
«Ni quito ni pongo»
Utilizamos esta expresión para indicar que uno se mantiene neutral en algo, pero en realidad el dicho es más largo «Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor», es decir, su significado cambia y aunque uno quisiera ser neutral, tiene poderosas razones que le hacen tomar partido. Para encontrar su origen histórico debemos remontarnos a una enemistad entre dos hermanastros, Pedro y Enrique Trastámara, que dio origen a la dinastía que reinó en la Corona de Castilla y de Aragón, a partir de mediados del siglo XIV, durante casi doscientos años.
La Casa de Trastámara, una rama menor de la Casa de Borgoña, se encontraba en el noroeste de Galicia (Condado de Trastámara). La dinastía reinaría en la Corona de Castilla, la Corona de Aragón, el Reino de Navarra y el Reino de Nápoles, siendo la última monarca de esta casa en España la malograda reina Juana I La Loca, quien se casó con Felipe I el Hermoso, cuyo hijo, Carlos I, daría lugar al gobierno de la Casa de Austria. Pero volvamos a nuestra cita y rememoremos su origen.

Hablaba antes de dos hermanastros, pero no podemos olvidar al tercer protagonista de esta historia, el caballero francés, Bertrand Du Gesclin, responsable último de introducir a la Casa de Trastámara en la historia de España por un acto… impulsivo.
Du Gesclin tenía muchos defectos entre los que destacaba ser feo e ignorante, pero su fuerza física sería la virtud que le haría progresar en la vida. De origen francés, sería célebre por sus actos de valor durante la guerra de los Cien años contra Inglaterra, y aunque en la mayoría de las representaciones que se hacen de este militar son con espada en mano, en realidad, prefería el hacha como arma de guerra. Enrique de Trastámara, hermano bastardo del rey Pedro I de Castilla apodado «El Cruel», tenía a Du Gesclin a sus órdenes.
Pedro I creció educado en el odio a la amante de su padre, Leonor de Guzmán, y a sus hermanastros. Cuando llegó al trono de Castilla, mandó encarcelar y asesinar a Doña Leonor, así como a seis de sus hermanastros, todos muertos menos Enrique, protegido por el conde de Trastámara.
Enrique reclamó sus derechos al trono apoyado por los franceses -entre los que se encontraba Du Gesclin- y se iniciaría la I Guerra Civil Castellana contra el rey Pedro I, que estaría apoyado por los ingleses liderados por el «Príncipe Negro».
Tras muchos combates y tantas victorias como derrotas para ambos, decidieron terminar con las disputas encontrándose en el campo de Montiel, muy cerca de Ciudad Real, acordando que Du Gesclin sería el encargado de vigilar el encuentro, era el 23 de marzo de 1369.
Antes de que ambos hermanastros se vieran, Pedro I intentó ganarse los servicios de Du Gesclin, pero el caballero francés no solo rechazó la propuesta sino que se lo comunicó a Enrique. Apenas se vieron, el odio que se profesaban sería más fuerte que las buenas costumbres y la educación.
Enrique entraría gritando y alzando su espada: ¿Dónde está ese judío hideputa?
Don Pedro respondería: ¡El hideputa seréis vos, pues yo soy hijo legítimo del buen rey Alfonso!
Se lanzaron uno sobre el otro en una lucha desigual, pues Don Pedro era mucho más fuerte que Enrique y no tardaría en ponerle de espaldas contra el suelo para clavarle su puñal. Viendo a su señor Enrique próximo a la muerte, Du Gesclin, que hasta entonces no era más que un mero observador, derribó al monarca, sacó su daga y le quitó la vida diciendo…
«Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor»
Por cierto, otra curiosidad al respecto. En el Capítulo LX del Don Quijote, podemos encontrar esta expresión en boca de Sancho en un incidente ocurrido en el viaje que hizo don Quijote a Barcelona, aquí os dejo el texto, aunque yo, ni quito ni pongo.
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