ana de Austria, siempre sospechosa por ser española, sería querida por el pueblo y su intensa vida social y su carisma impondría modas a la sociedad.

Modas como el chocolate que llegaba de América, un alimento desconocido en Francia que causaría furor entre la alta sociedad de toda Europa y que en París se mezclaba con un poco de leche, algo que en España no se entendía y de aquí proviene la expresión tan española: «Las cosas claras y el chocolate espeso». Lo que no queda tan claro, aunque para el pueblo no había tanta duda, es si el padre del futuro rey Luis XIV no sería Giulio Mazarino, un apuesto embajador de la Santa Sede llegado a la corte coincidiendo con esa inesperada tormenta. Con el tiempo, acabaría sucediendo al cardenal Richelieu como primer ministro y siempre se mantuvo fiel y muy cerca de la Reina…

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17 comentarios

  1. FJ, ¿recuerdas un programa de TV que se llamaba Historias para no dormir? Me parece que era de Ibañez Serrador y puede que tú fueras muy joven para verlo. Lo digo porque lo de Luis XIII y Ana de Austria es una historia para no dormir: boda por poderes de dos preadolescentes, el chaval le sale rana hasta el punto de tener ¡FAVORITOS! y no la toca en ¡cuatro años! pero antes hay un «milagro» con embarazo ocurrido, al parecer, mientras caen rayos y centellas sobre una cabaña en donde también se guarece Luis XIII, aunque hay dudas de si, en realidad, fue el Cardenal Mazarino quien también se cobijó allí cuidándola con muy especial esmero. Ella era un bellezón y además riquísima por parte de nuestro Felipe II. Muere el marido y deja al hijo Luis XIV a cargo del Cardenal Mazarino mientras se retira a un convento. Toda esta belleza y riqueza acaba cuando muere cinco años más tarde de un cáncer de mama, algo que, a diferencia de hoy, tiene cura y reconstrucción como tú bien sabes. La Revolución no le deja el reposo final arrojando su cuerpo a un vertedero. La Historia está llena de tragedias y esta es una más de ellas.

    1. Hola Astolgus,
      sí, sí, lo recuerdo, al menos los últimos episodios porque la serie comenzó en 1966. Son de esos programas televisivos que quedarán siempre en nuestra memoria..
      .

      Imagen tomada de 20minutos

      Encontré este link donde encontrarás algunos episodios emitidos por TVE, por si quieres entretenerte y recordar…

      Un abrazo

      1. ¡Eres un fenómeno, ahora me acuerdo de acuerdo de esa imagen de la puerta abriéndose! Luego iré al link y veré algún episodio, jajajaja

    1. Por el olor horrendo que despide un cáncer mamario avanzado y no tratado: yo vi un par de casos, uno de una monja y otro de una taquillera que lo sufrían las compañeras de trabajo

  2. Muy interesante esta historia. He empezado a leerla con el primer tomo de «las crònicas del ojo de buey», del escritor Touchard-Lafosse.

  3. Muy interesante. Yo tengo una duda sobre si existió romance entre Ana de Austria y el duque de Buckingham porque según algunas crónicas ,él era un hombre muy apuesto que la cortejó. También otras informaciones aseguran que el seductor duque fue amante de Jacobo I de Inglaterra pero podía haber sido bisexual. En los Tres Mosqueteros aparece la fascinación que sentían el duque y la reina el uno por el otro. Tal vez fueran habladurías, pero podría haber un fondo de verdad ?.Ella no fue amada por su esposo y eso podía haber influido.

    1. Hola Josefina,
      lástima que no dispongamos de algún documento o carta que pudiera certificar su romance, pero en mi humilde opinión, es más que probable que se produjera al ser algo habitual en la Corte. Eran otros tiempos, o no, porque ya sabemos que en nuestros días…
      Saludos

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