Según se cuenta, el 27 de mayo de 1840, con 57 años de edad, Niccolò Paganini, tras ser buscado por un sacerdote para ofrecerle la Extrema Unción en su lecho de muerte, se negó alegando que aún no debía morir. El violinista se equivocaba, y tras su defunción no sería enterrado en suelo santo, iniciando un peregrinaje que duraría casi cuatro décadas, hasta que, por fin, sus restos descansaran en Parma.
Flaco, alto, feo, sus ojos negros, su prominente nariz y su blanca piel, le conferían un aspecto cadavérico en vida. Puede que por ello, por su extravagante manera de interpretación y por su endiablado virtuosismo con el violín, le consideraran hijo de una bruja y del diablo, no solo eso, la leyenda cuenta que en su violín encerraba el alma de mujeres de hermosa voz y que hizo un pacto con el mismísimo Lucifer vendiendo su alma.
Una noche de 1787, un diablo se le apareció en sueños a Teresa Bocciardo, esposa del comerciante genovés Antonio Paganini. Le comunicó que su hijo de cinco años estaba predestinado para ser un mago del violín. Antonio decidió entonces que el pequeño Niccoló iba a ser «el más grande violinista del mundo». Le encerraba durante diez horas diarias para practicar y le busco un profesor, el maestro Alessandro Rolla. Al escucharlo tocar le dijo: «Has venido a aprender pero no tengo nada que enseñarte» (extracto de ABC cultura)
Su padre le dio las primeras lecciones de guitarra y mandolina, con nueve años ya actuaba en el teatro con el violín y con quince hacía su primera gira. A partir de entonces y hasta el final de su vida, su fama y riqueza crecieron sin parar. Viena, Italia, Austria, Alemania, Francia, Inglaterra… por toda Europa su talento con el violín dejaba sin palabras a todo aquél que le escuchaba.
En su técnica ejecutoria se destaca que era capaz de afinar su violín mientras tocaba una pieza musical, afinándolo medio tono más alto que el de la orquesta para así darle más brillo; unió el pizzicato y el archeggiato; descubrió los dobles armónicos; era capaz de tocar 12 notas en un segundo y ejecutaba una pieza con solo una cuerda. Pero, ¿cómo conseguía hacer todo esto?
Su enfermedad
Se sabe que tenía una flexibilidad extraordinaria de las articulaciones, capaz de mover y torcer su muñeca en todas las direcciones. Sus dedos eran muy largos y sus manos medían cuarenta y cinco centímetros, cada una, esto, evidentemente, ayuda a la hora de tocar el violín. A la vista de ello se baraja que pudiera sufrir el síndrome de Marfan o el de Ehlers-Danlos, descritos a finales del siglo XIX, que se caracterizan principalmente por una laxitud y fragilidad de la piel junto a hipermovilidad articular, ambos debidos a un trastorno genético hereditario.
Paganini escribiría a un amigo una carta en 1833 donde le explica que sufre una enfermedad en el pulmón, además de tos y fiebre de larga evolución, junto a dos episodios de hemoptisis, en 1833 y 1840. Bien pudo ser originado por una tuberculosis sufrida años atrás y que en su evolución afectaría a la laringe, explicando la progresiva pérdida de voz y la afonía que le acompañó en sus dos últimos años de vida, aunque otra teoría dice que esta afonía sería consecuencia de la afectación del nervio laríngeo recurrente secundario a una aneurisma de la aorta, una grave complicación típica de los que sufren el síndrome de Marfan.
De pequeño, nuestro genial violinista, casi es enterrado vivo a causa del sarampión. Tampoco se libró de la sífilis, tratada entonces con mercurio, presentando después signos de intoxicación por el mismo. Y ya al final de sus días, un absceso bucal le ocasionó una osteomielitis de la mandíbula. Al igual que pasa con otros personajes ilustres de la historia a los que se les atribuye -en algunos casos, erróneamente- el síndrome de Marfan como la reina María I de Escocia, el pianista ruso Serguéi Rajmáninov, e incluso, el faraón Akenathon, Abraham Lincoln y Osama Bin Landen, es posible que nunca se sepa con certeza qué enfermedad padeció Paganini.
Es considerado por muchos como el violinista más extraordinario de todas las épocas. Schubert dijo de él tras oírle: «He escuchado el canto de un ángel», y me pregunto… ¿Cuánto pagarían en los teatros de hoy en día por escucharle tocar alguno de los siete violines Stradivarius que poseía al morir, o su favorito, un violín Guarneri del Gesú de 1742, expuesto hoy en una sala especialmente preparada para su conservación dentro de una urna de vidrio blindada en el Palacio Cívico de Génova? ¿Sería el mismo diablo quien le castigó con la enfermedad, o quizás le premió?
Un video:
Para saber más:
Schoenfeld MR. Niccolo Paganini. Musical magician and Marfan mutant? JAMA 1978;239:40-2
Creativity and chronic disease. Niccolo Paganini. Western Journal of Medicine. Volume 175 November 2001
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